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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La conciencia de clase de Anita Tijoux

Anita Tijoux nos recordó que existen clases y que mientras no haya una percepción clara de ello, seguiremos sin entender cuál es el principal problema de Chile: que es que no habrá lucha ni ideas que valga la pena si es que los sectores que se encuentran en desmedro no se dan cuenta de que no ha cambiado nada.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

En el marco del Festival de la Vendimia de Curicó, Anita Tijoux presentó a Pedro Ruminot de una manera muy particular e interesante. La rapera chilena hizo alusión a Cecilia Bolocco, quien se encontraba coanimando el evento, al decir que si bien no asistió a ningún cumpleaños de Pinochet y no tiene una figura rubia y alta, tenía el honor de llamar al escenario al comediante.

Estas palabras fueron de inmediato reproducidas por todo el que se ha hecho un festín con la cantante nacional desde que le gritaron “cara de nana” en un Lollapalooza. La tildaron de resentida, de rota, y calificaron de innecesarias sus palabras. Y es que pareciera que siempre lo cierto es innecesario y molesto, sobre todo en una sociedad en donde los únicos que tienen derecho a mostrar su conciencia de clase son quienes se encuentran arriba. Porque eso hizo Anita: demostrar que la lucha de clases existe y está vigente, por lo que es necesario marcar posiciones al respecto.

Tal vez suene muy marxista, pero me parece que lo que dice Tijoux tiene mucho de real. Sobre todo si es Cecilia Bolocco el ejemplo con el cual ella quiere hacer valer su punto, porque si bien la otrora miss Universo no pertenece a la vieja oligarquía nacional, lo concreto es que forma parte de un Chile que se desclasó y prefirió escalar antes que asumirse como tal. Un país que convirtió a la aspiración en una manera de darles la razón a quienes nos decían que la lucha de clases era un invento comunista mientras ellos aprovechaban de ganarla despolitizando a la ciudadanía.

Anita Tijoux nos recordó que existen clases y que mientras no haya una percepción clara de ello, seguiremos sin entender cuál es el principal problema de Chile: que es que no habrá lucha ni ideas que valga la pena si es que los sectores que se encuentran en desmedro no se dan cuenta de que no ha cambiado nada. Y que el mercado no arregló ningún problema ni menos trajo la esperada movilidad social, ya que en Chile o eres de la elite o tratas de unirte a ella de cualquier forma sin que medie moral ni ética.

A lo mejor eso vio la otrora Makiza en Bolocco. Quizás su crítica no fue a una aristocracia inexistente en la sangre que corre por las venas de la mayor de las hermanas “sensación” de la familia chilena, sino que criticó por medio de ella a ese país que se olvidó de su pasado y lo cambió a cualquier precio. Porque eso es el pinochetismo, movimiento del que Cecilia es una de las figuras principales sin querer queriendo: una corriente sin pasado, sólo con presente. Un presente que lucha por borrar las huellas de lo que se fue o se pretendió hacer. En eso por lo menos consistió el trabajo de la revolución Pinochetista para aniquilar el proceso sociocultural de la UP.

Por esto es que el gesto realizado en Curicó no tendría por qué mirarse de otra manera que como un acto que llamaba a la reflexión en un contexto actual demasiado indignado para darse cuenta cuál es el gran vicio ante el que ha sucumbido nuestra patria. Porque estamos tan atentos en ver quién ha robado más, que nos hemos ido convirtiendo en una masa muchas veces inerte y sin claridad de que la inmovilidad social ha carcomido nuestras batallas, nuestras pretensiones. Y si no entendemos esto, entonces seguiremos reaccionando a manifestaciones políticas como la de Tijoux desde la ignorancia y la descalificación.

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