Mi hijo está en toma y no es delincuente
"'¿Dónde están los padres de esos cabros?'", "'La educación comienza por la casa'", dicen dos señoras en las noticias mientras trato de dormir algunas horas con el teléfono con sonido por si a mi hijo lo detienen y tengo que darme vueltas buscándolo por Santiago".
Alejandra Valle es Porteña for ever, esté donde esté. Guachaca con o sin corona. Periodista en casi todos los medios escritos y televisivos del país. Amo escribir, hablar y cantar. Está claro, ¿no?
Mi hijo no tira piedras, no raya murallas, no cubre su cara y jamás se le ocurriría quemar una figura de Cristo o destruir su colegio. Sin ser cristianos, nosotros y el colegio le hemos inculcado el respeto hacia todas las creencias y formas de vida que no atentan contra los demás. Y también el cuidado de sí mismo y su entorno. Sin embargo, estos últimos días me he tenido que bancar una serie de comentarios en las redes sociales que me duelen en el corazón.
Mi hijo está en toma, asiste a las marchas, tiene una mirada sobre el movimiento estudiantil que le pertenece y que aunque no siempre concuerda con la mía, yo la respeto y la aliento porque fui la que le enseñó a ser pensante y a manifestar sus opiniones. No sólo eso, también a no ser una persona apática, a tratar de hacer de este un mundo mejor para los que vienen y a buscar su felicidad en las cosas simples de la vida. Que él salga a las calle a marchar de manera respetuosa, como lo hicieron 149.950 de los 150 mil que salieron el otro día, no lo hace un delincuente.
Puedo entender a esas personas que quedan angustiadas luego de ver media hora de vandalismo, destrozos, delincuencia y dramas en los noticieros. Y sienten rabia e ira y no entienden a esos cabros malcriados que destruyen la ciudad, que queman farmacias sin pensar que adentro hay un ser humano trabajador que tiene una familia, que destruyen a palos una imagen de Jesús para qué, ¿para generar horror?
Y luego cómo no sentir que la estupidez no tiene límites, cuando los destrozos en el INBA son tantos que se avalúan en 500 millones de pesos. Rabia, ira, impotencia, incomprensión, angustia. Esos son los sentimienos. A mí me pasa lo mismo. Y quizás peor, porque mi hijo está en toma y no es un delincuente. Y por los actos de unos pocos, me tengo que bancar que lo traten así.
¿Dónde están los padres?, se suelen preguntar. Aquí están los padres. Pasando horas de preocupación por el frío y el hambre que tu hijo puede estar sintiendo, quitando horas al trabajo, conociendo a otros padres para organizarse, llevando comida, pidiéndole mesura a la juventud, sintiendo orgullo porque tu hijo es capaz de luchar por sus ideales y sintiendo pena y rabia cada vez que alguien los mete al saco de la delincuencia y el vandalismo porque es de esos que se deja llevar por todo lo que lee y escucha en la prensa tradicional, esa que muestra las imágenes de un Cristo roto con música de la batalla de Game of Thrones.
Es más fácil dejarse llevar por la rabia que pensar qué hemos hecho como sociedad para generar esos individuos vacíos y violentos. Es más fácil escandalizarse por una figura destrozada que por los problemas en el Sename, la violencia a las mujeres o los delitos de cuello y corbata.
Desde pequeño mi hijo mayor fue de esos niños que les cuesta encajar en el sistema educacional tradicional, tan vertical y tan poco innnovador. Por eso pensamos en un colegio experimental para él. Porque claro, los niños que no encajan son los primeros que el sistema quiere afuera, son aquellos de los que nadie quiere hacerse cargo, aunque sean la mayoría. Para mí esa es una de las grandes falencias de la educación actual. Y para mi hijo igual.
Una de las principales cosas que los niños del Liceo Experimental Manuel de Salas buscan es cambiar la calidad de la educación. No sólo el tema del financiamiento, que es claramente injusto, es importante. También que cambien los métodos de enseñanza para que nuestros hijos entiendan lo que leen y tengan pensamiento crítico. Antes de decir que todos los estudiantes son delincuentes, le pido que se informe de lo que pasa dentro de una toma como la que llevan a cabo estos cabros, quedarían sorprendidos.
Tienen todos el día talleres y charlas de cosas tan diversas como biodanza, plantas sanadoras, arte y educación, matemáticas básicas, xilografía, seriegrafía, hip hop, la educación que queremos, cómo apropiarse de los medios de comunicación y un sinnúmero de actividades que son abiertas a apoderados y profesores, quienes son bienvenidos. Hicieron un tour de la toma para explicar a los niños de básica por qué están movilizados.
El colegio está limpio y ordenado. Están prohibidos el alcohol y las drogas. Incluso los plumones para que no rayen. Son niños, sí, pero nos dan una enseñanza tremenda a los adultos que los vemos actuar y buscar algo mejor para sus hermanos chicos. Hay reflexiones en torno al proceso constituyente y asambleas mientras juega Chile, porque ellos se toman en serio la lucha que todos deberíamos dar si en algo nos importa el futuro del país.
Son las 2 am y los padres esperamos afuera del colegio que vengan a desalojar a nuestros hijos. No sé si hay un grado en Santiago, pero nos abrigamos como sea y conocemos la solidaridad cuando llega gente con té y café y lo reparte, cuando traen unas deliciosas granadas y cantamos fuerte Todos Juntos de Los Jaivas.
Es la otra cara del Movimiento Estudiantil, esa que no le muestran de la misma manera ni con la misma emoción. El viral Estrechez de Educación, la telaraña que los cabros en Concepción pusieron para atrapar a los encapuchados o los montones de imágenes de los jóvenes limpiando y ordenando sus colegios antes de entregarlos. Arte, baile, juegos y risas juveniles que los jóvenes también llevan a las marchas, pero que las noticias no le muestran.
Me devuelvo cagada de frío a la casa porque estamos casi seguros de que los Carabineros ya no llegarán esta noche. Otros padres prefieren no moverse y dormirán en sus autos por ese casi. “¿Dónde están los padres de esos cabros?”, “La educación comienza por la casa”, dicen dos señoras en las noticias mientras trato de dormir algunas horas con el teléfono con sonido por si a mi hijo lo detienen y tengo que darme vueltas buscándolo por Santiago. Pero estoy segura que todo esto vale la pena para él. El aprendizaje no es sólo un profesor, una pizarra y una prueba. Y sobre todo le aseguro, que mi hijo y prácticamente todos los cabros que están durmiendo fuera de sus casas, están lejos de ser delincuentes.