Detenciones ciudadanas y el verdadero adversario
Esta semana vi como un grupo de personas golpeaba y escupía a un hombre en plena calle. Mientras gritaba en el suelo de dolor, las patadas y los combos de hombres y mujeres no se detuvieron. Se estaba ejecutando una denominada “detención ciudadana”.
Francisco Yávar es Periodista y comunicador social UDP
Desde hace un tiempo hemos visto como este tipo de prácticas se han hecho cada vez más comunes. Rara vez pasa una semana en que los medios o las redes sociales no informen de estas verdaderas antesalas a las ejecuciones públicas. Sin ir más lejos, hace solo unos días circulaba un video donde un joven de no más de 20 años era acuchillado por un participante de estos pelotones de ejecución.
El hombre, me enteré, había robado la cartera a una mujer. Desconozco si fue con violencia o si tan solo la tomó y corrió, pero el grupo reunido a su alrededor actuaba como si el “detenido”, de al menos 60 años, encarnara al peor espécimen de la raza humana. Nadie le dio respiro, tiempo para decir nada, o defenderse: el jurado había dado el veredicto y ya estaba ejecutando la sentencia.
A los pocos minutos llegó un furgón de carabineros. Los efectivos se tomaron con mucha calma la situación. Mientras sonreían, y antes de subir al carro al hombre que lloraba y sangraba por los golpes, dejaron pasar varios segundos para que ojalá nadie se quedara sin pegar o escupir al acusado.
Los agresores, hombres y mujeres comunes y corrientes tomando un descanso a mitad de la jornada laboral, se fueron del lugar riendo y comentando la situación con el más liviano de los ánimos, como si fueran saliendo del cine o de un partido de futbol.
No soy un pacifista ni un hippie de mierda, incluso creo que la violencia en ciertas ocasiones es ineludible, pero ver a una horda vestida de cuello y corbata castigando a una persona de esa manera, me parece inexcusable.
Entiendo la desconfianza generalizada hacia el poder judicial, y entiendo que somos –al igual que en cualquier otra sociedad- víctimas o potenciales víctimas de robos, delitos y crímenes, pero no comprendo la brutalidad y la severidad con que somos capaces de actuar frente a alguien indefenso, sea un “delincuente” o no.
¿Esas mismas personas actuarían del mismo modo si se enfrentaran en la calle a un Matte o a un Ruiz-Tagle? No lo creo. Es mucho más fácil agarrar a la fuerza a un pobre tipo en la calle y hacerlo recipiente de todas nuestras cóleras que enfrentarse al verdadero problema; la desigualdad y la falta de oportunidades que ofrece nuestro país. Un lugar donde ni la salud ni la educación están garantizadas, donde el sistema penitenciario no está diseñado para rehabilitar a quienes han caído en la cárcel, donde llamamos “conflicto Mapuche” a una disputa que claramente tiene dos caras, y donde tener el apellido “correcto” es sinónimo de inmunidad.
Ese país y esas injusticias son el adversario que hay que tomar con las manos y sacudir hasta hacerle entrar en razón, no el pobre diablo, que al igual que todos nosotros es en mayor o menor medida, es víctima de este.