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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El personalismo patronal de Ossandón

Es el clásico personalismo que camina muy cerca del caudillismo. Es la manera de impulsar un proyecto solamente en torno a una voz y a un carácter, y no de acuerdo a un sentir y pensar en común, ya que eso necesita de muchas voluntades que se pongan de acuerdo, y el sólo hecho de pensarlo lo cansa. Así no resultan las cosas para él.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Las razones de Manuel José Ossandón para renunciar a Renovación Nacional, según argumentó, tenían que ver con el poco peso que tenía ese partido en la coalición Chile Vamos, como en la imposibilidad que existiría para que compitiera como presidenciable. Es decir, le molestaba todo el anquilosado aparataje que tenía que seguir para lograr su objetivo: poder llegar a disputar La Moneda.

Es cierto que una de las grandes metas de todo político es llegar a ocupar la mayor magistratura de su país pero, por lo general, esto se logra fortaleciendo ideas y proyectos colectivos, sin embargo pareciera que en el caso de Ossandón esto no sucede. Sólo quiere llegar a un lugar de la manera lo suficientemente rápida posible, sin peros, sin obstáculos ni burocracias. Así lo aprendió a lo largo de su juventud y adultez, porque así lo habían criado: si algo le gustaba, entonces debía tomarlo.

Es el clásico personalismo que camina muy cerca del caudillismo. Es la manera de impulsar un proyecto solamente en torno a una voz y a un carácter, y no de acuerdo a un sentir y pensar en común, ya que eso necesita de muchas voluntades que se pongan de acuerdo, y el sólo hecho de pensarlo lo cansa. Así no resultan las cosas para él. Cuando era alcalde de Puente Alto no necesitaba de muchas opiniones ni de demasiados puntos que conciliar. Solamente actuaba acorde a lo que pensaba y lo que creía. Y resultaba. O por lo menos de eso pensaba.

El problema es que hay gente a la que esta actitud patronal le encanta. Les gusta la manera en que Manuel José habla fuerte y golpeado con convicciones que no ha puesto nunca a prueba y que solamente las sigue porque cree que son las correctas. Como si el lugar en el que nació y la forma en que comandó una comuna, como si fuera su dueño, les gustara a quienes lo siguen. Y como si su eterna crítica a una llamada clase política de la que forma parte, fuera su salvavidas frente a una indignación ciudadana que muchas veces no tiene un sustento argumentativo consistente ni propositivo, al igual que su posible candidatura.

Así pareciera que es la formula del éxito de Ossandón: hablar y hablar dejando todo atrás, incluso a quienes fueron compañeros de partido con tal de obtener unos votos y seguir llegando a sus cometidos. Pero en esta actitud no incurre solamente el senador, sino que gran parte del conglomerado que él deja. Son un cúmulo de individualidades que no osan siquiera en detenerse a pensar una idea en común, porque la que les gusta, y de la que son fieles adeptos, ya está funcionando. Por lo tanto lo único que les queda es atacar a quien quiera reformarla y elegir a un candidato que los lleve a la casa de gobierno. Sólo eso. Nada más.

Manuel José Ossandón no quiere hacer algo muy distinto de quienes formaban parte de su partido. El problema es que él quiere hacerlo a su modo y sin molestias. Quiere llevarlo a cabo como sabe hacerlo, desde una postura de mandamás de fundo en donde lo que venga a poner en duda sus maneras es inmediatamente desechado, dejado de lado y hasta insultado. Porque si no les gusta lo que él propone, mala suerte. Así es él y así ha tenido éxito en gente que ve en él, más que un político, un jefe. Un patrón.

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