Malas Artes
A raíz de los datos que entregó la última Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural, en donde aparece que el Museo Nacional de Bellas Artes disminuyó en un 14% su convocatoria en 2015, algunas voces se han levantado para aprovechar de dañar a su actual director, Roberto Farriol.
Este domingo es el último día para visitar “La Exposición Pendiente” en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), una muestra cuyo contenido es tan potente como su historia: contiene obras de los tres principales muralistas mexicanos –Rivera, Siqueiros, Orozco– y en septiembre de 1973 estuvo lista para ser exhibida en el mismo recinto, pero el Golpe de Estado lo impidió, por lo cual los cuadros debieron viajar de vuelta a México en el mismo avión que la exiliada familia de Salvador Allende.
Esta notable muestra, esperada por décadas y que permite conocer la genialidad para hacer obras cubistas de Diego Rivera así como el talento de David Alfaro Siqueiros en formatos pequeños, es uno de los tantos aciertos que ha tenido el Bellas Artes en los últimos años. Sin embargo, y a raíz de los datos que entregó la última Encuesta Nacional de Participación y Consumo Cultural, en donde aparece que el MNBA disminuyó en un 14% su convocatoria en 2015, algunas voces se han levantado para aprovechar de dañar a su actual director, Roberto Farriol. Le enrostran, además, que el año pasado coincidió con el inicio de la entrada gratuita en el Bellas Artes, por lo que el museo debiera haber subido sus números de asistencia y, de ninguna manera, bajarlos.
Desde que el 2014 pasado se produjo una turbia polémica que significó la injusta salida de Diego Matte de la dirección del Museo Histórico Nacional, lo que de alguna manera se repitió en 2015 con oscuras maquinaciones que hicieron imposible la continuidad de Alejandra Wood en la dirección del Centro Cultural Gabriela Mistral -y eso que logró la increíble cifra de 5 millones de asistentes en 5 años- mi impresión es que hay que ser muy cuidadoso con el subtexto de críticas que se presentan en los medios de comunicación como enfocadas únicamente en la situación del arte local.
La dirección de los grandes museos y centros culturales, especialmente de los más icónicos como el Bellas Artes y el GAM, implican cuotas importantes de poder. Hay prestigio, redes, capacidad de influir y recursos (limitados, pero algo hay) tras el trono de estas instituciones, y el apetito por obtener este cetro muchas veces lleva al codazo disfrazado de “preocupación por la cultura”. Sumo a las anteriores aserruchadas de piso sufridas por Matte y Wood, mi humilde percepción como asiduo visitante del MNBA.
En los cuatro años que lleva Farriol a cargo de este buque, han pasado cosas muy importantes: desde la apertura de esa puerta que ahora comunica al MNBA con el MAC y que estuvo cerrada por 80 años, hasta la misma en entrada gratuita para ambos museos; desde muestras de muy alto nivel como la de Christian Boltanski -un gigante de la escena internacional actual- hasta la exhibición del fotógrafo chileno Sergio Larraín, así como ese golpe a la cátedra que significó la renovación de la Colección Permanente bajo la mirada de tres curadores o la extraordinaria muestra del escultor Sergio Castillo.
No hay duda de que el ideal de un museo es tener exhibiciones de calidad, una intensa gestión cultural y un aumento sostenido del público. Pero si hay que elegir, me parece que las dos primeras se cumplen en este caso con creces. El público, los asistentes, los números que tienen que ver con tickets cortados, dependen de muchos factores que a veces van más allá de las capacidades de las mismas instituciones. ¿O alguien le va a echar la culpa al mandamás del Bellas Artes por el reciente paro de la Dibam, que significó que el museo estuviera cerrado por varias semanas? Sin duda que eso va a afectar el resultado de la próxima medición y seguro también que van a aparecer los críticos “desinteresados” que olvidarán ese detalle. Como decía el gran Nemesio Antúmez, ojo con el arte.