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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿Mes del mar?

El problema está en la escasa formación de una cultura de mar en todas las generaciones. Es conocido que no somos hábiles nadadores, que sabemos poco y nada de los cambios de la flora y fauna marina. Trate usted de explicarle a los niños qué es un piure o un picoroco.

Por María Victoria Peralta
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María Victoria Peralta es Doctora en Educación, Universidad de Academia de Humanismo Cristiano. Magíster en Ciencias Sociales mención Antropología Sociocultural, Universidad de Chile. Magíster en Ciencias de la Educación mención Currículo, PUC. Educadora de Párvulos y profesora Educación Musical, Universidad de Chile. Directora del Instituto Internacional de Educación Infantil, Universidad Central. Consultora de Unesco y OEA en materias de educación infantil. Vicepresidenta Regional para América Latina de la Organización Mundial para la Educación Preescolar, OMEP.

Se está acabando el mes de mayo que tradicionalmente se identificaba como el mes del mar. Hace un tiempo, este mes se iniciaba con algún folleto de la Armada de Chile o de otras instituciones vinculadas al tema. En las escuelas y jardines infantiles se desarrollaba alguna unidad temática relacionada con la gesta de Iquique, y se hacían algunas actividades como ir a los escasos acuarios que existen en el país a ver la flora y fauna marina, y en la mayoría de los casos, se llevaba a los niños a alguna feria local, al stand de pescados y mariscos, para que vieran algo real. Si bien, esta descripción revela cierta pobreza en el desarrollo y formación de cultura marítima en un país de más de 5000 kilómetros de costa, algo es algo.

Lamentablemente, este mes ha sido negro en términos del mar. Además de todo lo relativo al deshecho de los salmones, la marea roja, los varamientos de sardinas, medusas y anchovetas a lo largo de la costa chilena, se ha agregado el derrame de petróleo en Quintero y todo tipo de productos tóxicos que son arrojados intencionalmente al mar. Con razón una mujer de Chiloé entrevistada en la televisión, dijo con profunda pena “se ha muerto nuestro mar”.

Y parece que lo es, en parte por la gran pérdida de vida marina: los peces son cada vez más escasos y pequeños, porque este mar, fuente de tanta vida cotidiana de los chilenos, con estos problemas no permite acercarse para gozar su belleza, su fuerza, su dinamismo, su vida. Nuestros poetas y músicos actuales poco le cantan o recitan como fue histórico en el país, con escritores como Salvador Reyes, Mariano Latorre, Francisco Coloane, o que decir, del gran Pablo Neruda.

El problema está en la escasa formación de una cultura de mar en todas las generaciones. Es conocido que no somos hábiles nadadores, que sabemos poco y nada de los cambios de la flora y fauna marina. Trate usted de explicarle a los niños qué es un piure o un picoroco. ¿Hacen los niños poesías o cantos al mar? A lo más, lo dibujan un poco estereotipadamente, y aún hay poblaciones infantiles y de adultos mayores que no conocen el mar.

Ahora, debido a los tremendos problemas actuales, hemos descubierto la enorme cantidad de familias que viven del mar, no solo los más conocidos, pescadores y buzos, sino los pequeños e informales, los mariscadores, los recogedores de algas. El problema económico es serio, pero si queremos una solución de futuro, hay que desarrollar una cultura marina en todos.

Los chilenos tenemos que aprender que no se puede seguir botando desechos al mar; encontramos las playas llenas de basura, sin la fauna que antes se observaba, porque todo ha sido depredado.

Aprendamos de otros lugares. En Galápagos, ni un grano de arena pueden sacar los visitantes, sino son multados. En Panamá, un centro de preservación del Instituto Smithsoniano cerca de Colón, está abierto a los estudiantes y profesores a conocer la flora y fauna del mar Caribe. Los niños aprenden -por ejemplo- que las estrellas de mar son carnívoras, y no se observarán experiencias como me ha tocado presenciar, de profesores que les dicen a los niños que alimenten a las que encuentran en la playa con algas, atorándolas y destruyéndolas, con esta ‘caritativa’ acción.

Cuidemos este mar, que aunque no nos baña tan tranquilo, ha sido fuente de tantas alegrías, pero que hoy nos dice, que no da más. Todo tipo de instituciones tienen algo que hacer, las especializadas sacando el conocimiento de aulas universitarias a las escuelas y familias; las culturales, reencantando con el mar. Las políticas y productivas, esperamos que hagan lo propio.

¡Ojalá en el futuro, tengamos no sólo un mes del mar, sino años permanentes de cuidado, protección y gozo del mar!

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