Trata a los demás como quieres que te traten a ti
¿Quién sabe qué puede pasar en un país donde hay quienes sostienen que la vida de un león vale más que la de una persona? Pensarán aquellos en cómo les habría gustado que actuara el Zoológico si hubiesen sido ellos o alguno de sus cercanos el que hubiese estado en la jaula de los leones.
Rodrigo Pablo es Abogado Universidad Católica.
La política y las relaciones sociales se han ido ideologizando y deteriorando en Chile, también hemos transitado desde una estructura valórica cristiana hacia una basada en la conciencia individual de cada sujeto, perdiéndose, en este proceso, el sentido común de muchos compatriotas que han olvidado una regla de justicia básica: “trata a los demás como quieres que te traten a ti”. Debiendo el país, para recuperar la cordura y el orden que da lugar al crecimiento y desarrollo, recuperar esta máxima.
La expresión más patente de la pérdida del sentido común está en la relativización de la vida humana. Ya no hablo solo de aborto y eutanasia, sino de la vida de quienes padecen enfermedades, se oponen a las posiciones políticas de la mayoría o han cometido crímenes. Ejemplos son que muchos digan que la vida de dos leones puede ser más valiosa que la de un joven psicológicamente atormentado; que el movimiento estudiantil no se conduela con la muerte de Eduardo Lara y la violencia desatada en las recientes marchas que han dejado a varios carabineros heridos, y que la Presidente de la República haya dicho que no sabe si el derecho a la vida es su primera prioridad. Teniendo en común quienes han dicho o hecho cualquiera de las cosas señaladas, que relativizan solo la vida de otros, más no han dudado nunca en proteger la propia.
Nadie relativiza los propios derechos, por el contrario todos los afirman: la presidenta no dudo en tildar de “canallada” la publicación de parte de un expediente judicial en que se le menciona, pues esta afecta su honra, defendiendo su derecho frente a la libertad de prensa o al derecho a la información que tienen los ciudadanos de una democracia; los partícipes del movimiento estudiantil no dudan en denunciar el uso de la fuerza por parte de carabineros, mientras no tienen inconvenientes en golpear a estos últimos o marchar sin autorización; tampoco faltan aquellos que insisten en el respeto por la diversidad, mientras queman iglesias o insultan a los fieles de algún credo. Como se ve, no deja de ser, al menos, ridículo cuando alguien habla o actúa pidiendo más derechos y cosas para sí, mientras muestra su falta de interés por la existencia y derecho de los demás.
Pareciera que muchos creen que los derechos no son para todos, sino solo para mí y los míos. Esto hace que el Estado y la vida social pierden su legitimidad y se prepara al país para toda clase de aventuras y experimentos nefastos: la esclavitud se basaba en sostener su inferioridad de los esclavos; el holocausto judío comenzó culpándolos de problemas sociales y negando su calidad de humanos ¿Quién sabe qué puede pasar en un país donde hay quienes sostienen que la vida de un león vale más que la de una persona? Pensarán aquellos en cómo les habría gustado que actuara el Zoológico si hubiesen sido ellos o alguno de sus cercanos el que hubiese estado en la jaula de los leones.
En un país donde los ciudadanos son incapaces de ponerse en el lugar del otro deja de gobernar la razón y se impone el capricho y la locura. Cuando la gente quiere que la norma para otros sea distinta de la que quiere para sí, es porque quiere la injusticia. Una nación, donde la ley no viene de la razón y no protege la justicia es un país donde no hay derecho y que está condenado al caos, como ya ha pasado muchas veces en la historia de la humanidad.