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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La democracia da sorpresas: ¿No es así Cristina Fernández?

El domingo 25 de Octubre de 2015, la ciudadanía argentina determinó el fin del kirschnerismo. Si, es una afirmación. Después de casi más de una década de gobierno, en el que se pasó de un replanteo estabilizador post crisis del 2001, cuando Néstor Kirchner se catapultó como un líder del resurgimiento de aquel país en llamas, hasta este modelo populista profundizado desde 2011 por Cristina Fernández, la locura de poder del “vamos por todo” terminó siendo un progresivo desgaste de un modelo sostenido en un relato con escasas realidades.

Por Guillermo Bilancio
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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

El domingo 25 de octubre se va a recordar como el día de un voto que castigó a la omnipotencia y la falta de lectura de una sociedad, algo que parece ser un sentimiento común en aquellos gobiernos que suponen ser los dueños de los destinos de la gente. Pero finalmente la gente termina siendo dueña de su propio destino.

Veamos el escenario: en esta primera vuelta electoral ganó el oficialista Daniel Scioli, invitado a la política por Carlos Menem allá por los 90, y que a pesar de llegar a ser vicepresidente en el mandato de Kirchner y un gobernador de la Provincia de Buenos Aires con pocas luces (es muy difícil gobernar Buenos Aires), nunca expresó su comodidad con este modelo progresista popular. Su sentimiento peronista básico lo transformó en un candidato de convicciones ambiguas y eso se reflejó en un resultado exiguo para lo que el peronismo exige (36% de los sufragios). Ese resultado le permitió a Mauricio Macri acceder a un balotaje con un porcentaje apenas menor (34%), rompiendo todos los pronósticos.

Erróneamente rotulado como conservador de centro derecha, Macri apunta a un modelo mixto: mantener lo que se hizo bien durante el largo período de gobierno K, respetando según sus propias palabras la nacionalización de YPF, de Aerolíneas Argentinas y hasta los subsidios, pero sumando simplemente la idea de terminar con la antinomia social planteada y profundizada desde 2011 por Cristina y su grupo “duro” de militancia. Lo de Macri no es un “megaplan” de gobierno, es simplemente diferenciarse de aquello que los K intentaron: la hegemonía ideológica y política que dividió a la sociedad argentina en los últimos años.

El balotaje será el 22 de Noviembre y allí se verá un escenario inédito: Scioli deberá alejarse del modelo K para seducir a los peronistas desencantados, los que en esta elección presentaron a Sergio Massa como alternativa, obteniendo el 21% de los votos. El electorado que finalmente decidirá el resultado final de las elecciones: Macri no representa los intereses peronistas, pero los necesitará para poder torcer la historia.

Un final abierto pero que, gane quien gane, determinará el fin del modelo llamado “progresista” por los fanáticos K. Tanto Scioli como Macri deberán acudir a bases peronistas que hoy están lejanas y enfrentadas al actual relato “Cristinista”.

Se vienen nuevos tiempos en Argentina. Tal vez un cambio en el mapa de lo que en Latinoamérica se está llamando progresismo, y que de a poco comienza a erosionarse a partir de una renovación política que sin perder de vista la justicia social, los derechos humanos y la soberanía, resaltan la convivencia más allá de las ideología hegemónicas.

¿Será Argentina un punto de partida para transformar el progresismo populista en verdadero intento de progreso, más allá de todo relato romántico?

Lo único que podemos afirmar, es que sin convivencia, sin discusión, sin libertad, las posibilidades de desarrollo de un país son lejanas. Es bueno darse cuenta y así definir un rumbo posible entre todas las partes. Civilizadamente. La democracia, sirve. Siempre.

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