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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Ley de Género: Van Rysselberghe no se equivoca

La senadora Jacqueline Van Rysselberghe, Presidenta de la Comisión de Derechos Humanos, manifestó públicamente que la ley de identidad de género es un “camino corto” para el matrimonio igualitario. Razona que: “[..] si nosotros avanzamos en permitir el matrimonio entre dos personas del mismo sexo biológico, pero de distinto sexo registral, no hay ninguna razón para no permitir el matrimonio entre personas del mismo sexo biológico que no han cambiado su sexo registral”, insinuando con esto, eventuales fraudes a la ley.

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Alejandra Vallejos es Es mamá, mujer y abogada. Master en derecho internacional, Universidad de Chile / Universidad de Heidelberg y master en administración pública, Universidad de Harvard. Participa en el directorio de Fundación Todo Mejora.

La senadora no se equivoca en su razonamiento. Es más, es lógico y probablemente fundamenta sus indicaciones en el Congreso, lugar en el que está exigiendo que esta ley sólo sea aplicable a “personas mayores de edad, no casadas y sin hijos mayores de edad” y que “dicha identidad no sea síntoma de otro trastorno mental”.

La senadora –repito- no está equivocada en su raciocinio. Donde sí se equivoca es en los derechos que nosotros los ciudadanos y ciudadanas queremos regular, que no es lo mismo que lo que ella pretende representar casi como un resquicio legal.

Una adecuada legislación descansa en que las ciudadanas y ciudadanos podamos entender lo que se pretende regular. Esto no solamente pasa porque seamos capaces de reconocer nuestros derechos, sino que además seamos capaces de entender su debate. En este caso, tanto para el matrimonio como para la identidad se termina regulando la libertad, para el primero, la libertad de elegir a otro/otra, y para el segundo, la libertad de elegirse a uno/a mismo/a. En ambas, la senadora mantiene unos grilletes de fierro porque confunde los derechos que se intentan regular.

La identidad de género responde a mi interna y profunda narrativa personal que puede o no coincidir con el sexo biológico en cambio, la orientación sexual es la atracción emotiva, afectiva y sexual hacia una persona. Afirmar que utilizaré mi identidad para sentir emociones que no tengo es confundir estos derechos e ignorar la libertad.

Afirmar que el respeto para quienes definen su identidad sólo se lo entregaremos a las personas mayores de edad y siempre y cuando comprueben no tener “otro” trastorno, es arrasar con su dignidad.

¿Y si así lo hacemos? ¿Qué le decimos a los niños, niñas y adolescentes? ¿Qué les respondemos? ¿Qué hacemos ante la manifestación de su identidad? ¿Qué les respondemos a esas familias? ¿Qué hacemos por 18 años?

Simplemente es una bofetada afirmar que una persona cambiaría su sexo registral para casarse con otra persona del mismo sexo biológico. Como ciudadana, me siento ofendida, como votante, no representada, y como persona, avergonzada.

Acepto la invitación a conversar “sin las cartas tapadas”, pero antes exijo reconocimiento de los derechos y respeto al dolor, a la soledad, a la incertidumbre, a la angustia -a esa estadía en la vida que puede llegar a atormentar- de todas las personas –mayores y menores de edad- que hoy reclaman la libertad de elegirse a sí mismos.

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