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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La tormenta perfecta

Parecemos un país flojo y ambicioso, que busca siempre la ley del mínimo esfuerzo para conseguir el máximo de ingresos en el menor tiempo posible, y si nos vamos a la definición, eso ni siquiera es capitalismo. Hay que recordar que esta forma de actuar, es solo para una élite cerrada, la que genera baja rotación de fortunas y su correspondiente retención, poca oportunidad de nuevas ideas y empresas, falta de recursos para invertir en el futuro, monopolio del poder y finalmente transformarse en el tapón que estanca el país.

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Gonzalo Larenas es L&C Consultores, Licenciado en Letras y Literatura, Gestor Cultural, Magíster en Educación y Profesor de la UNAB.

Si fuéramos meteorólogos sociales, estaríamos advirtiendo que los factores se están alineando para conformar una posible tormenta perfecta, pero no podemos quedarnos en las típicas especulaciones, ni menos en la crítica fácil y ridícula, culpando políticamente al que esté más cerca de todo lo que está pasando, debemos hacer un análisis amplio, que busque en la historia el cómo hemos ido cultivando esta situación, porque hasta ahora no logramos ver el bosque, nos siguen tapando los árboles.

Tenemos una creciente posibilidad de seguir avanzando peligrosamente a una crisis económica, porque confluyen dos factores que determinarán las consecuencias de este frente de mal tiempo para Chile y toda Latinoamérica. El primer factor, que es el más importante, es el externo, apoyado con deficiencias internas. Seguimos como continente dependiendo de materias primas, las que han bajado drásticamente en el mundo, afectándonos sobre todo por la baja en China. Esto nos da una primera señal para alejarnos del mapa y ver en el concepto histórico lo que estamos haciendo. No aprendimos nada de la crisis del salitre, seguimos vendiendo y dependiendo de la extracción de mineral que tarde o temprano se acabará, siempre y cuando no exista antes un componente sustituto, como el grafeno, que hace años se encuentra al borde de sacar al cobre de la cancha, con una mayor versatilidad, menor costo y mayor eficiencia. Muy poco hemos invertido en I+D+i, concepto que nos llevaría a revertir esta situación, agregando valor a lo que vendemos, en otras palabras y como ejemplo muy simple; no venderíamos el litio a un peso, sino que venderíamos la batería lista, con la que se hace con litio, a mil pesos. Lamentablemente como país extractivo es más fácil y barato vender lo bruto, y ni siquiera, porque como sabemos, son otros los que venden a buen precio las materias primas en minería, a nosotros nos llega el arriendo de la casa, con la que apenas pagamos los gastos. Parecemos un país flojo y ambicioso, que busca siempre la ley del mínimo esfuerzo para conseguir el máximo de ingresos en el menor tiempo posible, y si nos vamos a la definición, eso ni siquiera es capitalismo. Hay que recordar que esta forma de actuar, es solo para una élite cerrada, la que genera baja rotación de fortunas y su correspondiente retención, poca oportunidad de nuevas ideas y empresas, falta de recursos para invertir en el futuro, monopolio del poder y finalmente transformarse en el tapón que estanca el país. León Gieco sigue teniendo razón; “el 1% quiere esto torcer, el 9% tiene el poder, de lo que queda el 50% solo come y el resto se muere sin saber por qué.”

Por otro lado, y como segundo factor, tenemos una crisis interna, agrandada como combo de Mc Donalds, con extra paranoia y mucho miedo, y como somos un país saltón, histérico e inseguro, colapsamos la economía interna, dejamos de invertir, de comprar, hasta de salir de la casa. Es tan ridículo que si un día aparece que subirá la bencina o que se demorará el relleno de alguna estación de servicio, son capaces de colapsar las calles por horas en busca de petróleo o bencina, sin importar nada, como si fuese el fin del mundo.

Agreguemos a este último factor interno el de una política mediocre, con autoridades metidas en constantes escándalos de corrupción, más preocupadas de los votos que del futuro, atacándose unos a otros como un gran circo grotesco, al servicio de la misma élite que sigue controlando todo, transformándose en bufones del rey.

Pero no todo es tan terrible, estos mismos factores que parecen muy peligrosos, también tienen un lado positivo, somos uno de los países más equilibrados en América Latina, lo que se refleja siendo uno de los países más confiables y seguros para invertir, una estabilidad no solo económica, sino también política, que a pesar de toda la crisis de confianza y liderazgo que estamos viviendo, las instituciones siguen funcionando y cumpliendo sus roles, no caemos en el caos tan fácilmente, pero tampoco debemos aprovecharnos de eso, como lo vemos ahora, donde pareciera que algunos se burlan de una ciudadanía que saben no reaccionará con nada, porque en Chile todos seguimos trabajando, al otro día todos al trabajo y como si nada hubiese pasado, nos guardamos ese malestar social y seguimos. Recordemos que un día eso puede explotar, ya no solo en marchas y desmanes aislados, sino en crisis reales, así lo señala nuestra historia, tal como nuestros terremotos y volcanes, nosotros también vamos acumulando una energía que en algún momento estallará.

Lo que podría pasar es que si estos factores siguen su mal curso, con un mercado internacional contraído, afectando directamente a los países exportadores de materias primas, una crisis política en aumento, donde ya no solo es de confianza, sino de vínculos directos con la corrupción y abusos de poder, sin contar la pésima gestión de las actuales autoridades que podrían pasar por raperos por tanta improvisación, es que nos dirigiremos directamente al ojo del huracán, donde ya se ven alguna consecuencias como el aumento de la cesantía en la capital, llegando a un escandaloso 9,4%, sin preocuparse del exceso de centralismo, y falta de oportunidades en regiones, donde una gran mayoría de profesionales egresados emigran a Santiago, donde comienzan a dar bote, lo que genera una fuga de cerebros a nivel regional que termina el círculo vicioso de cesantía.

Si seguimos este rumbo volveremos a repetir lo que históricamente ha pasado en Latinoamérica, donde una y otra vez pasamos de una dictadura a una democracia conservadora, para dar paso a la corrupción en el poder, lo que lleva la molestia a las calles, donde la falta de liderazgo se transforma en un hábitat ideal para el nacimiento del populismo y finalmente cerrar el ciclo con un régimen autoritario o dictadura, que busque ordenar la situación por medio de la violencia o leyes estrictas que ya vemos implementarse en Chile, que incluso restrinjan la libertad de expresión.

No es nuevo lo que estamos viviendo, el fuego lo avivan todos los sectores, porque es responsabilidad de la izquierda y la derecha, quienes unidos le dan vuelta con fuerza a esta rueda finita de la fortuna…o fortunas.

Seguimos navegando entonces por el mismo camino y parecemos no querer despertar. De nada servirán las marchas sino nos concentramos en hacernos responsables, invertir en el futuro, en I+D+i, en educación de calidad, porque anda cambiará la gratuidad si su enfoque no mejora. Debemos pasar de una cultura extractiva a una inclusiva y colaborativa, como lo hacen hoy los países con mejor calidad de vida, preocupados en extremo por la desigualdad, la transparencia y la educación, generando un ambiente propicio no solo para el emprendimiento, sino que para todos quienes componen nuestra sociedad, entregando una carta de navegación seria, que se aleje de poderes concentrados propiciando la aparición de la meritocracia.

De nosotros depende seguir rumbo a la tormenta perfecta o girar el timón cuando aún estamos a tiempo.

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