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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El plural de existir cuando es difícil resistir

No es difícil encontrar manifestaciones de solidaridad a víctimas de crímenes como violaciones grupales u homicidios, para alguien mínimamente humano está claro que son atrocidades condenables y que generan conmoción e indignación. Sin embargo, nuestra obligación es comprender que elementos del machismo considerados comunes y aceptados por muchos hombres y mujeres son el alimento para que barbaries como estas sigan ocurriendo.

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Bruna Fonseca de Barros es Periodista y asistente de investigación. Cursó un Magister en Relaciones Internacionales en la PUC Chile. Ha trabajado en la redacción de Infolatam. Twitter: @bru_fbarros

El brutal caso de violencia contra Nabila Meliza Rifo Ruiz, encontrada en una calle en Coyhaique sin sus globos oculares, después de sufrir una golpiza donde tuvo innumerables fracturas faciales, craneanas y pérdida de masa encefálica, sensibilizó incluso muchos de los insisten en decir una y otra vez que el feminismo no es una lucha legítima.

Esta semana en Brasil, la divulgación de vídeos y fotos en que 30 (sí, treinta) hombres violan a una adolescente de 17 años en la zona oeste de Rio de Janeiro me hizo pensar en Nabila y en lo que significa ser mujer en un mundo dónde no solo estas cosas pasan, pero son justificadas y vistas de una manera completamente deforme. En una de las fotos subidas a Twitter, aparece un hombre con su lengua para fuera junto a la pelvis ensangrentada de la joven, bajo el subtítulo: “Estado de Rio de Janeiro inaugura el nuevo túnel para pasaje del tren bala del Marreta”. La víctima, que tuvo fuerte hemorragia y ruptura en la vejiga, posteriormente escribió en sus redes sociales, “todas podemos pasar un día por eso. No me duele el útero, pero el alma.”

Después de la divulgación de esta barbarie, más de 800 denuncias anónimas fueron enviadas al Ministerio Público de Rio. A pesar de la grande movilización y de la campaña en las redes sociales bajo el slogan “Yo lucho por el fin de la cultura del estupro”, hubo muchos comentarios en que se afirmaba que por estar aparentemente borracha, la joven “lo buscó”, o “si estuviera en su casa eso no habría pasado”. De acuerdo con las investigaciones en curso, el crimen habría sido premeditado por Lucas Perdomo Duarte Santos, de 20 años, con quien la adolescente tenía un relacionamiento.

El año pasado, en el Estado de Piauí, cuatro adolescentes violaron a cuatro chicas y después las empujaron de un cerro y las apedrearon. Danielly Rodrigues Feitosa, de 16 años, murió. Puedo citar infinitos otros casos de violencia de género, en Brasil y en Chile, en América Latina y en el mundo. Puedo citar casos de personas que conozco, que son próximas. La violencia física especialmente de crímenes como estos asombra, pero ella es solo una manifestación de una extensa lista que incluye la violencia verbal, el porn revenge, la desigualdad salarial, la limitación de la libertad, besos forzados, falta de representatividad, violaciones correctivas, mansplaining, matrimonios de niñas menores de edad, la criminalización del aborto, la responsabilidad solo de la madre de crear los hijos, ad infinitum.

Según datos divulgados en el Mapa de la Violencia 2015, entre 2003 y 2013, el número de mujeres víctimas de homicidios en Brasil aumentó 21%. Considerando las 4.762 muertes en el 2013, podríamos decir que ocurrieron aproximadamente 13 homicidios de personas del sexo femenino por día. En el escenario internacional, con base en datos de la Organización Mundial de la Salud, Brasil en un grupo de 83 países ocupa la 5ª posición con la cifra de 4,8 homicidios por cada 100.000 mujeres. La tasa de feminicídio en Brasil es 48 veces mayor que la de Reino Unido; 24 veces la de Irlanda y Dinamarca, y 16 veces la de Japón o Escocia. Entre las víctimas brasileñas, el número de homicidios de mujeres blancas se redujo de 1.747 víctimas en 2003 a 1.576 en 2013, mientras los homicidios de mujeres negras aumentaron 54,2% en el mismo período, pasando de 1.864 a 2.875 víctimas.

No es difícil encontrar manifestaciones de solidaridad a víctimas de crímenes como violaciones grupales u homicidios, para alguien mínimamente humano está claro que son atrocidades condenables y que generan conmoción e indignación. Sin embargo, nuestra obligación es comprender que elementos del machismo considerados comunes y aceptados por muchos hombres y mujeres son el alimento para que barbaries como estas sigan ocurriendo. Indígnense también con la falta de respeto diaria, con las humillaciones, desigualdades y abusos sufridos por compañeras de curso y de trabajo, por la polola de un amigo, madres, hermanas, amigas, por las nanas, por las periodistas, por las profesoras, por las mujeres negras, por mujeres lesbianas, bisexuales, trans, por mujeres y hombres que desafían el machismo y el prejuicio. Como en el poema de Débora Antoniazi Del Guerra y Luiza Romão, “el plural de existir, es resistencia”. Tenemos que re(existir), reinventarnos y resistir por Nabila, por Danielly, por todas. #NoAlaCulturaDelEstupro

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