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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El turismo sustentable como motor de cambio social

Hacer turismo es transformar el viaje en experiencia y en Huilo Huilo se logra vivir la experiencia de la naturaleza, con sus hoteles que se transforman en paisajes, ya que incluso desde metros afuera cuesta encontrarlos, camuflados en sus colores, sin invadir y con formas que se camuflan en el bosque que lo rodea, como sacados de libros, lo cual no está muy lejos, pensando que la inspiración para el hotel Montaña Mágica fue Thomas Mann, el Principito para el hotel Baobab y así insertarse en esta fantasía por dentro y fuera, lleno de túneles, pasadizos colgantes, caracoles y adornados con la madera abandonada que dejaron los antiguos aserraderos, reutilizando lo que ahí estaba.

Por Gonzalo Larenas
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Gonzalo Larenas es L&C Consultores, Licenciado en Letras y Literatura, Gestor Cultural, Magíster en Educación y Profesor de la UNAB.

El proyecto turístico Huilo Huilo, es uno de los mejores ejemplos de lo que puede hacer el turismo sustentable, haciéndose parte de su entorno de forma responsable e integrando no solo a la comunidad en su crecimiento económico y social, sino también a su medio natural, recuperando un lugar desforestado por la explotación de los grandes aserraderos, que terminaron por inutilizar la zona para estos efectos.

La historia de Huilo Huilo es impresionante, y más aún al escucharla de boca de sus protagonistas, casi todos habitantes de la comunidad de Neltume, ubicada a 56 kilómetros de Panguipulli, rodeado por un bosque profundo y denso, en el que se respira constantemente olor a tierra mojada. Me tocó conocerlo en otoño, quizás una de las mejores épocas, donde los colores de los árboles van desde el rojo más intenso hasta el verde más crudo.

El sector de Huilo Huilo fue explotado desde 1898 por distintas forestales, talando indiscriminadamente el bosque nativo, afectando la flora y fauna de la región, dejando el lugar prácticamente inutilizable para cualquier otro efecto, las empresas sacaron todo lo que pudieron y se fueron, dejando abandonada una comunidad entera, no quedaba más que hacer y sus habitantes no sabían otro oficio que el de cortar árboles.

Fue la inesperada visión del empresario Victor Petermann, según me cuentan sus habitantes, lo que salvó a toda la comunidad, no quedaba bosque por talar o lo que quedaba no tenía mucho valor, nadie se iba a interesar por un territorio extenso sin materias primas, la gente comenzó a emigrar y el futuro era bastante incierto sin actividad económica alguna. Este atípico empresario, encantado desde su niñez por el lugar, quiso recuperarlo, invertir en turismo, palabra que la mayoría de sus habitantes nunca había escuchado.
Por otro lado, se sabe que nadie daba mucho futuro al proyecto, ubicado en un lugar perdido en la cordillera, sobrexplotado y de difícil acceso, donde hoy recién tiene mejores caminos de acceso. Al parecer, costaba que los demás entendieran lo que él ya veía claramente. Determinado a llevarlo a cabo, logró lo que parecía imposible, transformando el lugar en el mejor destino de turismo sustentable a nivel mundial, ganando el primer lugar en los premios “Virgin Holidays Responsable Tourism Awards 2012”, compitiendo entre otros 1600 destinos de todas partes del planeta. Posicionando a Chile como uno de los destinos turísticos sustentables más importantes, logrando además el primer lugar, en la categoría “Conservación del mundo natural”, del World Legacy Awards que entregó National Geographic en asociación con ITB Berlín en Marzo del 2015. Como estos, sus premios son variados, en desarrollo comunal, natural y de conservación, no solo del bosque nativo, sino también de distintas especies de animales como el huemul patagón o el casi extinto sapito de Darwin, actividad que desarrolla hoy la fundación Huilo Huilo, que nace del alero de este proyecto turístico y reserva biológica, en conjunto con la Universidad Andrés Bello.

Sus habitantes agradecidos comentan que nunca imaginaron hacer algo distinto a lo que habían hecho familiarmente por generaciones, uno de ellos realiza las expediciones al volcán Mocho con su Pyme. Su futuro era incierto y hoy es un emprendedor, que ya cuenta con vehículos propios y sus hijos podrán salir a estudiar a la universidad, quienes además piensan estudiar turismo, para luego volver y seguir los pasos de su padre, transformando el abandono en oportunidad de desarrollo económico a través del cuidado y conservación de la naturaleza.

Las sorpresas al entrar a este verdadero paraíso no terminan, el cariño de su gente y el complemento que existe con la comunidad local y el desarrollo además de las comunidades originarias, quienes se integraron también a la conservación y cuidado de la flora y fauna, además de la preservación de su cultura, son todas sorprendentes, transformaron en oro lo que estaba en el suelo, y quizás la mejor imagen que refleja lo que hoy se vive ahí, es ver el bosque, renacer de árboles caídos, como una bella analogía que permite a visitantes de todas las edades y con variadas alternativas económicas, visitar una historia potente con final feliz.

Sus 100 mil hectáreas no están quietas, a pesar de su conservación, Victor Petermann parece estar tan vivo como el ecosistema que defiende, y constantemente vuelve con más ideas y proyectos, como el museo de los volcanes, que pretende contar la historia del mundo desde el Big Bang, con piezas traídas desde distintos lugares del mundo, como un nuevo teleférico para tener una vista privilegiada de todo el bosque nativo, además de las diferentes actividades que promueve su fundación.

Hacer turismo es transformar el viaje en experiencia y en Huilo Huilo se logra vivir la experiencia de la naturaleza, con sus hoteles que se transforman en paisajes, ya que incluso desde metros afuera cuesta encontrarlos, camuflados en sus colores, sin invadir y con formas que se camuflan en el bosque que lo rodea, como sacados de libros, lo cual no está muy lejos, pensando que la inspiración para el hotel Montaña Mágica fue Thomas Mann, el Principito para el hotel Baobab y así insertarse en esta fantasía por dentro y fuera, lleno de túneles, pasadizos colgantes, caracoles y adornados con la madera abandonada que dejaron los antiguos aserraderos, reutilizando lo que ahí estaba. Lo único que vino de fuera, fue su esqueleto arquitectónico, diseñado en Chile y desarrollado en Europa, para ser luego cubierto como un traje a medida para instalarse cómodamente en un lugar y tiempo perfecto para el descanso y la conexión con el medio.

Cuesta imaginarse un lugar mejor para escribir, que sus distintos rincones, acogidos por sus chimeneas y sillones, con vista a la selva lluviosa, lleno de un verdor que invita no solo a lo más profundo del bosque, sino también a una introspección que invita a replantearse la vida a través de un mundo maravilloso, para el que no hay que abandonar el país para conocer, sino adentrarse en nuestro sur y disfrutar de las bellezas que poseemos.

Al abandonar este lugar uno siempre queda con una sensación nostálgica, como abandonando parte de uno, quizás la esencia que se conecta con la naturaleza, pero sobre todo cuestionando que lograr algo así en nuestro país, no debiese ser desarrollado por la visión de un solo privado, sino que debiese ser parte de nuestras políticas públicas de desarrollo integral que no buscan como en la V región destruir para avanzar, sino demostrando que se puede convivir para lograr ser los mejores expositores de turismo sustentable a nivel mundial, generando hoy, la necesaria transformación de oportunidades de desarrollo que por falta de iniciativa y fomento nos estamos perdiendo. Volvamos a unir al visitante con el habitante, para lograr así rescatar nuestro patrimonio y darle un nuevo valor a lo que tenemos, dejando de depender peligrosamente de nuestras materias primas.

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