Los abrazos que ya no sirven
Los verdugos de nuestra civilización crecieron en una sociedad gobernada por psicópatas aferrados al poder. Tuvieron la facilidad para traficar petróleo barato y ahora ingresan el dinero suficiente para autosustentarse. Se les preparó en las artes y estrategias de matar.
María Teresa Larraín es Periodista.
Barack Obama regresa a Estados Unidos convencido de que con el abrazo en Cuba se pone fin definitivamente a la Guerra Fría, situación que la historia selló tras la caída del Muro de Berlín en 1989. Con ello, el derrumbe de los países integrantes de la Unión Soviética.
La alegría que generó el abrazo de Obama con Raúl Castro, Presidente de Cuba, se convirtió en una tragedia, al constatar una vez más cómo el terrorismo cobra víctimas que siembran a Europa de muertos. Con ello, más allá de abrazos, nace el miedo y la angustia por sobrevivir al terror.
Son pocos los líderes políticos mundiales que se miran al espejo y se preguntan: ¿qué hicimos? Viven en el salón de la soberbia, donde unos privilegiados se arriman al poder sin importarles el costo que el resto de la humanidad tiene que pagar por mantenerlos en la cima. Día a día atiende los mensajes: la democracia está en crisis. El culpable ya no es el comunismo, sino el Islam, en especial los que siguen el yihadismo o, más bien, los que integran el Estado Islámico. De tanto nombrarlo, empoderan a un grupo que hace diez años crecía a la sombra de las corporaciones petroleras y de los servicios de Inteligencia que las sostienen.
Entonces, ¿qué hacer frente a un grupo de enfermos mentales que matan con bombas a inocentes? ¿No ha sido esta sociedad, la nuestra, la que los inoculó y les dio las herramientas para sembrar el terror? Les vio crecer en el odio y no les detuvieron. Marginados de todo bienestar y de la armonía que una nación requiere para crecer, los derrotados o frustrados sociales solo atinan a un objetivo: no seguir como ratas, sino convertirse en leones. No les importa morir en el intento; total, el infierno lo viven acá. El cielo se les presenta con mil vírgenes de premio.
Lo que pasó en Bruselas es consecuencia de un odio enfermizo, pregonado por seres ocultos que actúan independientes el uno del otro. Ellos hablan de venganza y abrazan la voz de Alá, como si este fuera artífice del odio; no del amor. Cada uno ha aprendido de quienes destruyeron sus culturas, saquearon sus templos y violaron y mataron sus mujeres. Como buenos aprendices, hacen lo mismo.
Han presenciado el horror en el Medio Oriente. Mientras Barack Obama habla de una nueva era, en Siria y en los países de la región, la hoguera se esparce en medio de aviones no piloteados, drones de la muerte que penetran hogares y matan sin sentido a familias enteras.
Las armas mortales de las Fuerzas Armadas que conforman la OTAN siguen destruyendo Siria y el Medio Oriente: permanecen en Afganistán con la excusa de ser protectores de la democracia. A ellos se ha unido también Rusia y, aunque este país ha anunciado su retiro del conflicto en Siria, permanece en las cercanías para defender sus intereses en la región. Los inocentes que murieron en Bélgica y en París en noviembre pasado son las nuevas víctimas del odio y la locura colectiva.
Los verdugos de nuestra civilización crecieron en una sociedad gobernada por psicópatas aferrados al poder. Tuvieron la facilidad para traficar petróleo barato, y ahora ingresan el dinero suficiente para autosustentarse. Se les preparó en las artes y estrategias de matar; fueron mercenarios financiados por las multinacionales del petróleo para liquidar otros pueblos; hermanos de raza y sangre, cuyo único pecado era no pensar o rezar como ellos.
Sin embargo, de tanto espanto, hay una luz: el debate inteligente y humilde gestado entre quienes manejan el poder y orden de Occidente, incluidas las iglesias. Se deberá poner fin al abuso de un capitalismo feroz buscando alternativas político-económico-religiosas, donde el hombre sea el fin y no el artífice de la codicia o el materialismo que nos corroe. Un humanismo amable, cercano y que potencie a cada uno en su esencia, sin importar su color de piel, raza o religión.
Se podrá decir que estas líneas nacen de una ilusa. No. En estos últimos días, sociólogos y cientistas políticos demandan una revisión a fondo al sistema imperante en Occidente. De no hacerse, la destrucción no solo llegará desde el Estado Islámico u otros; vendrá de la mano de nosotros mismos. Durante más de tres mil años se usó la cruz y el garrote para imponerse.
Es de esperar que el abrazo de Barack y Raúl nos devuelva el sentido común a nuestras vidas. De no ser así, en poco tiempo caeremos de rodillas. Y no habrá abrazos que sirvan.