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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La dimensión ética en la Reforma Educacional

Como parte del debate sobre el mejoramiento de la calidad de la educación en Chile, el tema de la formación y desarrollo docente de los educadores se plantea como uno de los medulares a abordar. Respecto a ello, la mayoría de los estudios y consultas a los expertos nacionales, señalan como eje la necesidad de favorecer la formación disciplinaria (de las asignaturas escolares) y didáctica en los educadores.

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María Victoria Peralta es Doctora en Educación, Universidad de Academia de Humanismo Cristiano. Magíster en Ciencias Sociales mención Antropología Sociocultural, Universidad de Chile. Magíster en Ciencias de la Educación mención Currículo, PUC. Educadora de Párvulos y profesora Educación Musical, Universidad de Chile. Directora del Instituto Internacional de Educación Infantil, Universidad Central. Consultora de Unesco y OEA en materias de educación infantil. Vicepresidenta Regional para América Latina de la Organización Mundial para la Educación Preescolar, OMEP.

Si bien es cierto que estos contenidos deben ser parte de su formación y de su desarrollo profesional, hay una dimensión que está por encima, que le da sentido y orientación al actuar de los docentes y a quienes tienen la responsabilidad de generar las condiciones para que estos profesionales puedan hacer adecuadamente lo suyo. Ello es un valor central: la ética.

La formación ética es la que nos permite en primera instancia darnos cuenta y valorar si el trabajo docente que hemos realizado responde a las necesidades de aprendizaje de los niños y niñas y a su desarrollo integral, con toda la entrega que esto implica. Pero además comprende aspectos que van más allá de lo disciplinario y lo didáctico, que dice relación con la empatía, el amor, la sensibilidad y el acoger a cada niño con sus características, intereses, urgencias y fortalezas.

De esta manera se construye el contexto que permite a los pequeños ser atendidos como verdaderas personas y aprender. Ese es el gran secreto de la educación.

¿Cómo se forma la ética? En una constante relación con la realidad y sus múltiples situaciones; con el diálogo con los actores educativos; con el análisis permanente de la sociedad en sus demandas y oportunidades; con un espíritu crítico-propositivo que permita cuestionar nuestro quehacer docente.

Pero, ¿es la ética un tema sólo de los educadores? Para responder tomo las palabras de una gran educadora chilena recientemente fallecida, Ofelia Reveco Vergara (Q.E.P.D), quien decía: “Tenemos que volver al tema de nuestra ética profesional quienes trabajamos en este nivel, llámense educadores, tomadores de decisiones o políticos”.

Esta cita nos hace referencia a que los problemas de la educación (sobreescolarización, bajos aprendizajes, desmotivación, etc.) no son sólo responsabilidad de los educadores, sino de todos los que tienen que ver con ella, en especial, los tomadores de decisión.

Hemos visto en estos días en los medios de comunicación, niños que llevan más de cinco años en una escuela montada en contenedores insalubres en una comuna de Santiago. Otros, en jardines infantiles y colegios ubicados en zonas contaminadas de Antofagasta. A ello se les suma, la existencia de escuelas donde se trabaja en espacios reducidos para la gran cantidad de niños y las pocas educadoras que lo conforman, donde el arte, el movimiento, las salidas de exploración, la educación en la vida, no tienen lugar. En fin, ejemplos de mala educación hay muchos y pareciera que a pesar de las reiteradas denuncias, a nadie lo ocupan en serio.

Por ello, la cita certera de nuestra querida colega toma relevancia: los educadores tenemos que hacer casi este acto de contrición cuando no desplegamos lo mejor de nosotros en lo personal y profesional, para que nuestros alumnos se desarrollen y aprendan, pero los de “arriba” tienen que hacerlo más aún, por la posición que tienen y por su supuesta responsabilidad.

Esperamos que el actuar ético tome su lugar en este proceso de Reforma Educacional y nos ayude a analizar y avanzar en los complejos y persistentes problemas que arrastra nuestra educación. Nuestros niños y niñas lo merecen y sus profesores también.

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