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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La resaca de la Reforma Laboral

Hay que seguir buscando desmontar la legalidad pinochetista. Sabemos que la lucha por una Reforma Laboral de verdad es apenas una parte de una pelea más grande, por cambios profundos.

Por Pablo Padilla Rubio
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Pablo Padilla Rubio es Coordinador del Frente de Trabajadoras y Trabajadores de Revolución Democrática

El trámite de la Reforma Laboral, en lo sustantivo, casi llega a su término. Y, tal como se anunciaba, para los trabajadores trae mayormente retrocesos. Al final, lo que queda es la resaca y el malestar de una ley que consolida y perfecciona la explotación, más allá del amplificado lamento empresarial.

Sólo por enumerar algunos puntos, se puede mencionar la huelga con reemplazo; la judicialización y burocratización de la huelga; el aumento de quórums en Pymes; los pactos de adaptabilidad que atacan la jornada de 8 horas, entre otros, que dañan directamente al movimiento sindical.

Los pocos avances, como la titularidad sindical o la eliminación de la extensión de beneficios, casi pasan desapercibidos ante tamaña ofensiva patronal. El que algunas indicaciones hayan pasado a comisión mixta (como la huelga pacífica, la negociación de sindicato interempresa y el derecho de información), quedará como una anécdota en un proceso nefasto.

Pero eso, lejos de hacernos bajar los brazos, tiene que servir de incentivo para la reflexión y la acción. A los trabajadores nos cabe hacer una autocrítica en cuanto a no haber sido capaces de construir unidad en torno a este tema. Nos desgastamos en querellas y recriminaciones y no fuimos capaces de levantar el tema y generar una presión social que neutralizara el lobby empresarial. Construir un sindicalismo activo y unitario es la prioridad desde hoy para levantar una verdadera Reforma Laboral, no como la que se termina de votar. Un sindicalismo activo, crítico, politizado y movilizado, es esencial para que pase esta feroz resaca.

Desde los movimientos políticos y sociales, esta autocrítica pasa por no haber construido suficiente unidad en la acción. Nos dispersamos, nos distrajimos y la cocina senatorial funcionó. Una marcha masiva como la del 22 de marzo hace un año, habría puesto más presión en el Congreso. Da para meditar qué hubiera sido distinto si esa misma movilización hubiera acompañado a todo el proceso y no sólo al final, cuando todo ya estaba resuelto. Es claro que la CUT llegó tarde a la hora de poner a la ciudadanía en la calle. También es cierto que los críticos de la misma CUT no tuvieron la fuerza suficiente como para llegar a encabezar por su cuenta un movimiento que incidiera en la agenda legislativa.

La Reforma nos deja trabajo entonces. Y no para el futuro, sino para hoy. Las indicaciones pendientes son en sí mismas temas que no hay que dejar de lado. No mejorarán la Reforma (que en tanto “Laboral” está clínicamente muerta), pero son temas que deben tratar de ser salvados, como quien rescata enseres de un incendio.

Hay que seguir buscando desmontar la legalidad pinochetista. Sabemos que la lucha por una Reforma Laboral de verdad es apenas una parte de una pelea más grande, por cambios profundos. Ellos pasan necesariamente por la otra gran reivindicación, que es la Asamblea Constituyente, demanda que, ante casos como el de esta reforma fallida, toman mucha más importancia. Más aún cuando desde la derecha se anuncia, una vez más, que recurrirán al Tribunal Constitucional para bloquear los escasos avances de la ley.

En definitiva, los que buscamos construir un Chile nuevo, de derechos y no de privilegios, quedamos con tarea pendiente. Tarea que comienza hoy. En lo urgente: hay que hacer conciencia de que es mucho más lo que se retrocedió que lo que se logró. Y por sobre todo, desde la crítica y la autocrítica, la prioridad es construir, de una buena vez, la unidad de los trabajadores. Sólo así se podrá luchar por una Reforma Laboral de verdad. Una que mejore la situación del pueblo trabajador. Y que nos deje sin resaca.

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