Una gratuidad tramposa
El gobierno está haciendo trampa. Muchos podrían pensar que el mínimo de cualquier presidencia es el trabajo serio, el respeto a las leyes y a la institucionalidad. Sin embargo, con este gobierno, estas aptitudes tan necesarias para aspirar a ser un mejor país, son cosa del pasado. Michelle Bachelet y la Ministra Adriana Delpiano ya prendieron la máquina con la cual la Nueva Mayoría atropellará a todos los actores educacionales y sociales: la gratuidad 2016 se aprobará vía ley de presupuestos.
Ricardo Sande es Director ejecutivo ONG Empodera. Consejero político de Chile Vamos. Ex presidente FEUC.
A diferencia de lo que ha expresado en los medios de comunicación, nuestra presidenta debe estar intranquila: su trampa ha sido llevada al Tribunal Constitucional, donde tiene serias opciones de perder. Al utilizar frases como “espero que lo que prime sea pensar en las familias”, no hace más que caer en una correctísima aplicación del principio maquiavélico que afirma que “el fin justifica los medios”. Y quienes escuchamos sus declaraciones nos preguntamos: ¿Para qué sirven las leyes y las instituciones si bajo la ilusión de un bien superior las vamos a bypassear? Es peligrosísimo caer en semejante argumentación.
No se sorprendan cuando se declare inconstitucional la glosa presupuestaria. Seguramente no faltarán quienes justifiquen la trampa diciendo que la culpa la tiene la Alianza por recurrir al Tribunal Constitucional, los jueces, o por qué no, la propia Constitución.
Ya parece majadero decirlo (cansarnos de repetirlo les daría la razón), pero la falta de profesionalismo e improvisación ya se está empezando a transformar en falta de ética y de respeto. Merecemos gobernantes que estén a la altura de la nación que queremos ser, que no sólo hablen de los desafíos que tiene nuestro país el día de hoy, sino que sean capaces de mirar al futuro, planteando nuevos desafíos y nuevos horizontes a un Chile que parece estancado en el conformismo y en una ilusión igualitarista que no nos llevará a nada más que la decepción.
Necesitamos una educación que empodere a las personas y a sus familias, que permita a quienes quieran construir su propio futuro elegir libremente y que aporte las herramientas necesarias para el mayor desarrollo de Chile. Es impresentable una reforma que entregue recursos a los consejos e instituciones que han hecho un mejor lobby, justamente, en desmedro de esas familias que la presidenta Bachelet sólo parece recordar cuando debe dar excusas vía cadena nacional.
Hoy nos enfrentamos a dos posibles escenarios: o el Tribunal Constitucional confirma la trampa dejando impunes a los responsables o pone la cuota de sensatez que nos permitirá discutir el sistema que Chile necesita en un plazo razonable y con mecanismos legítimos.
En cualquiera de los dos caminos, los estudiantes jugarán un rol fundamental: o se suman al silencio cómplice de una Confech que parece muy tranquila con los nuevos privilegios adquiridos por el Consejo de Rectores, o levantan la voz en contra de la discriminación, de la improvisación y de una forma tramposa de hacer política.
Confío en que seremos muchos los que tomaremos el segundo camino.