Cómo sobrevivir a la democracia. Popper a la Cep
Si no eres político profesional, ¿desde que otro lado hablas sino desde lo alto de la grada?
Ernesto Evans es El Dínamo.
Me he preguntado eso. Y no vamos a partir citando lo de W.Churchill que “es el menos malo de los sistemas políticos”; no por inexacta de la frase, sino por repetida.
Pero la preocupación, sin duda, existe. Es fácil hablar desde la galería del coliseo político, mirando desde lo alto, avivando o abucheando el quehacer de los que están en la arena, quienes, como gladiadores de la palabra, se dan duro. Pero, si no eres político profesional, ¿desde que otro lado hablas sino desde lo alto de la grada?
Soy de los que no me gusta criticar a la política, la actividad por antonomasia de la democracia, porque viví, una parte importante de mi juventud, en un sistema opresivo, y me puse muy contento cuando llegó la democracia. Pero después de cerca de 25 años, la pregunta de si se puede sobrevivir a la democracia es válida. Primero porque parte de un cambio en el punto de vista; hace unos años, la preocupación era como cuidarla, por el recuerdo más vivo de la falta de libertad. Pero ahora, la reflexión está centrada en como sobrevive, -por ejemplo el empleo y la economía-, frente a las malas decisiones políticas, a reformas sin forma ni un cronograma claro.
Aunque el barrio no está mejor: si hiciéramos el ejercicio de medir la percepción que tienen de sus democracias los argentinos, peruanos, brasileños, venezolanos, mexicanos, etc, el indicador sería malo, y la evaluación de instituciones como el Parlamento, la Presidencia y otras, sería negativa o muy negativa. Escándalos como Petrobras en Brasil, la fuga del “Chapo” Guzmán o la desaparición de los jóvenes en Iguala en México, la resección económica en Venezuela, y varios más, están impactando fuertemente la popularidad de los presidentes.
La valorización y confianza en la democracia está a la baja, y eso es preocupante. En Chile lo demuestra la última encuesta CEP, respecto de la evaluación de los personajes políticos, quienes representan instituciones básicas de la democracia: todos han bajado en la valorización positiva de la gente. Los temas del financiamiento político y su relación con las empresas, han abierto, además, un expediente complejo en su reputación. También, poca gente sabe lo que de verdad hacen los parlamentarios y otras autoridades.
Si la política alguna vez fue una actividad noble, hoy es un descrédito. Las instituciones que cobijan al político no se salvan. Por eso seguramente K. Popper apuntaba a crear instituciones robustas de forma que incluso gobernantes incompetentes puedan causar poco daño (En qué Cree Occidente). Y la respuesta está en que la mayor robustez de las instituciones políticas es la posibilidad de alternancia en el poder. Al final, lo bueno de la democracia es que existen contrapesos, y la posibilidad de hacer oposición frente a las malas decisiones, y de ofrecer una alternativa de gobernabilidad a los ciudadanos. Esto no existe en Cuba.
Pero mientras la corrosión democrática aumenta, el político está en la nube. Escribí alguna vez que el político ha ido generando un gueto, un grupo separado de la sociedad no por lazos étnicos o religiosos, sino de hábitos compartidos, que poca gente entiende, creando un fenómeno que podríamos denominar “political cloud” o políticos en la nube. El periodista mexicano y premio Planeta, Jorge Zepeda Patterson, escribió recientemente que “la clase política se ha convertido en un gremio mucho más interesado en protegerse a sí mismo que en canalizar los intereses de sus representados”. Es una frase fuerte, pero real. Mientras no cambie esta percepción de mucha gente, -que el político trabaja y vive para sí mismo-, el desgaste institucional y el riesgo de populistas autocráticos están a la vuelta de la esquina.