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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Clientelismo y “patronaje” en democracia

"Al parecer nuestra elite gobernante se acostumbró a dirigir el país desde un concepto mediocre, cortoplacista y autocomplaciente".

Por Pablo Conn
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Pablo Conn es Ingeniero Comercial Universidad del Desarrollo.

Todo comienza con apretones de mano, abrazos, risas y champañas, brindando al compás de las promesas de eternas ilusiones, con fotografías mentales de un futuro mejor para quienes participarán de este “sueño” llamado gobierno de turno.

La asignación de puestos de trabajo, seguridad monetaria y protección social, a cambio de lealtad y obediencia, son notas musicales dentro de las canciones de precampañas presidenciales, que cada cuatro años cambia su titiritero. 
Las preguntas son muchas y muy variadas: ¿Por qué tenemos clientelismo? ¿Quiénes ganan y quiénes pierden? ¿Hace bien para nuestra democracia? Podríamos seguir haciendo muchas más preguntas como las anteriores y solo encontrar rabia y desilusión en la respuestas.

Al parecer nuestra elite gobernante se acostumbró a dirigir el país desde un concepto mediocre, cortoplacista y autocomplaciente. Un contexto donde existe una persona que tiene acceso a recursos y riquezas “infinitas” y, por otro lado, personas que están dispuestas a hacer cualquier cosa con tal de obtener esos recursos en juego.

El clientelismo se puede expresar en un amplio espectro; pago por votos, licitaciones al dedo, la distribución de puestos de trabajo según los desempeños de cada uno en las campañas, pero jamás se pensó en cuál puede ser el desempeño de esa persona en un cargo clave para la dirección de un país y que, luego, termina por un completo desastre e ineptitud en el cargo. Los culpables, nadie, y los perjudicados, los mismo de siempre: una inmensa mayoría que solo entregó su voto por un ilusorio programa de gobierno que suponía la ayuda para toda una nación.

Por otra parte, aparecen las “alianzas políticas” con un solo objetivo claro: seguir alimentando de poder a un ser de hambre infinita, subsidios del gobierno para tal o cual sector, favores a cambio de apoyo económico, apoyo comunicacional o redes de apoyo, las cuales pueden ser más grandes de lo que nos imaginamos.

Democracia, clientelismo y patronaje. Suena como que algo no está bien, como que las tres palabras no pueden estar sentadas en la misma mesa. Pero para sorpresa de pocos, ya son parte de un trío, que no pone a ninguno de los participantes celosos. 
Casos de corrupción público-privado, familias políticas (más que familias, dinastías políticas), amiguísimos, asignaciones directas, cargos de alta dirección pública, o las famosas empresas del Estado, en donde, paradójicamente, son fiscalizadas por ellos mismos. Sobre este punto, vale la pena detenerse.

A Codelco nunca se le ha visto involucrada en ningún caso de corrupción. ¿Por qué será? Tal vez por que son monjes tibetanos que renunciaron al pecado y los placeres, y su finalidad última es Dios y hacer bien su trabajo. Aun así tenemos personas que quieren más empresas estatales para ser fiscalizadas por ellos mismos. Es difícil enjuiciar a un familiar o a alguien que trabaja para un “nosotros”, pero cuidado con ellos, porque es en esos momentos donde se producen los abusos, ya que la justicia está del lado del los abusadores y no de los abusados.

En otras palabras, el clientelismo político frena el desarrollo económico, vicia la democracia, y permite a los grupos gobernantes mantenerse en el poder más tiempo de lo recomendado. En buen chileno: un “patronaje” de nunca acabar.

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