Por una equidad de género también en los territorios aislados
Para que realmente avancemos en equidad de género, se requieren políticas públicas amplias y flexibles, que permitan llegar a la totalidad de los territorios y a la gran diversidad de realidades que viven las mujeres chilenas, sean estas niñas, jóvenes o adultas, mujeres urbanas y mujeres enmontañadas.
Valentina Cortínez es Asistente de Investigación de Rimisp- Centro Latinoamericano para el Desarrollo Rural. Socióloga de la Pontificia Universidad Católica de Chile con estudios de postgrado en Ecología Social y Ecología Política (USACH) y Políticas Sociales, Desarrollo y Pobreza (UAHurtado). Tiene experiencia en diseño y evaluación de programas sociales.
Grandes transformaciones han acontecido en la vida de hombres y mujeres de América Latina en la últimas tres décadas. Una de las más notables es la creciente participación laboral de las mujeres (70 millones han ingresado desde las década del ochenta), que quiebra normas e ideologías sumamente rígidas, y viene a tensionar la organización familiar del trabajo reproductivo, el trabajo de crianza, el cuidado de adultos y enfermos, entre otros. Las mujeres han alcanzado nuevos grados de autonomía, y con ello, se han puesto en el tapete un sinnúmero de desigualdades que cada día más las hacen tomar conciencia de las injusticias y discriminaciones de las que son sujetas.
Sin embargo, este panorama no es homogéneo al interior de los países. Los promedios ocultan las realidades que persisten en sectores aislados, donde habita un gran número de mujeres “enmontañadas” o aisladas de los procesos de cambio orientados hacia la mayor igualdad de derechos.
Un ejemplo de ello se escucha en los relatos de las personas que viven y trabajan en la Provincia de Chiloé. En el marco de la difusión del Informe Latinoamericano 2015: Género y territorio, -investigación bianual de Rimisp-Centro Latinoamericano de Desarrollo Rural iniciada en 2011 que examina 27 indicadores en 6 dimensiones socioeconómicas- tuvimos la oportunidad de discutir los hallazgos en torno a la distribución de las inequidades de género en un taller con representantes de servicios públicos y de organizaciones de la sociedad civil de la isla. Como ellos señalan, el archipiélago alberga un gran número de pequeñas islas donde los servicios públicos no llegan o lo hacen con muy baja periodicidad. Es justamente en esos lugares donde las desigualdades estructurales de género se extreman. Es ahí donde es más fuerte el peso del trabajo reproductivo, el deber con la casa y la familia; donde la violencia contra la mujer es impune; donde aún viven mujeres analfabetas, que encuentran dificultades para asistir a una capacitación o recibir un acompañamiento psicosocial.
La lucha por la equidad de género debe considerar esta amplia gama de experiencias que coexisten: la mujer que sale al mercado laboral formal y recibe un menor sueldo que su par hombre; la mujer que trabaja en la agricultura o en la pesca con su marido y que no recibe remuneración por su trabajo; la mujer que ha logrado hacer crecer su emprendimiento y necesita herramientas de fomento a gran escala y ya no pequeños subsidios; la mujer analfabeta que no ha recibido cursos de capacitación; la mujer víctima de violencia que requiere un acompañamiento que fortalezca su autoestima para poder escoger lo que quiere desarrollar.
Para que realmente avancemos en equidad de género, se requieren políticas públicas amplias y flexibles, que permitan llegar a la totalidad de los territorios y a la gran diversidad de realidades que viven las mujeres chilenas, sean estas niñas, jóvenes o adultas, mujeres urbanas y mujeres enmontañadas.