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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La “derecha” y la “izquierda” sepultadas: todos por el centro

Las elecciones primarias obligatorias en La Argentina (Las PASO) , resultaron ser un punto de partida para entender la realidad política del siglo XXI en ese país, y tal vez una señal interesante para lo que viene en los futuros gobiernos latinoamericanos.

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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

El amplio triunfo del oficialista “Frente para la Victoria” encabezado por Daniel Scioli y que supone una continuidad del kirschnerismo, frente a una oposición aún dividida pero con dos grandes referentes como Mauricio Macri y el ex kirschnerista pero peronista Sergio Massa, no supone una confrontación ideológica como sería previsible, sino más bien una diferenciación de estilos. Se acabó la derecha y la izquierda para pasar definitivamente a un centro amplio con características de “progresismo” moderado.

La posición de Scioli (formado políticamente por Carlos Menem) dista mucho del modelo populista propuesto desde el kirschnerismo y profundizado por los gobiernos de Cristina Fernández.

Daniel Scioli, como peronista obediente y clásico, es un moderado que escucha y entabla relaciones con quienes el kirschnerismo trata de enemigos, como por ejemplo los “medios” y las corporaciones. Un concepto que lleva a un centro político que evita los opuestos, ese vaivén que el peronismo maneja tan desde sus comienzos como movimiento integrador, lo que le vale casi el sello de invencible. Todos son peronistas…La Argentina es peronista…

Macri es un caso especial. Su posición prevista de “candidato de derecha” giró bruscamente al defender y decidir sostener, en caso de ser gobierno,  la estatización de Aerolíneas Argentinas, la nacionalización de YPF y de la jubilación estatal, casi poniendo una lápida a las banderas neoliberales y de centroderecha enarboladas en otros tiempos. Macri supone moderación con su discurso capitalista, un poco peronista, un poco socialista, un poco radical…un poco de todo que no es otra cosa que sumar al centro.

Massa renunció a su pasado kirschnerista diferenciándose de la política más extrema de los últimos 5 años, y propone un espacio propio también convocante, sin exclusiones y con un discurso poco combatiente.

Todos defienden la democracia a ultranza y hasta se abren a la discusión que solo tiene diferencias aparentes de estilo en el discurso de campaña.

El centro es aparentemente un espacio de confortabilidad electoral para seducir a la clase independiente que ya no tiene preferencias pre-establecidas y que definen una elección.

Es que esta nueva sociedad, no sólo la Argentina sino también la latinoamericana, ha sepultado –al parecer indefinidamente- la discusión entre la “derecha” y la “izquierda” para pasar a una decidida confrontación por dominar la amplitud del centro político representado por lo que podríamos denominar “progresismo moderado” ó en un “progresismo populista” sostenido por un relato épico pero con un pragmatismo que poco lo diferencia del anterior.

Para la “vieja” derecha, queda en el pasado el concepto neoliberal en lo económico y conservador en lo sociocultural para pasar a un equilibrio entre capitalismo y bienestar social con presencia activa del Estado en la regulación de variables que directamente afectan la equidad social.  Así su participación en la educación, salud y en la igualdad de oportunidades para todos los sectores (Desde el matrimonio igualitario, pasando por legalización del aborto y hasta de la marihuana).

Para la “vieja” izquierda, el concepto de Estado omnipresente, la igualdad a cualquier costo, la perdida de la individualidad y desarrollo personal, le dejan paso a un modelo de masas pero con “permisos” para la riqueza individual.

Ambos se parecen, pero los matices pasan por el grado de convivencia con los actores clave de la vida del país. Los moderados conviven con empresarios y con un mundo desarrollado con reglas preestablecidas, en tanto los “populistas” lo hacen limitando el poder empresarial tradicional creando nuevos espacios de poder  y de riqueza,  esgrimiendo un discurso que propone nuevas relaciones con un mundo sin las reglas preestablecidas por los países “centrales”, pero que al final caen rendidos frente a la inevitable integración.

Parecería ser que ese centro indiferenciado sólo plantea dos mundos: Unos más republicanos que otros, pero “progresistas” al fin. Recordemos que los supuestos gobiernos de derecha en Chile (Por Ejemplo el de Sebastián Piñera) no fue tal, como tampoco fue un gobierno socialista clásico el del ex presidente Lagos.

Este escenario, esta nueva ola, hoy nos muestra que el discurso de todo candidato está sostenido por ese centro político del que no puede salir, tal vez preso por la realidad de un mundo que vive de la evolución más que de la revolución.

Queda claro también que son los más necesitados y los que viven en la clase media empobrecida los que exigen ese replanteo, y es en esa franja dónde se dirimen las cuestiones electorales. No es el fin de las ideologías como plantean algunos, es el comienzo de una nueva manera de percibir, interpretar y comprender la demanda social.

Claro que este nuevo “centro” también crea nuevos antagonismos y complica los espacios comunes de la sociedad, pero es sin duda el nuevo escenario donde, con mayor o menor predisposición, deberán focalizar su discurso quienes busquen acceder al poder.

En ese punto la comunicación juega un partido determinante para que, quienes están estigmatizados con uno de los antiguos extremos, pueda ser creíble en una propuesta progresista “de centro”. ¿Qué cambios actitudinales y de comportamiento deberán afrontar los futuros candidatos presidenciales?

No olvidemos que es un mundo de indignados de un lado y del otro, en tiempo real, movilizados y sin fidelidad a los viejos símbolos. Una nueva política para un nuevo escenario. Todos en el centro.

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