Macri: Bienvenida la sorpresa…
De ser un empresario sin tantas luces debajo del ala de su padre, al éxito de Boca Juniors, a una gestión razonable en la Ciudad de Buenos Aires, a ser considerado por Obama como modelo de liderazgo para Latinoamérica.
Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.
Hace apenas un año y medio atrás, era impensado que Mauricio Macri pudiera arrebatarle la elección al gobierno kirschnerista, y más aún, hacerlo sin soporte alguno del peronismo clásico disidente con el archivado modelo K.
Hace casi un año, y enfrentando las ironías del poderoso aparato K, pudo armar una coalición política tan diversa como poco auspiciosa en su momento, pero coalición al fin.
Hace 8 meses triunfó en las primarias y de pronto se transformó en un verdugo real del peronismo revolucionario, haciendo lectura y aprovechamiento de cada uno de los errores groseros de la campaña K.
Y ganó. Como él quiso. Solo e independiente del peronismo clásico que sofoca para llegar al poder.
Ya elegido presidente, llovieron las críticas y hasta cierto tono risueño indicando que el país no es la empresa de la familia, ni siquiera Boca Juniors (del que fue un presidente transformador) y que su perfil político era bastante precario.
No solo sus detractores, sino hasta quienes lo votaron para evitar la continuidad K lo hicieron con un total descreimiento del potencial estratégico del “empresario”.
Hasta se lo llegó a comparar con Sebastián Piñera, cuyo vuelo político dejó bastante que desear más allá de intentos de acciones puntuales de gestión. Y Macri no es Piñera. Al menos, escucha y aprende…
Entonces, nada de todo lo apocalíptico sucedió. La política es la dinámica de lo impensado, y Macri también. Apenas asumió tomó el poder con naturalidad y con un grado de neutralidad sorprendente.
Planteó su objetivo de volver a la normalidad, a que La Argentina se reencuentre con el mundo, a reconocer funcionarios prestigiosos del gobierno K y sostenerlos, y a expulsar del Estado a todos aquellos que confunden la función pública con el activismo político.
Adoptó medidas típicas de un modelo autocrático con decretos de “necesidad y urgencia”, como por ejemplo nombrar dos jueces. Se retractó y reconoció el error. Sabe que la estrategia también es aprendizaje.
Tenía claro que la cosa venía difícil con una oposición que en el Congreso iba a disputarle cada proyecto y potencialmente boicotearlo y maniatarlo. Pero de pronto, escuchó y escuchó a sus bien elegidos asesores políticos, y se transformó en un vidente y en una araña a la vez.
El vidente que asegura un modelo de país más normal y potencialmente deseable para vivir. Un verdadero motivador para una sociedad en crisis. La araña que teje y teje acuerdos políticos para torcer el rumbo de diputados y senadores opositores y sumarlos al proyecto de normalidad que tanto pregona.
Negocia con los fondos buitres, vuelve al FMI, sube las tarifas para que La Argentina no se quede sin luz, ajusta cuenta con los potenciales corruptos y carga contra aquellos temas oscuros (El caso Nisman, por ejemplo) que tanto daño hace a la sociedad.
Pero esto que parece ser parte de un lado de la grieta, se complementa con la preocupación por el tema DDHH, con la pobreza y con una muestra de austeridad con autoridad entre sus colaboradores.
A diferencia de otros gobiernos de coalición, invita a todos a la mesa y son verdaderos aliados a la hora de cerrar filas. Desorienta a una oposición que cada vez tiene menos para decir, sólo mantener un gastado discurso setentista que se disuelve de a poco.
Macri se dio cuenta de la política porque es político. Macri toma decisiones relacionadas con la normalidad porque intenta promover una nueva normalidad desde una nueva política.
Macri pudo alinear y cohesionar a su coalición tan diversa y generó una red conversacional con opositores a partir de mostrar que no hay derecha ni izquierda en su relato. Macri aprende y desaprende. Y aprendió también un relato propio.
De ser un empresario sin tantas luces debajo del ala de su padre, al éxito de Boca Juniors, a una gestión razonable en la Ciudad de Buenos Aires, a ser considerado por Obama como modelo de liderazgo para Latinoamérica.
Será para tanto? No lo sé. Pero algo suena normal y eso ya es mucho. Estamos en presencia de un político que hace su política, con vaivenes, con pragmatismo para hacer de ideologías antagónicas algo complementario. Suma ideas cuando otro las rechaza.
Una grata sorpresa. Que se repita. Al menos para poder conversar sin que ningún iluminado crea que esta parte del mundo es un rebaño.
Bienvenido.