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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Contraofensiva de los gradualistas

Las recientes entrevistas de Lagos y Burgos a dos medios distintos de circulación nacional son cualquier cosa menos improvisadas. Se dan tras una serie de reuniones entre ambos y apuntan a solo una cosa: reconquistar el espacio de centroizquierda gradualista que, a su modo de ver, le dio tantos frutos al país. La idea de ellos es capitalizar sobre el mal desempeño de Bachelet. Mientras peor le vaya a la Presidenta, mejor les va ir a ellos.

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Kenneth Bunker es Académico de la Universidad Central

En la última semana Andrés Zaldívar, Edmundo Pérez Yoma, Belisario Velasco y Jorge Burgos han usado los medios para criticar a la Presidenta y al gobierno. No es casualidad que todos ellos sean ex ministros del Interior y militantes de la Democracia Cristiana. Por una parte, son todos los que pueden hablar, pues Rodrigo Peñailillo está desaparecido en acción y Mario Fernández está en ejercicio. Pero además, todos ellos representan al partido que se ha mostrado más incómodo en el gobierno.

Ahora bien, la pregunta es por qué hablan ahora y cuál es el objetivo de hacerlo. A mi modo de ver, la estrategia de los ex jefes de gabinete parece ser clara y divisible en dos partes; una que busca revitalizar el espacio gradualista en la centro izquierda, y otra que busca maximizar la probabilidad de llevar un candidato propio como abanderado único en la próxima elección presidencial. La primera tiene que ver con revivir a la Concertación, y la segunda con tener izar un referente de ella como candidato.

Todo comenzó en la primera parte del gobierno de Bachelet, cuando los sectores más conservadores de la Nueva Mayoría, particularmente la DC, se comenzaron a preocupar con la velocidad con que las reformas comenzaron a ser aprobadas; notoriamente la tributaria, la educacional y la electoral. Si bien en un inicio ellos mismos habían apoyado las reformas, a poco andar se dieron cuenta que eran demasiado drásticas para su gusto. Como respuesta activaron un plan de ataque con el objetivo de revivir la gradualidad que exitosamente encarnó la Concertación por dos décadas.

El ataque dio resultados. Bachelet removió a tres de sus cuatro mosqueteros progresistas y los reemplazó con conocidos gradualistas. Entre ellos destacó la entrada de Burgos y Valdés y la salida de Peñailillo y Arenas. Bajo el lema “realismo sin renuncia” Bachelet le mandó una señal al sistema político y a los mercados financieros. Les dijo que el gobierno aflojaría el tranco. El cambio de gabinete recibió el visto bueno de varios políticos de primera línea y el beneplácito del empresariado. La victoria de los gradualistas le sirvió al gobierno para estabilizarse.

Al poco andar, sin embargo, el gobierno se encontró con otro problema. Tras solo un año en el cargo, el líder político de los gradualistas renunció. La salida de Burgos anunció una nueva tormenta. Pero esta vez los problemas no vendrían por razones ideológicas o económicas, sino por razones políticas. La salida de Burgos se explica por su falta de voluntad para coordinar una coalición de gobierno que reúne a dos partidos extremos y centrífugos bajo el mismo techo. Burgos usó la renuncia para hacer un punto político.

Esta última contraofensiva de los gradualistas tuvo como objeto subrayar que el gobierno es demasiado progresista para el país y que hay otras alternativas mejores. Las recientes entrevistas de Lagos y Burgos a dos medios distintos de circulación nacional son cualquier cosa menos improvisadas. Se dan tras una serie de reuniones entre ambos y apuntan a solo una cosa: reconquistar el espacio de centroizquierda gradualista que, a su modo de ver, le dio tantos frutos al país. La idea de ellos es capitalizar sobre el mal desempeño de Bachelet. Mientras peor le vaya a la Presidenta, mejor les va ir a ellos.

Mientras Bachelet siga tropezando con pequeñas decisiones políticas y no logré reactivar la economía, los únicos beneficiados serán los gradualistas. El contraste será nítido. Buscarán hacer contrapuntos en temas tan mundanos como profesionalismo político y estabilidad económica. Su cálculo es que con los progresistas en el suelo, ellos serán la única alternativa viable para reencarrilar al país. Obviamente vendrá con el gancho de que uno de ellos será el que tendrá que estar a la cabeza de la tarea. Hasta ahora es Lagos. Pero en caso de emergencia hay una larga lista de disponibles, comenzando con el propio Burgos.

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