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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Proyecto de Ley de Transmisión y Comisión Mixta: Su importancia para nuestra democracia

"Hoy en día el Congreso se ha transformado, muchas veces, en una suerte de buzón del Ejecutivo, donde los proyectos ingresan y son aprobados sin mayor estudio ni debate. La democracia es lenta y requiere de tiempo. Pero es la única forma de contrastar argumentos, visiones de país y volver a legitimar nuestro mermado sistema político".

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Colombina Schaeffer es Investigadora y profesional asociada en temas relacionados con Energía, Comunidades y Ecología. Titulada de Sociología de la Universidad Católica actualmente es candidata a doctor en Gobierno y Relaciones Internacionales de la Universidad de Sídney, Australia.

La semana pasada, el proyecto de Ley de Transmisión se discutió y votó en la Sala de la Cámara de Diputados. Si bien la gran mayoría de los artículos fueron aprobados por los diputados, cuatro no contaron con la mayoría de los votos y pasaron a Comisión Mixta. La reacción del ministro de Energía no se hizo esperar, quien acusó un intenso lobby anti-hidroeléctrico.

Habiendo seguido desde sus inicios la tramitación de este proyecto de ley, creemos importante detenerse en dos temas fundamentales relativos a su tramitación: uno más bien de contenido (relativo al articulado) y otro relativo al proceso legislativo, y más allá de eso, fundamental para la calidad de nuestra democracia.

Respecto del contenido, los cuatro artículos rechazados por la Cámara (artículos 85, 92, 93 y 97) se refieren a temas cruciales sobre participación ciudadana y a no permitir que la Ley Eléctrica se imponga sobre otros derechos o leyes. Así, respecto de los “polos de desarrollo” que creará esta nueva normativa, los diputados se opusieron a que el ministerio de Energía haga ordenamiento territorial sectorial (eléctrico) desde Santiago y sin consultar a las regiones. Por ello, demandaron que dichos polos sean sometidos a evaluación ambiental estratégica y que se asegure en el articulado que realmente sean un impulso a las energías renovables no convencionales. En el fondo, temen que estos polos se transformen en un instrumento más al servicio de los mismo del siempre en el sector eléctrico (que también son quienes poseen los derechos de agua). No se trata de estar en contra de la hidroelectricidad per se, sino que de la gran hidroelectricidad de la forma en que se ha venido haciendo en Chile, bajo un marco regulatorio que favorece al inversionista eléctrico a costa de comunidades y territorios.

Lo vivido en la Sala de la Cámara también fue un rechazo a la imposición de la Ley Eléctrica por sobre otras leyes, como la Ley de Bosque Nativo. Y a un nuevo intento de hacer fast-tracks eléctricos a través del Estado y cambios normativos. Como llegó el articulado desde el Senado, se estaría permitiendo el uso de la fuerza pública para ingresar a los predios en etapas tempranas de desarrollo de proyectos de transmisión eléctrica (al realizar los estudios), además de entregarse el estatus de concesionario a los proponentes por el solo ministerio de la ley.

En términos de procedimientos y calidad de nuestra democracia, el que los diputados hayan considerado que estos cuatro artículos requerían más discusión mejora, en parte, nuestro ya deficiente sistema político. Hoy en día el Congreso se ha transformado, muchas veces, en una suerte de buzón del Ejecutivo, donde los proyectos ingresan y son aprobados sin mayor estudio ni debate. La democracia es lenta y requiere de tiempo. Pero es la única forma de contrastar argumentos, visiones de país y volver a legitimar nuestro mermado sistema político. Si los proyectos de ley están destinados a ser aprobados tal cual ingresan al Congreso, sin cambiarles una coma, como han dicho algunos en el Ejecutivo, estamos pasando a llevar uno de los pocos espacios de estudio, debate y representación que nos quedan.

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