Perros de la calle: la culpa es tuya, no del perro
La semana pasada, un gran amigo sufrió la mordida de un perro sin dueño responsable, es decir un perro callejero. Uno de los 50 mil ataques que ocurren al año en Chile, esos que van desde la anécdota hasta la muerte de niños e incluso de adultos. Por un lado está el Estado, inmóvil y negligente. Por el otro, los animalistas, furiosos y parciales. Al medio estamos los ciudadanos, sentados en una camilla mientras nos ponen la vacuna antirrábica.
La foto que mandó mi amigo desde la clínica daba miedo: su pierna tenía dos hoyos muy profundos y la sangre fluía con generosidad. ¿Cómo le pasó? Iba llegando a su trabajo en el centro de Santiago cuando un perro se clavó en su anatomía. Sin mediar provocación, sin siquiera haberlo notado antes del ataque. Hoy cojea y se recupera de esta dolorosa lesión.
Quizás sería interesante que nuestros parlamentarios conocieran más de cerca la sensación de ser amenazados o atacados por jaurías de perros callejeros, para que legislaran con más ganas una Ley de Tenencia Responsable que lleva años siendo pinponeada en el Congreso. Mientras ellos, pagados por nosotros, no son capaces de protegernos, hay más de cuatro millones de perros abandonados en Chile. Es decir, un 70% de la población canina total que, o son vagabundos o pertenecen a sectores donde reciben comida, pero carecen de un amo. Y el peligro se traduce, además, en costos.
En 2010, el Ministerio de Salud estimaba en un millón de dólares el gasto anual por enfermedades y ataques realizados por estos perros. Hago ahora un paréntesis. Todas las mascotas que he tenido en mi vida (tres gatos y dos perros) han sido rescatadas de la calle o de una familia que debía viajar en forma definitiva a otro país. Todos han vivido conmigo hasta el último de sus días. De hecho, en febrero murió mi gata de once años y ahora en mi casa tenemos un perro sin raza, de unos ocho meses, recogido de la calle por un amigo.
Soy admirador de los animales, así como un ferviente opositor al rodeo. He marchado en la calle contra el maltrato animal, colaboro en todas las campañas que van en ayuda de los animales y le hago RT en Twitter a todos los perros perdidos. Digo esto, porque creo que uno puede ser pro animal pero, al mismo tiempo, estar muy lejos del activismo fundamentalista.
Un ejemplo. El día en que mi amigo fue mordido, puse la foto en redes sociales con un texto que llamaba a la necesidad de hacerse cargo del tema de los perros callejeros. ¿Cuál fue una de las primeras respuestas que recibí? Un tuit que decía “¿Y qué pasa con los derechos del animal ?”. Cero reflexión, cero discusión, cero empatía con una persona que recién había sido mordida y que tuvo suerte de no sufrir mayores consecuencias que una herida.
Me pregunto si los animalistas se han puesto en el lugar de, por ejemplo, la población ciega, que se lleva la peor parte en los ataques de este tipo de perros. ¿Sabías que una hembra puede parir hasta 15 perros dos veces al año? Obvio, entonces, que la solución no pasa por exterminar a los perros vagos. No sólo por razones de misericordia, que comparto absolutamente, sino que porque tampoco es factible, pues se reproducen a una velocidad abismante.
Lo que se necesita es educación cívica, respeto y amor por los animales. “El problema tiene su raíz en la costumbre arraigada de algunos de botar animales cuando sienten que sobran en su casa”, dice el ecologista Félix González. Algo que, de solo leerlo, da asco.
A eso se suma algo fundamental. A los perros hay que esterilizarlos. En la mayoría de los municipios de Chile hay, constantemente, jornadas de esterilización y adopción. Y, tan importante como lo anterior, necesitamos ya esa Ley de Tenencia Responsable. Nos lloran herramientas legales y penas onerosas para sancionar a quienes abandonan a sus mascotas, a quienes son responsables por daños causados por sus mascotas, para fomentar la esterilización como método de control e, incluso, para castigar a los dueños de perros por la suciedad que causen al hacer sus necesidades en la vía pública. Así como también es fundamental que le entreguen recursos a los municipios para regular el tema, porque si no, la ley será letra muerta.
Por último, y aunque cueste decirlo, también se necesita algo de sangre fría. Los perros muy enfermos, que pueden contagiar a la población o a otros animales, así como los animales agresivos que ya han mordido a alguien, no pueden seguir en la calle. Para eso están los caniles, no las plazas donde caminan mis hijos y los tuyos.
Es hora de parar esta situación. De ponerse serios. De exigirle al Ministerio de Salud y a nuestros parlamentarios, enfrentar este grave problema ciudadano. Y, especialmente, de que tú, sí, tú que lees esto, seas responsable con tu mascota. Que la cuides, la esterilices, la alimentes, la resguardes, no la dejes vagar por la calle durante el día y jamás, nunca, vayas a pensar que un animal es una cosa que se bota o de la que uno de deshace.