Tomo partido por el transporte público
Sin duda el subsidio al transporte público ha sido tema de discusión en el debate público de los últimos años. Afortunadamente, hoy existe un consenso político y técnico sobre su efectividad, pero no es suficiente. Porque pareciera que pese a gastar tanto, el transporte público sigue siendo malo y aún más, en regiones, el dinero no se gasta correctamente, tan así, que recientemente se ha considerado desviar sus recursos a la cartera de Salud.
Jaime Orrego es Magíster en Ingeniería de Transporte. Comisión Ciudad y Territorio de Revolución Democrática.
El transporte público como negocio no es rentable. Para optimizar su funcionamiento tienen que considerarse atributos que no se incorporan directamente en los costos de los operadores de buses. Estos son la comodidad y los tiempos de viaje de los usuarios, entre muchos otros. Por ejemplo, si una empresa decide operar sin considerar estos atributos, para transportar a un grupo de 160 personas de un lugar a otro en una hora bastaría con tener un bus articulado (160 pasajeros a 6 pasajeros por metro cuadrado) que pasara una vez en la misma hora. Como el Estado considera que es socialmente rentable que las personas tengan que esperar menos por viajar, entonces regula el sistema. Por ejemplo, enviando 2 buses en una hora para que la frecuencia sea mayor y el hacinamiento menor. Esto resulta en que los costos directos de buses y conductores se dupliquen en los operadores, lo que finalmente hace que no sea rentable para privados. Por lo tanto, la práctica usual en diferentes partes del mundo es el subsidio a la operación del transporte público para resaltar los atributos no directos.
Pero entonces, ¿por qué el transporte público no funciona tan bien? Resulta que en el desarrollo de nuestras ciudades hemos seguido el paradigma de crecimiento centrado en el automóvil. Esto significa que en la actualidad existen subsidios indirectos gigantescos al automóvil y a su desarrollo. Por lo mismo, el transporte público resulta menos atractivo al compartir su espacio con los automóviles y por lo tanto con la congestión que genera una fuga de usuarios desde el transporte público hacia el automóvil, generando un círculo vicioso en el transporte público. El sistema es muy sensible a la fuga de pasajeros, teniendo menos recursos y decayendo así su nivel de servicio. Se suma a esto a la ineficiencia en la coordinación de servicios estatales en regiones donde no se cuenta con agencias del estado para el transporte público. Y pese a contar con una agencia en Santiago, ésta compite con otros servicios (ministerios centrales y municipios) por las atribuciones.
Según la reciente Encuesta Origen Destino de Santiago, realizada por la Secretaría de Planificación de Transporte SECTRA, hubo un descenso importante en la partición modal del transporte público; un 5% en 10 años, mientras que el auto subió en la misma medida. ¿Qué significa esto? Estamos en medio del círculo vicioso del transporte público. Con la congestión hoy en nuestras ciudades nos movemos a la misma velocidad que hace 100 años a caballo, por lo que la inversión indiscriminada en automóviles no ha funcionando para resolver las necesidades de transporte en la sociedad. No podemos insistir en una política que ha demostrado ser inefectiva.
¿Qué hacemos entonces? La soluciones no son sencillas ni tampoco rápidas, pero en principio hay que fomentar la creación de agencias metropolitanas de transporte público en todas las grandes ciudades de Chile, estableciéndose todas las atribuciones de operación y construcción de infraestructura de movilidad en ellas. Además, hay que avanzar en cambiar de una vez por todas la estrategia pro automóvil para pasar a una en favor del transporte público, en la utilización del espacio público y en la distribución de los recursos.