Las valientes lágrimas de Camila Vallejo
"Camila Vallejo, a diferencia de quienes tuvieron esa guerra de egos en el marco de la interpelación, no se avergonzó de ser mujer. No trató de esconderlo bajo un semblante o palabras elaboradas que sonaran lo más férreas e impenetrables posibles".
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Luego de una interpelación en la que dos mujeres intentaban mostrar su eficiencia en el cargo que desempeñaban, rodeadas de un público hostil y ameno dependiendo de la frase que dijeran, muchos quedamos con gusto a poco. Había demasiada impostura, pero poco contenido en lo que se decía respecto a la nefasta situación en la que se encuentra el Sename.
Ellas, curiosamente, intentaban demostrar quién era mejor, quién cumplía con los cánones masculinos de la política, mostrando de todas las formas posibles que eran rudas, audaces y que no se doblegarían ante el asedio de las cámaras y quienes los observaban en vivo y en directo. Todo esto mostrándose implacables y queriendo lucir su rudeza por sobre la debilidad. Ser débiles o mostrar empatía no estaba contemplado en los papeles que tenían en sus respectivas mesas.
Había frialdad y cálculo. Mientras la ministra Blanco acudía a la importancia del cumplimiento de la institucionalidad, e intentaba hacer unas pequeñas muecas de tristeza cuando se refería a lo que sucede con los niños del Servicio Nacional de Menores, la diputada Marcela Sabat solamente hablaba y tiraba frases como si no supiera lo que significaban. Parecía que sus sentimientos no se daban por enterados de la trascendencia de los hechos que denunciaba. Sólo quería aparecer fuerte y certera, como si fueran dos virtudes cuando se trata un tema de tal importancia.
Luego de este espectáculo algo triste, correspondió que hablaran algunos parlamentarios. Cuando apareció Camila Vallejo y su voz comenzó a tiritar al son de lo que iba relatando sobre lo que sucede en los centros del Sename, entonces algunos comenzamos a creer que aún había patria.
La diputada no intentaba atenerse a esas reglas masculinas a las que hasta la más feminista muchas veces termina cayendo ya sea por ignorancia o por haberse subyugado al relato normado. Camila, en cambio, sensibilizó lo que sucedía no en muestra de debilidad, sino empapándonos de la fortaleza que tienen quienes entienden los problemas sociales y no los repiten como si tuvieran que presentarlos en una disertación universitaria.
Camila Vallejo, a diferencia de quienes tuvieron esa guerra de egos en el marco de la interpelación, no se avergonzó de ser mujer. No trató de esconderlo bajo un semblante o palabras elaboradas que sonaran lo más férreas e impenetrables posibles. Al contrario, tomó la bandera de su género y nos hizo entender a varios que el valor y la inteligencia de la mujer no está en tratar de perderse entre los pasillos de la hombría, ni menos caer rendida ante las simulaciones corajudas de muchos que temblamos con el sólo hecho de pensar hacer un discurso de tal intensidad como el que dio la parlamentaria comunista este martes.