Las dos finales de Colo Colo: matar o morir
"Lo ocurrido el sábado en el Estadio Nacional no merece adornos ni frases para intentar quedar bien con todo el mundo. Seré directo: fue una desilusión gigante".
Rodrigo Torres es Desde que decidí trabajar en arquitectura, he tratado de trabajar en el ámbito social y su relación directa con la arquitectura, quizás como una forma de devolver a la sociedad lo aprendido y ayudar a quienes más lo necesitan, por lo mismo hice mi práctica profesional en el SERVIU, departamento de estudios, años más tarde trabaje en una Fundación llamada Cristo Vive, haciendo clases de Autocad y computación básica, posteriormente forme la Entidad Patrocinante en la Comuna de San Ramón. Actualmente soy socio de una oficina de arquitectura Xs-Arquitectura, siguiendo con los mismos alineamientos de arquitectura y teniendo el mismo enfoque social que he desarrollado por el largo de mi desarrollo.
A pesar de la dura derrota ante Palestino, Colo-Colo depende una vez más de sí mismo. Un regalo anticipado de navidad que esta vez no se puede desperdiciar. El objetivo es uno solo: ganarle a la Universidad de Concepción en el Estadio Monumental y ganarle a Wanderers en Valparaíso. Llegó el momento de la verdad. Es matar o morir.
Lo ocurrido el sábado en el Estadio Nacional no merece adornos ni frases para intentar quedar bien con todo el mundo. Seré directo: fue una desilusión gigante. Aún recuerdo cuando mi abuelo, Previsto Torres, me contaba de sus heroicos partidos en los campeonatos de fútbol de los hospitales del país. Él era un crack. De hecho lo contrataron solo porque era una carta segura de éxito en su club. “El mejor 10 de Cartagena”, me dice la gente cuando viajo a ese hermoso balneario a reencontrarme con mi niñez.
Pero además de ser un buen futbolista, el señor Previsto Torres solía repetirme un consejo que recordé apenas acabado el encuentro entre Colo-Colo y Palestino. “Tu puedes perder un partido, está dentro de las reglas del juego. Pero lo que nunca nadie, absolutamente nadie puede decir, es que tú no te mataste en la cancha. Que no corriste, que no metiste y no hiciste todo, absolutamente todo para evitar la derrota. Ningún hincha debe decir que fuiste flojo, que no te importó la derrota”, decía.
Esta lección la ocupo todos los días en mi vida. Y es justamente lo que nunca quise ver en Colo-Colo: un equipo sin ganas, pálido, carente de alma, sin reacción y con un desorden táctico preocupante. Quizás muchos estarán en desacuerdo conmigo, pero para mí Colo-Colo es sinónimo de garra, valentía, ir siempre de frente y enfrentar la adversidad con grandeza. Todo esto se desvaneció ante Palestino.
A pesar de todo y de forma increíble, el Popular sigue en la cima del torneo. Sigue dependiendo de sí mismo y con la posibilidad única de ganar el campeonato. Lo he dicho de forma incansable: lo mostrado por José Luis Sierra no me ha gustado para nada, pero me parece que no es el momento para detenernos en esas cosas. Hoy más que nunca el equipo necesita apoyo, porque el torneo en sí terminó este sábado ante Palestino.
Ahora vienen dos finales, dos partidos que significan una copa y la ilusión de una hinchada. Seguro los jugadores lo están viendo de esta forma y lo saben. Ha comenzado el torneo donde nada importa, ni el juego de Sierra, ni los números, ni los rendimientos, nada. Lo único que importa es ganar dos partidos, lo único que importa es ser campeón y levantar la estrella número 31.
Por lo mismo, la lección de mi abuelo hoy está más vigente que nunca. Estoy seguro de que este equipo saldrá inspirado a tomar lo que es suyo y a ganar el partido en el Estadio Monumental. Que van a viajar a Valparaíso a jugar una nueva final de la mano de millones de corazones albos que dejarán la vida alentando al club. Estoy seguro de que los jugadores cumplirán con el deseo de abrazarnos con su triunfo. Y que la estrella 31 esta vez se quedará en el Estadio Monumental.