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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El valor de no hacer nada

"Hacer de nuestra vida una con sentido sólo es posible si nos damos tiempos de quietud. Reflexiona y escápate de la rutina para probar momentos de quietud o de no pensar".

Por Constanza Prenafeta
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Constanza Prenafeta es Experta en terapias para restablecer el biorritmo, cosmetóloga, maxofilaxista y terapeura. Actual directora del centro de relajación y Spa Mandala. www.spamandala.cl

El trabajo es una parte de la vida, pero el descanso, el ocio y el relajo también. No pueden existir sin estar relacionados. El problema se desencadena cuando la parte activa de tu vida supera con creces los tiempos de tu parte pasiva.

Así vamos olvidando el valor de la siesta, del café conversado, de la sobremesa, de una caminata sin rumbo mirando con ojos de niño el entorno. La contemplación pasiva y el relajo se han vuelto escasos en nuestra ciudad. Trabajar y producir, ganar y facturar son las metas más apreciadas.

Es frecuente ver a la gente concentrada en sus problemas, en las cuentas que pagar, en cómo posicionarse en un trabajo, siempre con sus celulares en la mano, aislados del mundo y a la defensiva. Menos son aquello que simplemente pasean, viviendo, sintiendo lo que el mundo tiene para darles. Esa contemplación ociosa no es mala, pero ya no es la regla, si no la excepción. ¿Se gana con no hacer nada? Sí, mucho. Ganas salud, ganas amistades, recuperas familia y vuelves a sentirte una persona completa. No tiene una valoración económica, pero sí cuando recuerdas que el tiempo es oro, y ese oro lo estás disfrutando tú.

Tantas actividades no te permiten ver el valor del ocio, porque no te das el tiempo para una pausa, instancia en la que podrías ordenarte. Sólo en la quietud está la templanza propia de la sabiduría. Hacer de nuestra vida una con sentido sólo es posible si nos damos tiempos de quietud. Reflexiona y escápate de la rutina para probar momentos de quietud o de no pensar.

El proceso de reflexión y disfrute de lo simple, de estar con uno es parte de tomar las riendas de tu vida y entender que la haces tú. Responsabilizar al sistema por tu ritmo vertiginoso que se traduce en estrés, es no hacerse cargo e ir a la deriva. Somos dueños de nuestro destino. Empoderarse y comenzar a disfrutar de los momentos que elegiste es parte de la libertad de decidir entre una enormidad de posibilidades la que te haga más feliz.

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