Estado de coma
Pero no solo el gobierno está perdido, sino los políticos que sobrevuelan alrededor tampoco tienen claridad. Falta “darse cuenta”. Darse cuenta lo que la sociedad requiere, decidir y tener el consenso sobre las prioridades para replantear un modelo de país que parece agotado.
Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.
La sensación térmica de la baja calidad de conducción del gobierno, ya ha pasado a ser la temperatura real de una sociedad entre agobiada y sin expectativas. El discurso de cambio parece no alcanzar y la baja capacidad de acción, hacen que la gente busca soluciones más allá de las desteñidas figuras que conforma la clase política.
La caída de la credibilidad de todo el espacio político y también de los empresarios asociados a situaciones poco claras; la reputación por el suelo de la Presidenta, el opaco desempeño de miembros del oficialismo y de la oposición, sumado al débil posicionamiento de los potenciales candidatos, dan un panorama poco alentador para una sociedad que necesita cambios necesarios y posibles.
Es que la conducción del país parece haber entrado en un interminable estado vegetativo. Estado de coma…
Más allá de los problemas de corrupción, de las idas y venidas en la aplicación de medidas discutibles, el problema es y será siempre la conducción. Y Chile hoy no tiene conducción. Y cuando digo conducción no hablo de mano fuerte, ni dedos acusadores, ni levantar la voz intentando mostrar autoridad.
Conducir es la capacidad de convertir ideas en acción , y en este punto el gobierno tiene ideas poco convincentes y una gestión tan confusa como desalineada para llevar esas ideas “flojas” a la acción concreta.
Pero no solo el gobierno está perdido, sino los políticos que sobrevuelan alrededor tampoco tienen claridad. Falta “darse cuenta”. Darse cuenta lo que la sociedad requiere, decidir y tener el consenso sobre las prioridades para replantear un modelo de país que parece agotado.
Desde el sistema educativo, hasta el sistema de salud y ahora el desencanto ante el modelo jubilatorio que parecía la panacea para todos y que resultó la panacea para los pocos que entraron en el negocio.
Los problemas de transporte, de salarios, de colusiones, de una ley que no parece ser un sinónimo de equidad. Todo junto. De golpe.
Y el gobierno en lugar de trabajar en la unidad para definir un modelo de país para los próximos 30 años, se limita a acciones puntuales, aisladas, desesperadas, casi como un enfermo terminal de cuatro años.
No se animó a sentar las bases de la conversación y del acuerdo, sino que fue demasiado pretensioso y prepotente al pensar que todo se podía.
Y desde su propio seno, ahora se da cuenta que no. El discurso del replanteo no dio sus frutos ni para los extremos de la NM ni para los tradicionales concertacionistas que desde hace casi 25 años hablan de lo público y lo público no funciona.
Y para que una sociedad funcione, tiene que funcionar lo público. Ese es el espacio a concientizar, dando dos pasos hacia delante y permitiendo uno para atrás, pero avanzar en esa línea.
Ningún país con pretensión de desarrollado no mira lo público, la cosa pública, la que es de todos. Y este gobierno no pudo concientizar.
No se dio cuenta, no decidió, no pudo alinear y su autoevaluación dista mucho de ser la evaluación de la sociedad. Sin conducción política, no hay rumbo. Sin rumbo, no es posible gestionar ni actuar. Y eso es parálisis ¿Qué hacemos?