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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El pinochetismo de Roxana Miranda

"Lo lamentable es que exista gente que la siga y crea que su postura puede garantizar el nacimiento de un nuevo movimiento popular, cuando lo único que puede resultar de su 'regreso' al ojo público, es colaborar con el disfraz de “izquierda dura” con el que se visten sus reaccionarias ideas sobre el futuro de Chile".

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Roxana Miranda, quien fuera candidata presidencial, dice que lo mejor es no votar. Lo dijo en una entrevista en The Clinic en la que, entre otras cosas,  trató a todo movimiento de izquierda, aunque fuera joven, como parte de la élite. Al parecer ella representa lo que ese pueblo muchas veces abstracto quiere expresar. O por lo menos eso cuenta de manera desenfrenada y escupiendo a todo nombre que quien la entrevistaba le pusiera por delante. Todo es despreciable, malo y corrupto, menos Roxana.

Y es que digámoslo: hoy en día da más réditos disparar en contra de los políticos. Eleva los bonos gritar fuerte la idea de que son todos lo mismo, sobre todo en una sociedad en la que muchas veces se confunde el hacer política con el trabajo sistemático que realizaron algunos para la nefasta consolidación de una “verdad”. Ya que odiar  está mejor visto y resulta bastante más conveniente para quienes pareciera que quisieran que todo siguiera igual.

A Miranda la podríamos identificar en este grupo de personas. Su repudio y  ánimo constante de disparar, con la clara  intención de no distinguir entre las personas, es su manera de expresar una opinión bastante conveniente para quienes dice criticar.  

Porque, ¿no es más útil el aumento de las Roxana Miranda y la disminución de las Camila Vallejo para perpetuar lo ya existente? Es decir: ¿no resulta más atractivo para el relato imperante que existan personas que digan estar ofuscadas con una realidad, aunque la alimentan con su indignación estéril? O para ser más claros: ¿no es la de Miranda precisamente una indignación estéril? A mi parecer, sí.

Pero no solamente eso. Su argumentación muchas veces recuerda a quienes edificaron lo que vivimos. No puedo evitar  recordar los años de la dictadura cuando la veo despotricar en contra de todo que  tenga que ver con diálogo o servicio público. Porque el pinochetismo, junto con no distinguir clase social, fue la destrucción de la república democrática bajo la argumentación de que el exceso de  política nos había llevado al caos institucional.

El problema es que Roxana tal vez no lo sepa. A lo mejor cree que cambiará algo con su constante discurso agresivo y carente de contenido. Puede ser que esté convencida de que con esa actitud logrará algo, pero lo concreto es que la historia no le da la razón. Quienes comparten su visión de la realidad y reclaman en contra de los que hicieron y hacen algo, son los que están del lado de lo fáctico, lo que está ahí arriba desde hace muchos años, y no se mueve precisamente porque la desmovilización y la desactivación del ejercicio democrático los ayuda.

Lo lamentable es que exista gente que la siga y crea que su postura puede garantizar el nacimiento de un nuevo movimiento popular, cuando lo único que puede resultar de su “regreso” al ojo público, es colaborar con el disfraz de “izquierda dura” con el que se visten sus reaccionarias ideas sobre el futuro de Chile.

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