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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿Políticos o idiotas?

Con cuánta frecuencia escuchamos expresiones como: “yo no me meto en política”, “aquí no se habla de política”, “la política es esencialmente corrupta”, “la política le hace daño al país” entre muchas otras por el estilo. Pero me pregunto ¿qué se está entendiendo por política como para motivar tanta animadversión?

Por Ricardo Baeza
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Ricardo Baeza es Magister en Antropología y Desarrollo U. de Chile y Psicólogo Organizacional UC. Profesor de la Escuela de Psicología y de Masters de la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibañez. Director del Diplomado de Gestión de Evaluación y Selección de Personas de la UAI.

Me parece claro que no se estaría aludiendo al concepto original, aquel que considera a la Política como la actividad de resolución de problemas de la convivencia social, en la búsqueda del mejoramiento del bien común; concepto que, de paso, permitió acuñar la noción de ‘idiota’ como aquel que se desentendía de lo Político, centrándose en su propio egoísmo y despreocupado de dicho bien colectivo. Una actividad así no sólo resulta necesaria sino más bien imprescindible para cualquier sociedad, algo en lo cuál involucrarnos, de lo que se debiera hablar en todo lugar, tematizándose en las conversaciones, permitiendo generar opinión.

No, claramente no es eso lo que se tiene en mente cuando se apunta a la política como sujeto de ninguneo. Nadie que se considere a sí mismo un ciudadano responsable podría hacerlo, mucho menos si no se quiere ser tildado de idiota.

No creo que se critique a esa Política, a la que llamaré Política con mayúscula, sino más bien a la política con minúscula, aquella actividad cotidiana del manejo del poder ejercida por los representantes políticos. Es ese el ámbito cuestionable y cuestionado, aquel donde se ha llegado a instalar la corrupción como estrategia generalizada y que hoy está en la palestra del escrutinio y la condena pública. Por supuesto que dichos representantes en su quehacer debieran estar plenamente inspirados por la Política; que es lo que debiera haber motivado que llegaran a sus posiciones de poder. ¿Cómo entonces es que han llegado a corromperse tanto?

Razones hay muchas. Es claro que ha habido malos sistemas electorales, la constitución de una clase política elitista y poco meritocrática, círculos cerrados casi en lógica de clanes, crecientes redes de influencia desde el aparato económico, un individualismo creciente en toda la sociedad y muchas otras más. Pero posiblemente la razón más importante, por lo oculta, sea nuestro propio mal entendimiento y confusión entre lo Político y lo político.

Porque entendámoslo bien, aunque la Política efectivamente alude a la actividad del ente Político, en ningún momento se ha establecido que tengamos que entender como ente Político sólo a los representantes políticos. Todos debiéramos ser Políticos, independientemente de que lleguemos a posiciones de representación o no. Es importante que en nuestra acción cotidiana dejemos un espacio para la discusión sobre el bien común, sobre la regulación social, no sólo para lo que nos afecte en el plano de lo personal e individual.

Mi impresión es que mucho de eso ya se hace. Crecientemente se han estado dando dichas conversaciones en nuestra sociedad las que, de paso, han permitido instalar importantes temas en la agenda social. Y eso es eminentemente Político, aunque muchos se resistan a llamarlo así. No por nada la agenda política también se ha ido haciendo eco de ello. Lamentablemente, el no considerarlo como una acción Política (seguramente para no llegar a ser confundidos con un político cualquiera), lo único que consigue en definitiva es diluir su peso y efectividad.

No nos confundamos, aunque todos seamos Políticos lo cierto es que el verdadero poder de cambiar las cosas en el ordenamiento social siempre lo han tenido, y lo tienen, los representantes políticos. Y es por eso que al desentendernos de hacer Política lo único que conseguimos es hacerles el juego a ellos. Restarnos de la participación activa, de encontrar nuestro nicho para ejercer una acción Política (que no tiene por qué ser necesariamente el convertirse en un representante), es lo que ha permitido que los representantes políticos actúen sin ningún contrapeso y con plena impunidad.

Nosotros mismos, con nuestra inacción, somos los que hemos permitido que se crearan las máquinas de corrupción, ahí, ante nuestras narices. Y nada hicimos para evitarlo porque, claro, nunca nos hemos considerado políticos y, por ende, jamás pensamos que estuviera en nuestras manos poder hacer algo al respecto. Craso error, ya que la única posibilidad de cambio real siempre ha estado en poder de la ciudadanía. Por no entenderlo así es que los corruptos han podido seguir repartiéndose impunemente las cuotas de poder.

Ha llegado el momento del cambio, de la responsabilidad, de salir de nuestro egoísmo individualista y modificar nuestro rol en la sociedad. En definitiva, es el momento de asumirnos Políticos y de una vez por todas dejar de lado la idiotez. La disyuntiva es clara, o nos convertimos en Políticos o en idiotas… ¿Qué quiere ser usted?

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