Corea del Norte amenaza de nuevo
Todas las sanciones y aislamiento impuesto, desde hace tiempo por Naciones Unidas, sólo agudizan el sufrimiento de una población esclavizada, sin consecuencias para el gobernante y su cúpula. Un tiranuelo ridículo con sus juegos de niño mal criado, si no jugara con armas letales y de alcances catastróficos.
Samuel Fernández I. es Abogado (UC), Magister en Derecho (UCEN), Embajador (r). Profesor de Derecho Internacional Público; Comportamiento Ético y Social del Abogado; y del Magíster en Arbitraje, de la Universidad Central de Chile. Académico de diversas Universidades, y de la Academia Diplomática.
Persiste la duda si Corea del Norte, en verdad, detonó una Bomba de Hidrógeno a comienzos de enero, superior a una Bomba Atómica, sin vigilancia alguna ni control internacional. No hay como comprobarlo, por sobre la propaganda norcoreana y el intento de las potencias, por sembrar la duda de tal capacidad. En todo caso, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, ha ampliado sus sanciones y restricciones a las existentes. Con la esperanza de que el régimen de Kim Jong-Un, entre en razón. Sin embargo, todas estas reacciones predecibles, tienen muy pocas posibilidades de tener algún efecto real, y el mundo prefiere mirar para otro lado e ignorar lo ocurrido. Total, Corea del Norte nos tiene acostumbrados a las amenazas delirantes, propaganda desmesurada y portadas en medios, sin que exista una consecuencia inmediata. Es posible que toda esa estrategia no tenga otro propósito que la mantención y afianzamiento de un régimen anormal, en pleno Siglo XXI, el que lógicamente no debería perdurar, a menos que las grandes potencias, y por sobre todo China, decidan lo contrario. Eso sí, el cómo y su costo, podrían tener consecuencias impredecibles para la paz de esa región y para el mundo. Sobre todo en momentos en que hay variadas situaciones más apremiantes que la arriesgan, en diferentes áreas, como Oriente Medio, Mar de China o el Norte de África.
Las bravatas del heredero de una dinastía comunista auto-impuesta, no pasarían de ser anecdóticas y penosas, si no fuera porque desde 1948 los Kim dominan el país, cuyos límites quedaron fijados por el Armisticio de 1953 que puso fin a la Guerra de Corea (1950-1953); nominalmente, pues la paz nunca ha sido acordada formalmente y la República Democrática de Corea, sigue técnicamente en guerra con la República de Corea, al sur. Un dominio absoluto, despótico, y excéntrico que mantiene en condición servil a una población automatizada y obligada a idolatrarlos, o a pagar con su vida. A cambio, no hay libertad alguna, viven en la mentira y cada cierto tiempo, padecen hambrunas y desnutrición. Un falso paraíso cuya propaganda ya no engaña a nadie. Lo grave es que perdura, se afianza y amenaza a todos, en particular a Corea del Sur. No se ha encontrado la manera de neutralizarlo. Todas las sanciones y aislamiento impuesto, desde hace tiempo por Naciones Unidas, sólo agudizan el sufrimiento de una población esclavizada, sin consecuencias para el gobernante y su cúpula. Un tiranuelo ridículo con sus juegos de niño mal criado, si no jugara con armas letales y de alcances catastróficos.
Queda la interrogante de cómo un país aislado, hermético y arruinado, de dónde saca recursos para avanzar en un programa tan costoso y de altísima tecnología, que otras potencias mucho más desarrolladas todavía no logran. Tal vez ahí esté la clave de la situación de Corea del Norte. Se responsabiliza a China, como país vecino y con innegables intereses. Pero sería simplificar una ayuda que seguramente cuenta con varios otros apoyos que nadie quiere denunciar, para no ser acusados de violar las sanciones internacionales. Realidad que lamentablemente permite que la anomalía de Corea del Norte y su gobierno trágico, subsistan.
Un paso en falso, o alianzas inconvenientes con regímenes o grupos violentistas que hoy abundan, harían variar el consabido esquema que permite sobrevivir a Corea del Norte, tal y como ha perdurado por casi setenta años, con una mezcla de engaños y argucias, avances y retrocesos. Un día amenaza, lanza cohetes o declara guerras, hace purgas violentas inclusive dentro de su propia familia o entorno. Al otro, tiende la mano y ofrece dialogar, en una táctica conocida, pero enormemente riesgosa. No sólo por la eventual capacidad atómica que pudiere haber desarrollado, sino por lo impredecible y desquiciado de quien la controla.
Un equilibrio muy precario en una zona que en el último tiempo da muestras de inestabilidad entre actores tan importantes como China, Corea del Sur, Japón, Vietnam y Rusia, empeñados en lograr supremacías militares, económicas y estratégicas. Y donde las potencias occidentales sólo pueden actuar de manera indirecta y sin incidencia en Corea del Norte, aunque Estados Unidos despliega bombarderos con armas atómicas como en plena Guerra Fría. Si Kim Jong-Un alcanzara el poderío nuclear que busca desde hace tiempo, esta vez sus amenazas tendrían otra dimensión, mucho más preocupante para todos.