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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Buenos muchachos…(Y muchachas)

El financiamiento de campañas, el enriquecimiento por información privilegiada, la generación de negocios facilitados por la sola capacidad de decidir sobre recursos a veces ilimitados, no son actos que se planifican desde el poder. Vienen desde el origen de quien lo realiza.

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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

La política es el arte de lo posible y también el arte del equilibrio para poder sostener las estructuras de poder. Así como sucedió y sucede en todos los casos de corrupción, de denuncias y de situaciones conflictivas en los que alguno de los integrantes del “club” pueda quedar en riesgo extremo y se genere un conflicto social generalizado. Hay que cuidar las formas…

La política es también tejer la telaraña que permite alcanzar la cima del poder. En las empresas, en organizaciones. En países.

El acceso al poder es el propósito para alcanzar otros propósitos, que en una empresa será el valor económico y la acumulación de riqueza, pero que en un país ese propósito deberíamos transformarlo en un concepto de bienestar.

Es decir, la política para alcanzar el poder en un país debería tener un propósito altruista y un compromiso con los que componen la sociedad que creyó en la promesa de quienes acceden al gobierno.

Es común escuchar lo negativo del poder y la política, casi como disparador inmediato de actos de corrupción, pero no es así.

No es el poder el que ciega. Lo que incita a la voracidad se da antes de tener el poder. Son los intereses.

La corrupción no es culpa del poder, ni de la política. Es solo culpa de los intereses de los involucrados, y también la tentación de decidir casi sin límite. ¿Que lleva a empresarios y ejecutivos devenidos a políticos a una carrera por el poder a nivel país? Si pensamos que esto es la esencia del ser humano como devastador, como animal insaciable, estamos perdidos.

El financiamiento de campañas, el enriquecimiento por información privilegiada, la generación de negocios facilitados por la sola capacidad de decidir sobre recursos a veces ilimitados, no son actos que se planifican desde el poder. Vienen desde el origen de quien lo realiza.

Por lo tanto, cualquier juramento de austeridad o de sacrificio, hay que tomarlo como un falso discurso publicitario.

Nadie está exento.

Como aquellos que hasta omiten en su declaración jurada patrimonial inversiones offshore en paraísos fiscales panameños. Más de 140 jefes de estado vigentes y no, aparecen con inversiones (Lavado ó evasión?), al igual que cientos de empresas y empresarios. No voy a opinar sobre éstos últimos, me interesa sobremanera quien conduce los destinos de un país, que tratan de mostrar transparencia cuando las cosas necesitan aclararse porque se ven demasiado turbias.

Si un jefe de Estado miente su declaración jurada patrimonial y “omite” (Como en el caso de Macri) inversiones “olvidadas” en Panamá, todo intento de liderazgo se tiñe de una dudosa promesa de probidad y ética.

En estos tiempos mezquinos, la confianza es el bien más escaso.

Lo es también en el caso de suponer una vida austera pero generar negocios en beneficio de su partido para seguir tendiendo poder en su partido (Lo hizo Mujica en Uruguay).

Nadie se salva. Ni supuestos burgueses “de derecha” ni los supuestos progresistas populistas cuyos testaferros están en todas las páginas de documentos por inversiones off shore.

La grieta política de la que tanto se habla, se diluye en los paraísos fiscales. Nadie se salva y todos están salvados.

Va a costar crear una red de confianza en un marco de desengaños. Y confiar es mucho más que esperar resultados exitosos.

La eficiencia no reemplaza la confianza. Robar pero hacer no es una buena consigna.

Dejemos de creer en los reyes magos…

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