La desclasada cobardía de Matías Huerta
¿No es acaso su actitud la misma que ha tenido la colectividad creada por Jaime Guzmán por años? Pareciera que sí. La predica de valores por medio de la violencia de lenguaje y acciones ha caracterizado a la UDI por años. Es cosa de ver cuál es el trato a quienes no pertenecen supuestamente a su círculo ya sea en materia social como religiosa.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Era duro escuchar el audio en el que el hasta hace poco desconocido miembro de la UDI, Matías Huerta, agredía verbalmente a su novia jactándose de las veces que le había pegado y prometiendo seguir haciéndolo. Era triste escuchar a la mujer llorando mientras la ex futura promesa gremialista la ridiculizaba riéndose de la manera en que hablaba y usaba las palabras.
Él tampoco gozaba de un vocabulario muy nutrido ni refinado, sin embargo pareciera que su posición de miembro de un partido político de las características del que lo cobijó hasta que supo de este incidente, lo hacía sentir de otra especie que la mujer a la que humillaba mientras ella le pedía rogándole que la dejara salir. Era como si se sintiera superior y gozara de un estatus aunque fuera un simple candidato a concejal.
Quizás se sentía intocable por compartir los pasillos de los verdaderos intocables; a lo mejor quería sentir un poco del poder de quienes de a poco lo están perdiendo, y creerse de otra clase. Por lo mismo es que se daba el gusto de hacer todo lo contrario de lo que decía en las redes sociales, en las que hablaba de respeto, y sobre todo del cuidado por la mujer que quería abortar, para que así no lo hiciera.
¿Por qué tener que hacer lo que se dice? Nunca lo entendió. No le parecía algo importante y menos cuando se intenta hacer política. Para él la vida personal y la pública al parecer eran separables, aunque su partido dijera hasta el cansancio que no lo eran. Pero eso eran cosas que pertenecían a la retórica y no a la realidad. Sobre todo si es que él creía tener una misión importante en la entrega de valores a todo quien no estuviera a su “altura”.
¿No es acaso su actitud la misma que ha tenido la colectividad creada por Jaime Guzmán por años? Pareciera que sí. La predica de valores por medio de la violencia de lenguaje y acciones ha caracterizado a la UDI por años. Es cosa de ver cuál es el trato a quienes no pertenecen supuestamente a su círculo ya sea en materia social como religiosa.
Es cierto: Matías Huerta no pertenece a ese círculo. Pero quiso formar parte. Quiso tener la autoridad moral para hablar a los de su clase como si fuera de otra; de una superior en la que no solamente te convencen que ser hombre es algo así como una cualidad, sino en la que también te enseñan que si no te unes a ellos, simplemente no eres nada.
Matías no quería ser un don nadie. Era demasiado cobarde para eso. Quería ser alguien con una historia que no le pertenecía para así renegar de la suya, porque le daba vergüenza. Pero sobre todo porque le daba ese terror que le viene a los desclasados cuando saben que ni siquiera han podido formar parte de la élite a la que aspiran llegar.
Matías Huerta creyó que al maltratar a su ex novia él podría alcanzar esa aspiración que lo terminó sepultando. Estaba seguro de que al masacrar lo que lo rodeaba podría salir del lugar de origen. Lo que no sabía, eso sí, es que terminaría aún más abajo.