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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Migración olímpica

La migración olímpica permitiría por una parte avanzar algunos puestos en el medallero olímpico. Pero más importante que eso, facilitaría una mejor integración de estos nuevos chilenos, derribando prejuicios y visibilizando el importante rol y contribución que estos 500 mil ciudadanos hacen al país.

Por Enzo Napoli
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Enzo Napoli es Licenciado Ciencias Políticas Universidad Diego Portales y Master en Políticas Públicas de Brown University. Director Ejecutivo de Plural Chile y profesor asociado de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Diego Portales.

Bahréin – un pequeño reino de 760 kilómetros cuadrados con más de 1.2 millones de habitantes y una delegación de 32 deportistas – terminó los Juegos Olímpicos con una medalla de oro y otra de plata, ubicándose en el lugar 48 del tablero.

Chile – un país de 756 mil kilómetros cuadrados con más de 16 millones de habitantes y una delegación de 47 deportistas – finalizó en el grupo de países que no lograron obtener medallas (compartiendo ese lugar con países como Laos o Chipre).

Lo relevante de esta ligera – y quizás para algunos antojadiza – comparación es que las dos medallas de Bahréin esconden un dato muy relevante: las dos atletas que ganaron esas medallas (Eunice Kirwa y Ruth Jebet) nacieron en Kenia y optaron finalmente por representar a otro país, cosechando resultados históricos tanto para ellas como para el país que las recibió.

¿Qué lecciones podemos aprender de esta situación?

Durante la última década, Chile ha pasado de ser un país “exportador” de ciudadanos al mundo, a ser uno que “importa” nuevos ciudadanos a su territorio. De acuerdo a cifras oficiales, en Chile habrían más de 450 mil inmigrantes, lo que representa la cifra más alta de nuestra historia. Lo que estos datos muestran, es que Chile se ha transformado en un polo de inmigración atractivo, particularmente por sus buenos índices de desarrollo humano y de crecimiento económico.

Lamentablemente, nuestra política migratoria no ha estado a la altura de la oportunidad que representa esta ola de inmigración. La “Ley de Extranjería” – principal pilar de la legislación en esta materia – fue creada en dictadura bajo una lógica de seguridad pública. A partir de 1990 las modificaciones realizadas se vinculan a materias de narcotráfico, refugiados y zonas fronterizas, pero nada se ha avanzado en la necesidad de contar con una política migratoria con un enfoque integrador.

Así por ejemplo, la actual legislación reconoce al grueso de las personas que ingresan a Chile como “inmigrantes económicos” en busca de oportunidades laborales. Seguramente, la gran mayoría del casi medio millón de nuevos chilenos ingresó al país con ese motivo. Pero además de necesidades económicas existen también una serie de temas que la política migratoria debería considerar, como salud, educación y también un enfoque de integración.

El Gobierno, inició un proceso para reformar el marco regulatorio creando un “Consejo Nacional” a cargo de proponer una nueva legislación. Lamentablemente el proyecto de ley – comprometido para noviembre de 2015 – aún no ha sido ingresado al Congreso.

Una política migratoria moderna es una ventana de oportunidad única para el desarrollo del deporte olímpico. En una entrevista posterior a ganar su victoria, Jebet reconoció que había optado por representar a Bahréin luego de haber obtenido una beca para estudiar una carrera universitaria, y recibir $500 mil dólares por parte del gobierno de Bahréin en caso de ganar el oro olímpico.

El éxito de Jebet no es casual. Fue el propio gobierno quien detectó tempranamente su talento y le ofreció una oportunidad única para desarrollar su talento deportivo en condiciones que difícilmente habría logrado tener en su país natal.

En momentos que estamos evaluado nuestro desempeño olímpico, deberíamos imitar ejemplos como estos y ver en este fracaso deportivo una ventana de oportunidad para desarrollar finalmente una política migratoria integradora. Este nuevo enfoque no debe estar únicamente centrado en motivos económicos sino que en una serie de aspectos tanto o más relevantes que este. Así, podremos atraer a los mejores talentos, ya sea en el ámbito del deporte (atletas y entrenadores), como en otras áreas relevantes para el país.

La migración olímpica permitiría por una parte avanzar algunos puestos en el medallero olímpico. Pero más importante que eso, facilitaría una mejor integración de estos nuevos chilenos, derribando prejuicios y visibilizando el importante rol y contribución que estos 500 mil ciudadanos hacen al país.

Sería un sueño olímpico ver a todo Chile celebrando el oro en tenis de mesa obtenido por un chileno nacido Japón…

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