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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Una recomendación para la crisis de la DC

A diferencia de muchas otras veces, ahora la DC debe tomar una definición. El programa de la Nueva Mayoría la ha puesto entre la espada y la pared. Corre el riesgo de que su popularidad caiga como la del gobierno; que pierda el arrastre en las clases medias; y que se aleje del centro político.

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Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.

La última semana fue dura para la Democracia Cristiana. El conflicto entre el ministro del Interior y la Presidenta de la República mostró nuevamente que entre el partido y el resto de la Nueva Mayoría falta amistad y un proyecto en común.

Cada vez que ocurren estos encontronazos, se escuchan los mismos comentarios: Que la DC no se hace respetar; que las renuncias del partido son siempre con elástico; que para lo único que sirve la Democracia Cristiana es para dar trabajo a sus bases; que el partido está muerto;que no tiene lugar ni en Chile Vamos ni en la Nueva Mayoría. Críticas que cada vez se han vuelto más difíciles de contestar.

El partido está en crisis. Y la crisis tiene que ver con tres factores. Primero, la manera en que la DC decidió enfrentar al Siglo XXI. Ante un país que se descristianizaba, el partido decidió seguir a las masas. La Democracia Cristiana –al igual que el resto- abordó la discusión pública desde el racionalismo y el utilitarismo. Por lo mismo, diferenciarla de otros proyectos es cada vez más difícil y eso la transformó en un partido de ideas “moderadas”.

Segundo, la existencia de “varias almas” al interior del partido. Es evidente que parte de la DC no se siente cómoda en la Nueva Mayoría. Otro sector no se siente a gusto con el apellido “Cristiano”. Y hay otro grupo que está ahí por motivos que poco tienen que ver con la política.

Y por último, existe una enorme falta de identidad en sus bases. No queda en nada claro quienes las componen. ¿Personas que creen en el socialcristianismo? ¿Personas que desean obtener un empleo? ¿Gente que ve en el partido una opción razonable entre dos extremos?

En suma, la DC perdió su identidad. Se le olvidó de dónde viene, no puede determinar quiénes la componen y no sabe qué ruta tomar.

Sobre lo que sigue a la crisis, hay tres opciones. Mantener las cosas como están y dejar que el partido se confunda con sus socios de la Nueva Mayoría. De esta forma seguirán perdiendo espacio en el centro político y legitimidad ante los cristianos que no se identifican con la derecha.

Otra opción es que el partido se divida entre una DC de izquierda y otra de derecha. La primera podría quedarse en la Nueva Mayoría, aunque con influencia reducida, y la segunda podría unirse a Chile Vamos, asumiendo un rol secundario como el del PRI y algunos grupos socialcristianos que han nacido.

Por último, el partido podría abandonar el conglomerado en busca de una ruta propia o mantenerse en él solo si se le dan ciertas garantías que se deben respetar. Eso es lo que plantean los firmantes de la carta “Progresismo sin progreso: ¿El legado de la Nueva Mayoría para Chile?”.

Recomiendo la última opción. Va acorde con la historia de la DC que ha sido una articuladora de coaliciones, y no solo un miembro de ellas. Le permitiría tomar contacto con grupos socialcristianos que se están organizando, y que tienen problemas similares a los que ella tiene en la Nueva Mayoría.

Le daría la posibilidad de afrontar el quiebre interno, y abriría un espacio para recuperar su rol de representante de las clases medias y de numerosos grupos que comparten los ideales del cristianismo.

A diferencia de muchas otras veces, ahora la DC debe tomar una definición. El programa de la Nueva Mayoría la ha puesto entre la espada y la pared. Corre el riesgo de que su popularidad caiga como la del gobierno; que pierda el arrastre en las clases medias; y que se aleje del centro político.

La forma en que se llevan los temas de género y el aborto la pondrán en conflicto con grupos cristianos que ya no se identifican con ella. Y el ninguneo del que ha sido objeto hará que a quienes daba garantía, ya no se sientan a gusto.

Espero que el partido esté aún a tiempo de tomar esta determinación. Y que la realización del socialcristianismo, con el que soñaron sus fundadores, no sea solo un recuerdo que ha cedido ante las parcelas de poder.

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