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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El mundo hecho bolsa (plástica)

El tema de las bolsas plásticas siempre ha sido polarizante. Reconozco que cada vez que veo alguien compartiendo en las redes sociales que alguna ciudad del mundo ha prohibido las bolsas plásticas, como si esto fuese un gran logro, me pregunto cómo serán los hábitos de consumo de esa persona cuando visita un supermercado.

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Manuel Ramos es Ingeniero de Materiales opción Polímeros graduado de la Universidad Simón Bolívar (Venezuela). Con más de 10 años de experiencia en proyectos relacionados con I+D de nuevos materiales, impresión 3D, packaging y simplificación de procesos. Ha vivido en Venezuela, EE.UU y actualmente en Chile, donde trabaja como Jefe Técnico de Desarrollo, en la elaboración de un sistema para la evaluación de la reciclabilidad de empaques. Twitter: @ManuelJ_RA

En lo particular nunca me ha gustado la idea de “prohibir” algo porque considero que las prohibiciones restringen la creatividad y la innovación. Pero no fue sino hasta hace unos días que almorzaba con Marcus Erikson y debatíamos el tema sobre la prohibición de bolsas en San Francisco.

“Toma por ejemplo el plomo. Una vez que nos dimos cuenta de que el plomo era tóxico, se prohibió su uso en las pinturas. No se dijo que dejáramos de pintar, sino que se desarrollara una tecnología mejor que no atentara contra la salud”, decía Marcus como un claro ejemplo de algo que por lógica desapareció por los riesgos a la salud que esto implicaba. Caso similar aplica al asbesto, al mercurio, metales pesados… En fin, son tantas las instancias en las que es fácil hacer una correlación entre nuestra salud y un riesgo potencial, y aun no logramos entender el gran riesgo que significa una sola bolsa plástica flotando en el mar.

Más allá de la dolorosa imagen de la tortuga asfixiada por una bolsa plástica, la investigación que ha conducido Marcus durante los últimos diez años, son una evidencia fehaciente de que los residuos plásticos que terminan el mar, están retornando a nosotros a través de la cadena alimenticia.

Esto puede ser un tanto evidente, pero tal vez menos fácil de percibir es que los plásticos que se encuentran en los océanos (mayoritariamente polietileno y polipropileno) por su composición química funcionan como esponjas de otras sustancias orgánicas no solubles en agua, y por lo tanto no es solo plástico lo que estamos ingiriendo sino una píldora de toxinas concentradas.

Por mi lado, siempre he sido abogado del rol fundamental que tiene la educación de los consumidores y la calidad de los productos. Creo que una bolsa bien diseñada evita que se requieran tres de mala calidad, y también creo en los consumidores conscientes y responsables que reciclan las bolsas plásticas que no pueden ser utilizadas nuevamente, sea como un implemento de transporte o para los desechos no reciclables. No obstante, la conversación con Marcus me dejaba bastante en qué pensar. Me dejó hecho bolsa.

Teóricamente, en una sociedad donde la gran mayoría de los ciudadanos son conscientes y responsables, en conjunto con un sistema eficiente para recuperación de residuos, la bolsa plástica no tendría que ser un elemento de preocupación. Pero la experiencia nos demuestra que no es tan sencillo; En San Francisco, donde la tasa de reciclaje llega a 80%, aún se pueden conseguir una que otra bolsa colgando de árboles o tapando los drenajes y alcantarillas, lo que le cuesta a la ciudad aproximadamente USD $0,05 por bolsa removida.

Desde el punto de vista económico, a la ciudad de San Francisco le resultó mejor eliminar las bolsas plásticas que invertir en fomentar más consciencia y mejorar las posibles falencias en su sistema de recolección de residuos. Que la prohibición de bolsas plásticas en San Francisco signifique también un ahorro en impuestos, tampoco es tan obvio.

Es posible que la existencia de la bolsa plástica sea un paradigma que no queremos romper, o que estamos dispuestos a revisar siempre y cuando esto no implique una coerción y limitación de la libertad de elegir. Puede que la palabra “prohibición” nos sea más chocante que el mismo hecho de hacer un cambio en nuestros hábitos de consumo.

Si alguien me pregunta mi posición, hoy no sabría qué decir. Podría decirle que a mí me funciona usar bolsas re-utilizables, y los desperdicios han reducido tanto desde que reciclo, que ya no me hace falta tanta bolsa plástica. Usar mi ejemplo o el ejemplo de San Francisco como base para argumentar, puede que sea demasiado anecdótico, pero a situaciones como esta, recuerdo una cita de Aldous Huxley que me hace pensar en cuántas veces tenemos que repetir los mismos errores para darnos cuenta de que hay que las cosas de una forma diferente:

“Que los hombres no aprendan mucho de las lecciones de la historia, es la lección más importante que la historia nos ha enseñado”.

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