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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La inédita confesión dominical del Ministro Eyzaguirre

En los amplios vericuetos del poder las palabras de Nicolás Eyzaguirre, Ministro Secretario General de la Presidencia, expresadas a un matutino el día domingo remecen los cimientos en el accionar del Gobierno así como en la dirigencia política. No es usual la confesión de una autoridad de la Moneda donde, al parecer, la mentira y el acomodo son pan de cada día.

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María Teresa Larraín es Periodista.

Por ser inusual, sus palabras llegan al corazón de todo quien desea para este país prosperidad y desarrollo. No importando quien o quienes lo hagan. La ciudadanía no resiste un día más embarcada en los vaivenes de una superficialidad donde la ignorancia y la ortodoxia partidista se imponen al bien común de la gran mayoría de este país.

Esta ciudadanía ha dicho “basta”. Así se desprende de la baja en el respaldo en las encuestas de la Presidente o de los conglomerados políticos, oficialista y oposición, que tienen la misión de enrumbar este carro que hasta ahora va de tumbo en tumbo. Todo es posible cuando se tienen metas claras en este arte de gobernar y cuando los objetivos se dirigen a un mejor bienestar para la mayoría, no solo para unos pocos, los privilegiados de la sociedad.

Estos, por ostentar los más altos niveles de ingresos y educación pretenden imponer un tipo de desarrollo o crecimiento socio cultural alejado de las necesidades básicas de una población vulnerable, incluida clase media, que sostiene esta burbuja con los hombros quebrados e imposibilitada de levantarse.

Cuando Eyzaguirre indica que “estábamos en una vorágine de reformas que no íbamos a ser capaces ni de diseñar ni de tramitar sin excesivos conflictos” o que “ la gestión del Gobierno no ha sido buena. Los problemas que tenemos en salud y en seguridad ciudadana son inaceptables. Inaceptables. Hay que mejorarlos sí o sí”, apunta a una verdad que duele y que muchos pretenden ignorar.

El mayor error de quienes están en el Gobierno y el Parlamento ha sido precisamente el no saber escuchar o reflexionar sobre las verdaderas necesidades de la población. Asesorados por tecnócratas de la sociología y ciencias políticas, no han pisado el cemento por donde caminan miles y miles de chilenos y menos se han embarrado los pies en medio de basurales donde mas de 130 mil ciudadanos viven en campamentos sin agua ni luz y sin una pieza digna donde posar los huesos.

Tampoco han permanecido horas en un consultorio de salud o encamillados en en un pasillo de hospital. No se les ocurre solidarizar con otros que están horas esperando un bus del Transantiago, apiñados en un paradero, consientes que ninguna autoridad del ramo arreglará el sistema. A ninguno les interesa saber del sacrificio de miles de santiaguinos o millones de chilenos que abrigan una sola pregunta: ¿hasta cuando tenemos que soportar?

No, estos señores no se mezclan con una ciudadanía harta de tantos proyectos y desanimada por los resultados. Ni menos se sensibilizan con una realidad que les golpea el rostro, aun a costa del rechazo de una ciudadanía que ha perdido las esperanzas.

Las protestas aumentan. Unas tienen más coberturas que otros. Hace días presenciamos a los de estudiantes desfilar el mismo día en que los dirigentes de los camioneros atravesaban la capital. Más de 80 mil jóvenes marcharon por las calles, sin que hubiese un desmán o un encapuchado molestándoles. Nada de difusión a esto. Pasaron inadvertidos. El interés radico en “el caos” que producirían otros.

Mucho ruido y medios de comunicación reporteando a los transportistas que con sus camiones aspiraban pasar por las calles porque para eso estamos: para protestar y circular sin miedos.

Nadie desea un país estancado, ni menos a una comunidad violentada ante tremendas injusticias. En los países donde nuestra dirigencia se mira como es la OCDE, la movilidad social es un hecho. En Estados Unidos también. La desigualdad existe allí pero quien se esfuerza logra salir adelante. Acá, aun con el mayor esfuerzo, el pobre sigue siendo pobre, el indígena ignorado, y el que ha logrado salir de la pobreza debe enfrentar la discriminación y el racismo, cultura enraizada por siglos y que una ley no ha podido cambiar.

Nuestra sociedad requiere ser dirigida por un conglomerado que asuma verdades, requiera corregir errores y acepte que para crecer nadie esta demás. El ser libres, y ser felices no es un titular de prensa ni una expresión de un discurso trasnochado. Es una imperiosa necesidad de todos los chilenos. Lograrlo es el mayor desafío que tiene este gobierno y el que venga.

Es hora de hablar con verdades y asumir que en cuatro años los cambios se pueden y deben hacer privilegiando las necesidades de la mayoría. Las recetas marcadas por una ortodoxia partidista como que el Estado debe hacerse cargo de todo y que los privados prácticamente son explotadores no sirven para el Chile del siglo XXI. Lo público y lo privado deben contar con políticas que refuercen el emprendimiento y la justicia social en todo sentido.

Eyzaguirre habla por primera vez y lo hace con la certeza que la Presidente Bachelet apoyará sus dichos. “Me encantaría que los nuestros entendieran que las reformas que estamos proponiendo son perfectibles, que hay que dialogarlas con la oposición…”

Es precisamente lo que falta. Nobleza y bien común, obligan….

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