Siempre estuvieron junto a nosotros, pero nunca lo supimos
Pudiera uno pensar que en un supermercado confluye el bien de todos: ofrecen todos los productores, en igualdad de condiciones y los clientes pueden optar por el precio y la calidad más conveniente, sin temor a un engaño, porque los productos y los precios están a la vista. Pero sería un error. Porque en nuestro país, lo productos no guardan relación en su precio respecto al costo más una razonable ganancia. No.
Augusto Cavallari Perrin es Abogado y académico de la Facultad de Derecho de la Universidad Central
Es curioso lo que puede despertarnos un simple viaje al supermercado para comprar productos de necesidad hogareña. En el camino uno puede cavilar que entramos en territorio ajeno a nuestro modo de vivir, dominado por fuerzas generalmente desconocidas, aunque el recinto tenga algo de espacio, haya mucha luz y los guardias y las cajeras nos sonrían.
Un supermercado puede ser un lugar de insospechada trascendencia y, a la vez simple en su función, pero lo que sucede para que disfrutemos de este sortilegio de libertad puede ser mucho más tenebroso de lo que imaginamos, como si estuviésemos en un film de terror en el cual lo siniestro se oculta a la simple vista y puede saltar sobre nosotros cuando estemos más desprevenidos. Y siempre estamos desprevenidos, cuando nos han señalado que todo está bien, pero justo es convenir que, realmente, no lo está.
Sin embargo, las reminiscencias con las cintas hollywoodenses no concluyen ahí. Recuerdo las películas de ciencia ficción en las cuales, nuestro mundo era atacado por especies alienígenas, que solamente pretender perjudicarnos. Sin embargo, aunque provenían del espacio exterior, desde hace mucho tiempo se encontraban entre nosotros, preparando el momento para iniciar su batalla destinada a dominar el mundo entero.
Esta revisión fílmica puede completarse con las cintas sobre la mafia, como el Padrino de Coppola o Buenos Muchachos de Scorsese, en las que los maleantes se reúnen en lugares inhóspitos o extraños a repartirse mercados, calles, precios y territorios.
Y en un supermercado chileno –quién lo hubiese dicho antes- como un realismo mágico que jamás gustó a las personas frías y racionales que, justamente, idean soluciones como éstas, están o pueden estar reunidas todas estas cintas juntas.
En primer lugar, suele estar a la entrada de cada supermercado una o dos farmacias que nos dan una bienvenida con coloridos letreros y productos en oferta, pero no es preciso caminar demasiado, por cualquier pasillo, para encontrarnos con pollos a granel o congelados, con papel higiénico o servilletas, con pescado congelado.
Y pareciera que todos estos productos están ahí porque se han cumplido las reglas para su venta sin que tengamos que abrigar que oscuros poderes han alterado su presencia y valor para incrementar sus ganancias hasta quién sabe qué límite y no precisamente por un afán de solidaridad o justicia distributiva e incluso se han comprados senadores para obtener leyes favorables en las cuotas de pesca de productos marinos.
Pudiera uno pensar que en un supermercado confluye el bien de todos: ofrecen todos los productores, en igualdad de condiciones y los clientes pueden optar por el precio y la calidad más conveniente, sin temor a un engaño, porque los productos y los precios están a la vista. Pero sería un error. Porque en nuestro país, lo productos no guardan relación en su precio respecto al costo más una razonable ganancia. No. A nadie le importa ser razonable. Ciertos jefes (tal como los mafiosos de las películas, solamente que aquí no usan traje cruzado ni hablan italiano) se han reunido, incluso en sitios extraños como un cuartel de bomberos, a repartirse mercados, cuotas y precios. Y si a Ud. no le quedaba un peso en el bolsillo por pagar sus precios, pues eso es lo que ellos precisamente querían.
Nos hicieron creer que el mercado era su lema, pero no era así. Éste era el slogan para nosotros, a ellos nunca les importó el mercado. Ellos no creyeron en nada, salvo en su dorada ganancia.
Son como seres alienígenas que nacieron para perjudicarnos y para apoderarse de un mundo en el que creíamos que tendríamos un lugar para elegir algo que quisiéramos comprar (éste fue el mensaje para derrotar toda ideología de izquierda, allá no había libertad alguna, aquí sí), pero era solamente un espejismo. Nunca tuvimos libertad de elegir producto o precio, todo lo controlaron ellos, como mafiosos repartiéndose nuestro esfuerzo de cada día, y desde hace un largo, largo tiempo.
Son seres verdaderamente dignos de temer, y lo increíble es que siempre estuvieron junto a nosotros, pero jamás lo supimos.