Actuar de buena fe
Lo que más busca nuestra sociedad es justicia para todos y Cicerón decía que “el fundamento de la justicia es la buena fe”, y ella es un estándar de conducta que obliga a actuar de manera honesta, confiable, combinando el interés propio y de quienes interactúan con nosotros, sea como aliados o rivales, la que antecede al Derecho y en la que él se sustenta, por lo que nuestros derechos, sean cuales sean, siempre deben ejercerse teniéndola en vistas y nunca de espaldas a ella.
Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.
Sin buena fe, como ha dicho Larenz, la sociedad no puede subsistir, ya que “una sociedad en la que cada uno desconfiara del otro se asemejaría a un estado de guerra latente entre todos, y en lugar de paz dominaría la discordia”, y así “allí donde se ha perdido la confianza, la comunicación humana esta perturbada en lo más profundo”.
La crisis de confianza por la que atraviesa hoy Chile, se debe a los recurrentes atentados contra la buena fe. Su violación continua no ha sido monopolio de algunos empresarios inescrupulosos y políticos que han caído en malas prácticas, sino de todos, y en todos va la obligación de actuar con rectitud, teniendo en vistas el bien común para evitar que nuestra sociedad se siga desgajando, con el aumento de conflictos, pobreza, crimen y tristeza que ello conlleva.
Así, en cuanto a los políticos, actúa de mala fe aquel que no estudia los proyectos de ley; el que haciendo mención a un etéreo documento busca aprobar reformas sin el debido cuestionamiento que las mismas requieren; aquel que solo denuncia las violaciones de derechos humanos cometidas por algunos; el que busca votos el sembrar odio y discordia; el que cede a la presión de un grupo y abandona a quienes no pueden organizarse; el que busca impedir las manifestaciones de la oposición, y el que hace oídos sordos de los conflictos de la Araucanía y de otras áreas del país.
Por su parte, actúa contra la buena fe el empresario que abusa de su posición frente a sus clientes y proveedores, vendiendo a los primeros productos defectuosos y pagando tarde a los segundos; lo hace aquel que promueve sus productos con publicidades que dañan a quienes la ven, teniendo especial relevancia, como lo destacaron Los Prisioneros, los que solo venden a través de sexo; también aquellos que explotan a sus empleados, haciéndolos trabajar más de la cuenta a cambio de sueldos que son ínfimos al lado de su productividad.
Riñe con la buena fe la actitud de dirigentes gremiales y sociales, que ponen los intereses de sus grupos por sobre los del país; los sindicatos que ponen en jaque la viabilidad de una empresa o impiden el acceso de millones de compatriotas a un servicio público; aquellos líderes que exigen cambios sin pensarlos y estudiarlos, arrastrando a quienes los siguen en luchas que podrían finalmente serles perjudiciales; el que exigen beneficios que luego redundarán en perjuicio del más débil, como aquel que se opone a la justa evaluación del profesorado; aquellos que en el sur del país llevan niños a tomas de oficinas públicas y predios privados exponiéndolos a las acciones de los propietarios y carabineros, y, con muy especial mención, aquellos que buscan prohibir que en sus universidades se expresen puntos de vista que a priori son considerados como propios de sus enemigos, como es el caso de la decisión de un grupo de alumnos de la Universidad de Chile que ha decidido no permitir que hayan instancias donde los israelitas puedan explicar su punto de vista acerca del conflicto en el que, desde su formación, ha estado inmerso su país.
También, de mala fe actúan, los ciudadanos de a pie cuando no respetan la presunción de inocencia, concurren con vítores a las malas actitudes de otros o hacen leña del árbol caído.
En síntesis, cada vez que alguien no trata a los demás como le gustaría que lo tratasen a él se actúa de mala fe, y para que recuperemos la confianza cada uno debe conducir su vida teniendo a la buena fe como premisa.