¿Qué opina la comunidad respecto al rol del arquitecto?
El proceso formativo es esencial, las entidades formadoras de profesionales deberían encausar a sus estudiantes en métodos o procesos para poder entablar negocios o acuerdos con sus futuros mandantes, no olvidar nunca que lo esencial es el habitante, el usuario y como nuestro diseño se adapta a sus necesidades, no al revés.
Rodrigo Torres es Periodista, músico, documentalista, docente y community manager, realizador de la saga "Ejemplo de Valor", representante de Colo-Colo en el programa Show de Goles.
Los medios masivos, las películas, la cultura popular, han generado en nuestra sociedad un falso estereotipo del arquitecto un ser inaccesible, que diseña edificios, un artista volátil, un ser incomprendido.
El enorme desconocimiento de nuestra labor es abismante y por lo mismo al relacionarnos con la sociedad o futuros clientes, existe este gran vacío y por ende un enorme choque de realidades. Este desconocimiento como lo señala un blog de arquitectura se debe a que:
“La formación que se da a un arquitecto en las escuelas tiene un tremendo problema de enfoque debido a que se centra en la Arquitectura sin tener en cuenta a la sociedad en la que el arquitecto debe trabajar. Con este enfoque y en el mundo hacia el que vamos, los ingenieros terminaran por hacerse con el trabajo que por definición nos pertenece”
El proceso formativo es esencial, las entidades formadoras de profesionales deberían encausar a sus estudiantes en métodos o procesos para poder entablar negocios o acuerdos con sus futuros mandantes, no olvidar nunca que lo esencial es el habitante, el usuario y como nuestro diseño se adapta a sus necesidades, no al revés.
Por estos motivos, un gran porcentaje de arquitectos, sienten esta falta de empatía de sus clientes. Relatos como el siguiente son más comunes y se repiten en conversaciones de arquitectos:
“Son las 22:30 de la noche y tengo me llamada de un teléfono desconocido, contesto por curiosidad, su nombre es Juanita (amiga de María) amiga de una vecina que con anterioridad había regularizado su vivienda. Después de presentarse me comenta que necesita regularizar su vivienda, lo primero que me pregunta es “cuanto le sale el monito”, segundo “que no tiene dinero”, le contesto que mejor coordinemos una reunión para conversar mejor el asunto”.
Todo este suceso me hace recordar a mi niñez, cuando efectivamente dibujaba “monitos”, esta sensación de infantilismo, esa percepción de que los arquitectos andamos jugando, como de que nuestra profesión no fuese un trabajo, sino un juego.
Conversaciones como estas son recurrentes, entre el cliente y el arquitecto, desde un inicio es algo complejo, se debe al desconocimiento del “hacer” del arquitecto, de su formación, de su historia, etc.
“Quiero a construir una ampliación, pero tengo apenas dinero para los materiales y mano de obra, pagarle a un arquitecto solo va a encarecer los gastos, además no es necesario el maestro sabe lo que hace, el tiene un contacto donde se puede conseguir la firma y listo”.
Los culpables de la baja percepción de nuestro oficio, somos nosotros mismos, que cedemos ante solicitudes como reducir nuestros honorarios al atender las suplicas de nuestros supuestos clientes, yo me pregunto ¿cuando usted va al doctor, paga el valor de la consulta o le pide a un descuento al médico? No, no creo que lo haga. Nosotros como profesionales no debemos desmerecer nuestra labor y ser solidarios con las nuevas generaciones, ya que al desvalorizar nuestra labor, nos desvalorizamos todos.