El clima después de París y las nuevas urgencias que nos involucran a todos

La tan ansiada COP 21 de París ya es historia, y quienes la seguimos desde nuestros países, entendimos que los 195 países participantes habían logrado un acuerdo inédito, gracias a la promesa de que “el aumento de la temperatura promedio del mundo no supere los 1,5° Celsius”. Sin duda, un hito global particularmente importante, más cuando este 2015 se convirtió en el año más caluroso desde que se tienen registros, y la primera vez en que se sobrepasa el umbral de 1°C por sobre la temperatura preindustrial.

Para WWF, la COP21 marcó muchos hitos que quedaron reflejados en el acuerdo final: como la inclusión de un objetivo global para la adaptación y un reconocimiento explícito sobre el tema de pérdidas, y daños económicos y a la población, reconociendo la importancia de incorporar la protección a los más vulnerables frente al cambio climático.

A esto se suma, entre otros aspectos, el establecimiento de una meta al 2050 que apunta a alejarse de los combustibles fósiles y migrar hacia energías renovables.

No obstante, a pesar de las señales auspiciosas, el clima después de París sigue marcado por la urgencia y por la necesidad de que aspectos tales como la financiación para la adaptación de las poblaciones más vulnerables, incluidos los pueblos indígenas, y la reducción de emisiones, sean tempranamente abordados y continúen en la primera plana del interés mundial.

Los compromisos de los países de reducir emisiones (INDC por sus siglas en inglés) no son vinculantes, y peor aún todo indica que no son suficientes y nos conducirían a un catastrófico aumento de 3°C, lejos de la cifra de 1.5 grados de referencia.

El caso de Chile no es una excepción a este escenario global: su compromiso de reducción de emisiones está vinculado al PIB nacional, por lo que no significaría una reducción real de las emisiones sino relativa a la tendencia actual. Estamos hablando de un aumento de emisiones en términos efectivos, algo distinto al discurso oficial.

Para estar a la altura de este compromiso global y establecer un liderazgo en la región, Chile, que es un país altamente vulnerable al cambio climático, deberá abordar la reducción de emisiones desde dos frentes principales: la matriz energética y los bosques. Para esto son necesarios mayores esfuerzos hacia aumentar la inversión e incentivos por una matriz energética limpia y eficiente.

Respecto a los bosques se necesita invertir en restauración de bosques de capturen el carbono (100 mil ha es el compromiso del INDC) y un reducción de la tasa de deforestación y degradación de los bosques para evitar más emisiones. Junto con hacerse cargo de la mitigación, el país también deberá adaptarse a problemas como la escasez de agua, las inundaciones y la acidificación de los océanos y sus efectos en la pesca, entre otros fenómenos vinculados al cambio climático.

Después de esta fuerte señal que los Gobiernos han dado al mundo, las nuevas urgencias deberán ser compartidas por todos, con el fin de que las promesas se cumplan. Habrá revisiones periódicas, antes de 2020 donde el cumplimiento será responsabilidad de los gobiernos, pero también fuertemente del sector privado que estuvo representado en esta COP, y de la propia sociedad civil, quien deberá cambiar sus estilos de vida y patrones de consumo. Se ha logrado un gran hito pero esto solo es un impulso que marca una nueva etapa en que se aborde seriamente el cambio climático global.