El sionismo otra vez
Cada vez que un ciudadano chileno o una ciudadana de nuestro país expresa públicamente una opinión contraria a la ocupación israelí o al terrorismo de Estado que práctica contra el pueblo palestino, aparecen los agentes de Israel esparcidos por toda la tierra a acusar de antisemitas o de promotores del terrorismo a sus autores, intentando, una y otra vez, tender un velo sobre la realidad y ocultar así lo que para la mayoría resulta evidente.
Daniel Jadue es Alcalde de Recoleta
Esta semana fue el turno de la diputada Camila Vallejo, quien luego de un viaje a Palestina Ocupada, como parte de una delegación compuesta por varios diputados de todos los partidos políticos, periodistas y miembros de la comunidad chileno palestina, entre los que me encontraba – invitados por ésta última y por la Autoridad Nacional Palestina – escribió una columna, relatando los hechos que nos tocó vivir y presenciar.
Destacó en ella la demolición, por parte del ejército de ocupación, de 11 viviendas en la ciudad palestina de Qalandia, en los territorios ocupados. Fuimos testigo directos de la confiscación ilegal de tierras, de la construcción de asentamientos ilegales y de la extensión del muro de segregación, medidas con las que las autoridades israelíes sepultan, día a día, la solución de dos estados de la que tanto hablan, pero por la que tan poco o nada son capaces de hacer.
Visitamos Ramallah, la Capital Palestina, la ciudad de Al Jalil, dividida y ocupada por el ejército israelí para cuidar a los colonos ilegales que se instalaron en ella mediante la fuerza y bajo protección de la potencia ocupante. Visitamos Al Taibe, Beit Lehem, Beit Jala y Jerusalén ocupada, nos reunimos con sus autoridades y en todos lados presenciamos, con estupor, las consecuencias de la ocupación militar y de la política de exterminio físico y político que Israel viene implementando contra los palestinos desde 1948, con la complicidad de EE.UU y el silencio cómplice de gran parte de la comunidad internacional. Nos reunimos con el Jefe Negociador de la OLP, Saeb Erekat y con el presidente Palestino, Mahmud Abas.
Visitamos a una familia que perdió a uno de sus hijos, asesinado por colonos que lo secuestraron y le prendieron fuego luego de obligarlo a beber combustible. Nos reunimos con Al Haq, organización de DDHH equivalente a la Vicaría de la Solidaridad, cuyos miembros sufren de constante persecución y de amenazas cotidianas por trabajar por el respeto a los derechos humanos en Palestina.
Dentro de la exigente agenda, pudimos reunirnos con un diputado Israelí de origen Palestino que contó cómo el Estado de Israel ha consolidado un sistema de Apartheid, tanto en los territorios palestinos como en su propio Estado, llegando al extremo de aprobar una ley mediante la cual, una mayoría simple de diputados puede expulsar del parlamento a otro, violentando la soberanía popular y una de las bases de cualquier democracia.
Nos reunimos, de manera clandestina, con un representante de la ONG Israelí “Rompiendo el Silencio”, conformada por ex soldados israelíes que han sacado a la luz pública, los métodos ilegales que el ejército Israelí impone a sus miembros en el trato hacia los palestinos, para “hacer sentir su presencia” y convertir la vida cotidiana en algo simplemente miserable. En cualquier otro ejército estas prácticas serían consideradas como crímenes de guerra, pero en Israel constituyen la columna vertebral de la política institucional del ejército de ocupación.
Como era de esperar, el primero en lanzar sus dardos y orquestar la respuesta a la columna de la diputada, fue el embajador de Israel, quien saliéndose una vez más del marco de acción que le da el oficio de la diplomacia y tratando de extender hasta nuestro país las garras de la censura israelí, denostó a la autora, acusándola de promover el terrorismo y plantear una visión sesgada de la realidad. No perdió la oportunidad de acusar a la Federación Palestina de intentar envenenar las relaciones entre las comunidades en Chile, sin hacer mención siquiera a los cientos de jóvenes chilenos que Israel lleva, hace décadas, para entregarles entrenamiento militar a espaldas del Estado de Chile, a cargo de un ejército responsable de uno de los mayores genocidios de la historia contemporánea.
Lo más indignante, en todo caso, es que para el Embajador de Israel se haya hecho costumbre mentir, insultar y estigmatizar a ciudadanos y autoridades chilenas, sin que nuestro Ministerio de Relaciones Exteriores muestre la mas mínima reacción, ante un hecho que en cualquier otro país significaría un problema diplomático de dimensiones, sobre todo si consideramos lo reiterado de la falta y el desprecio que muestra hacia nuestra democracia que, aunque imperfecta, valora la libertad de expresión como uno de sus pilares.
El segundo en lanzar sus dardos fue Gabriel Colodro, un reconocido sionista chileno israelí, que a pesar de haber nacido en Chile hoy vive en Israel y afirma en su Blog de Cooperativa, que no volvería al Chile que ve desde Israel. Hoy es presidente de la comunidad chilena en ese país, compuesta en su mayoría por ciudadanos con doble nacionalidad con evidente cercanía al proyecto sionista y a la ocupación ilegal. De una u otra manera son cómplices pasivos del país más condenado en el mundo por sus constantes y sistemáticas violaciones a los derechos humanos.
Ambos insisten en culpar a los palestinos por la ocupación de la que son víctimas y los hacen responsables de la seguridad del ocupante como una forma desviar la atención del foco del conflicto: La Ocupación Ilegal de los Territorios Palestinos.
Lo único que siempre olvidan, es que hace décadas que la comunidad internacional y EE.UU venían prometiendo a los palestinos que si reconocían a Israel y renunciaban a la violencia, se les reconocería su derecho inalienable a forjar un Estado Independiente en Palestina, con Jerusalén por Capital y que hoy, luego de 23 años de negociaciones estériles, lo único que los palestinos han conseguido, es tener en el 22% de Palestina en donde aspiraban a construir su Estado, 400.000 nuevos colonos y tres veces más obstáculos a la libertad de movimiento y que la frustración acumulada, de siete décadas de injusticia, agotan a cualquier pueblo y conmueven a cualquiera que tenga un poco de humanidad y sangre en sus venas.