Yo quiero a Camila Vallejo en los libros escolares
¿Es acaso una aparecida que no merece ningún reconocimiento histórico? ¿Es sólo una mujer bonita que tuvo suerte en una política masculina? La respuesta es no.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Una nueva polémica se formó en torno a la figura de Camila Vallejo. En este caso se debe a su aparición en libros de octavo básico. Cuando se supo esto, personas comenzaron a decir que eso era proselitismo, que cómo era posible que una diputada comunista apareciera en textos de niños chicos. Algunos iban más lejos y lo atribuían a una campaña de adoctrinamiento ideológico comandado por el PC para así envenenar las puras y prístinas conciencias de nuestros jóvenes.
Si es que uno deja de lado todos estos dichos para la galería repletos de odio ideológico hacia quien está al frente en la lucha de las ideas, podría sentarse y analizar la historia de estos últimos años y preguntarse quién es realmente la ex dirigente estudiantil. ¿Es acaso una aparecida que no merece ningún reconocimiento histórico? ¿Es sólo una mujer bonita que tuvo suerte en una política masculina? La respuesta es no. Camila es protagonista de los procesos históricos de los últimos 5 años, por lo que-según creo- merece estar incluso en los libros de historia que se escriban hacia el futuro. Y ojalá sean repartidos por el Ministerio de Educación.
¿Adoctrinamiento de nuestras juventudes? A lo mejor sí. Toda persona que pasa por el colegio es un poco adoctrinada. Eso del amor a la bandera patria y el cariño para un himno nacional que a muchos no nos dice nada, es una manera bastante cruda de someternos a ideas y símbolos que aún no nos explicamos por qué tenemos que adorar sin que medie raciocinio alguno.
Pero bueno. Esos son los lemas y los discursos de Patria y Libertad de quienes ganaron. De quienes nos convencieron de que lo suyo no es una ideología de la peor estofa, sino “lo que debe ser”. Si hasta hace poco les decían a nuestros niños que el peor dictador que ha nacido en estas tierras nos había salvado. Y ahí no había mucho que decir. Sólo acatar, guardar la rabia y mirar para el lado porque eso no era un lavado de cerebro, sino algo que decía relación con argumentos nacionalistas que debíamos adscribir porque sí. No había más discusión.
Lo cierto es que hoy ya no estamos para esas salvajadas porque, aunque los periódicos digan lo contrario, las ideas de izquierda y su protagonismo en la sociedad muestran robustez con personajes como Vallejo. Lo que pasa es que no queremos darnos cuenta. Queremos creernos el cuento de que no debemos tomar los espacios de la historia, sino que dejárselos a esas estatuas polvorientas de personajes que vienen del mismo lugar. Del mismo espacio ideológico que comparten quienes escriben la realidad.
¿Queremos, quienes creemos ser progresistas, seguir regodeándonos con los héroes patrios de cartón de este Chile construido en los fundos y solidificado bajo los neoliberales bototos militares? Yo no. Yo quiero reconocer que hay personajes históricos que en la actualidad piensan Chile desde un partido que fue excluido. Quiero que la batalla ideológica se dé de manera interesante y no subyugándonos frente al dogma más fuerte, sino enfrentando ideas, de una vez por todas.
Por lo mismo es que me alegra que la diputada Vallejo aparezca en un libro en el que los escolares puedan conocerla. Me interesa que la política cobre su valor por medio de hombres y mujeres que no le den nombre a calles, sino que son de carne y hueso y uno de los pueda encontrar a diario. Lo demás son berrinches de quienes no quieren decirnos el susto que sienten con la sola idea de que la discusión se democratice. Y, les digo: me gusta que sientan miedo. Porque del miedo de las elites, surge la compresión de la política como algo que nos compete a todos.