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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La hora decisiva del movimiento estudiantil

Quizás uno de los triunfos más concretos del movimiento estudiantil pueda significar su misma derrota. El gobierno ha tomado los titulares de nuestras demandas y eso ha difuminado nuestra capacidad de diferenciarnos. El mejor ejemplo de esto ha sido la “gratuidad” por glosa.

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Revolución Democrática es Somos un movimiento político que busca construir una democracia participativa en Chile, nacimos de las movilizaciones del 2011 y venimos para aportar a construir un Chile solidario e inclusivo para tod@s.

Pamela Fierro – Secretaria General Frente Estudiantil Revolución Democrática
José Ramírez – Frente Estudiantil Revolución Democrática

Cada marzo parece renacer la esperanza y hace años venimos escuchando que este sí será el año decisivo para el movimiento estudiantil, pero lamentablemente desde el 2011 que el anunciado año parece no llegar. Habrá que reconocer, entonces, que el “año decisivo” no puede nacer de la nada: ningún movimiento social de mayorías ha surgido espontáneamente, se trata de algo que se construye colectivamente y esa construcción pasa por un trabajo político y territorial, ligado a una claridad en las propuestas empujadas.

La historia nos exige hacer un correcto análisis del momento actual, y en base a eso, definir una estrategia nueva. Como Pablo Iglesias reclama, en la política para las transformaciones “No hemos elegido el terreno, lo hemos recibido”. Luego, ¿Cuál es es el escenario actual? Lo cierto es que no es nada fácil.

Quizás uno de los triunfos más concretos del movimiento estudiantil pueda significar su misma derrota. El gobierno ha tomado los titulares de nuestras demandas y eso ha difuminado nuestra capacidad de diferenciarnos. El mejor ejemplo de esto ha sido la “gratuidad” por glosa. Sabemos que esta medida es completamente insuficiente y que sin una reforma estructural real, podremos terminar con una educación de mercado, pero financiada por el Estado, una especie de “educación superior particular-subvencionada”. Sin embargo, ¿cómo evidenciar a la ciudadanía las diferencias de nuestra demanda con la apropiación que de ellas ha hecho el gobierno?

Aquí hay dos trampas posibles:

1. La primera es patear la mesa. Decir que nada ha pasado y todo sigue igual. El problema con esta falsa radicalidad es que será muy fácil para el gobierno desmontarla aludiendo el innegable alivio que es para las familias que acceden a la gratuidad dejar de pagar.

2. La segunda es empezar a disputar la arena tecnicista. Involucrarnos en la infinidad de detalles y micropeleas de los detalles de la ley. El resultado de esto sería, evidentemente, una desmovilización y desafección por parte de las mayorías. Las indicaciones a las leyes pueden ser muy importantes, pero reducir el debate a ellas, nos reduce a la burocracia del proceso legislativo. Nadie sale a marchar por una indicación.

La solución al complejo escenario no es fácil. Será necesario profundizar la demanda de la gratuidad, asumiendo que ésta no puede resultar en una mera transferencia de recursos. Por otro lado, tenemos que reconquistar las ideas que hace unos años ya eran parte del punto de partida, volviendo a convertirlas en necesidades históricas. No habrá reforma real sin movilización masiva y contundente y no habrá movilización masiva si no somos capaces de sortear las dos trampas, diferenciandonos del gobierno de manera clara, coherente y unitaria.

A estas dificultades, sin embargo, hay que reconocer una gran oportunidad para el 2016. Vivimos en días de desprestigio a la actividad política. La actividad política se ha denigrado a un nivel que nuestra generación no había conocido antes. El movimiento estudiantil debe identificar este escenario y convertirlo en una oportunidad para el nacimiento de algo nuevo, representando el germen de una alternativa en que la política esté al servicio de las mayorías. Las fuerzas políticas que hemos emergido al calor de la lucha social y estudiantil, savia nueva para un nuevo ciclo, debemos impulsar la creación de una institucionalidad coherente con una provisión gratuita de la educación superior.

El movimiento estudiantil ha protagonizado en los últimos diez años la crítica al modelo neoliberal impuesto por la dictadura y administrado por la Concertación. Este 2016 el desafío que se nos presenta es convertir esa crítica en transformaciones reales, que hagan de Chile un país más justo y solidario. Impulsar una demanda con vocación de triunfo debiera ser la tarea prioritaria de las fuerzas políticas que han emergido junto a este ciclo de movilizaciones. Las condiciones nunca han sido sencillas, pero en nuestras voluntades reside la fuerza que podrá ir cambiando la historia.

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