El gobierno juega con fuego
¿Es culpa del Tribunal Constitucional que sus leyes no sean aprobadas? No. Ya es hora de que empiecen a reconocer su incompetencia a la hora de redactar proyectos de ley, o su intención de legislar sin respetar nuestra carta fundamental. Lo primero es vergonzoso, lo segundo: escalofriante.
Ricardo Sande es Director ejecutivo ONG Empodera. Consejero político de Chile Vamos. Ex presidente FEUC.
Hace unos días el gobierno volvió a sufrir una derrota en el Tribunal Constitucional.Su reforma laboral (en particular la titularidad sindical) fue declarada inconstitucional y otra vez desató toda ira y frustración por parte de los portavoces de la Nueva Mayoría, quienes como siempre no vacilaron en recurrir a las críticas que intentan desinformar a la ciudadanía respecto del rol que tiene y que debe jugar esta institución. La peor y más repetida: la idea de que el TC estaría revirtiendo una decisión del pueblo o de la mayoría.
Sólo para tener una idea de las “mayorías” que están respaldando estos proyectos, en la encuesta de Plaza Pública CADEM, podemos revisar el apoyo que da “el pueblo” a las reformas de Bachelet: Reforma laboral 27%, reforma educacional 36% y reforma tributaria 24%. Parece ser que la Nueva Mayoría es en realidad una minoría vociferante, frente a una gran mayoría que ya se cansó de reformas que no han significado más que retrocesos. Chile ya no les cree, y definitivamente deberían dejar de apropiarse de mayorías que no representan y de un concepto de pueblo que hace rato abandonó su barco. El pasado 1 de Mayo, Bárbara Figueroa manifestaba que “no vamos a permitir que una minoría le doble la mano al país” y la verdad es que no puedo estar más de acuerdo con su afirmación. El Partido Comunista y la minoría que representan no puede doblarle la mano a Chile.
Otro de los argumentos que parecen sacados de una grabadora es el supuesto de que el Tribunal Constitucional es el mecanismo de Pinochet para defender “su Constitución”. A todos ellos, les aconsejo ejercitar su memoria para recordar que el TC fue creado en el gobierno de Frei Montalva y entró en vigencia el año 70, en pleno gobierno de Salvador Allende. Luego fue modificado el año 2005 mediante una reforma Constitucional de tal envergadura, que el Presidente de ese entonces, Ricardo Lagos, decidió ponerle su firma al “nuevo” texto, mientras señalaba que “contamos con una Constitución que ya no nos divide”, recibiendo entusiastas aplausos de Michelle Bachelet y tantos otros ilustres miembros de la Nueva Mayoría.
Es claro entonces que el problema de este gobierno es su incomprensible dualidad: por una parte impulsa una campaña comunicacional que busca instalar que la Constitución es importante, pero por otro lado, con su actuar no hace más que demostrar lo contrario: un desprecio absoluto por las normas que lo rigen y por la institucionalidad vigente. Es comprensible que no les gusten las leyes, pero el gobierno jamás podrá desobedecerlas, porque cuando deciden olvidarse del ordenamiento jurídico, no sólo violan disposiciones legales, sino los derechos de toda la sociedad. Un gobierno que no se somete al imperio de la ley, no tiene límites, y un gobierno sin límites es la peor de las tiranías. No se olviden que el Estado ha sido creado por la ley, para los ciudadanos.
Después de la campaña de desprestigio al tribunal por parte de nuestras autoridades, habría que preguntarles si en la nueva Constitución, esa que ya tienen escrita y que buscan validar con su proceso “participativo”, va a incluir alguna figura parecida. Porque el oficialismo en los últimos 10 años, sumando lo hecho por la vieja Concertación, ha recurrido 15 veces a ese Tribunal que buscan demonizar y negarle sus legítimas potestades, superando así incluso a la oposición. Tengan presente que esta institución ha servido para defender los derechos de las minorías frente a las mayorías circunstanciales que se han creído dueñas del país. Siendo ustedes actualmente una minoría ¿no estarán jugando con fuego?
¿Es culpa del Tribunal Constitucional que sus leyes no sean aprobadas? No. Ya es hora de que empiecen a reconocer su incompetencia a la hora de redactar proyectos de ley, o su intención de legislar sin respetar nuestra carta fundamental. Lo primero es vergonzoso, lo segundo: escalofriante.