Biofactorías: el futuro del sector sanitario en las ciudades
Durante el último siglo, la población mundial ha crecido exponencialmente, aumentado con ello la saturación y congestión de las ciudades. Se dice que en el 2050 la población urbana representará el 70% del total mundial, con lo cual crecerá la presión sobre los recursos naturales y los servicios públicos tales como el saneamiento y la salud. Los sistemas de agua en las ciudades en todo el mundo enfrentan un futuro desafiante.
Jordi Valls es Gerente General de Aguas Andinas, Auspiciador Avonni Ciudad Nueva.
Entendiendo el desafío, el sector sanitario en Chile ha invertido durante años un extraordinario esfuerzo en la recolección y tratamiento del 100% de las aguas servidas, logrando resultados que nos tienen como el país de América Latina con mayor cobertura, y con igual o mejor nivel que otros muchos países desarrollados.
Estos esfuerzos comenzaron el siglo pasado, definiendo que las plantas de tratamiento serían aquellas estructuras y procesos que permitirían eliminar las aguas servidas de nuestros ríos, recuperando su vida biológica y mejorando la salud de las personas. Un desarrollo que nacía de una necesidad profunda y que fueron un pilar fundamental en la concepción de ciudades modernas.
El siguiente paso significativo a nivel local se dio a principios de 2013, cuando los últimos colectores que “botaban” aguas servidas o residuales al río Mapocho fueron sellados. Tras 12 años de esfuerzos y más de 1.200 millones de dólares de inversión, Santiago recuperó el río Mapocho como un nuevo espacio verde para la ciudad. Durante este periodo se construyeron las plantas de tratamiento de El Trebal, La Farfana y Mapocho, junto a una red de 12 plantas de localidades que en su conjunto configuran el sistema de tratamiento de aguas servidas del Gran Santiago.
La mejor prueba del éxito logrado con estas plantas consiste en una mejora substancial en los ratios de salud de la población, por un lado, y de la calidad de los alimentos, gracias al uso de las aguas del río para riego. Estos eran los principales objetivos en aquel lejano año 1999, cuando se lanzó el programa de saneamiento.
Hoy, consolidado el modelo y detectada la necesidad de innovar y ser eficientes a la hora de hacernos cargo de nuestros recursos, surge un desafío mayor, que es pensar cómo los utilizamos y los aprovechamos para generar un entorno sostenible y ciudades inteligentes. En este escenario cabe preguntarse cuál es la función de las plantas de tratamiento en el siglo XXI, en un contexto de límite de recursos naturales que obliga a definir una estrategia de sustentabilidad.
Y la respuesta está en el concepto de Biofactorías y economía circular, donde los residuos se convierten en recursos naturales.
Las sanitarias hemos dado grandes pasos en la nueva concepción de las plantas de tratamiento con el objetivo de sacarles un mejor y mayor provecho. El proceso de generación de valor a través del trabajo en innovación ha sido clave en este desarrollo: las nuevas funciones de las plantas de tratamiento se orientan hacia la biotecnología, convirtiéndose en generadoras de energía eléctrica, térmica y gas. Ello, sumado a la valorización de sus lodos, han visto nacer un nuevo concepto para denominar a estas estructuras y procesos responsables de la depuración de las aguas servidas de Santiago, y este es el de Biofactoría del siglo XXI, es decir, fábricas de vida.
Estamos frente a un cambio de paradigma. Tenemos la obligación de ir más allá y no sólo transformar el residuo aguas servidas en agua limpia, sino que también aprovechar los procesos de la cadena de saneamiento para ser un aporte en energía y fertilizante orgánico para la agricultura, siendo éste uno de los principales y mejores ejemplos de economía circular.
La Biofactoría derriba un paradigma muy relevante a la hora de definir las plantas de tratamiento y su ubicación. Con los logros de nuestro proyecto en Chile, creo sinceramente que éste es el nuevo rol de estas estructuras: aprovechar los recursos naturales y convertirlos en energía nueva, en un recurso reutilizable que dé vida. Y con ello, adaptar nuestro quehacer a una ciudad de evoluciona constantemente, aportando respuestas a problemas específicos de nuestros tiempos para hacerlas más eficientes, agradables y sustentables para habitar, trabajar, colaborar, compartir y divertirse.