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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Fiestas Patrias: licencia para ser estúpido

"Nadie rescata las verdaderas virtudes del lugar geográfico y cultural en el que vivimos, sino que repiten uno tras otro los contenidos de un relato nacionalista que inventaron los que tenían más fuerza para así apropiarse de los símbolos patrios".

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Semanas antes ya todos comienzan a prepararse para la juerga. Todos piensan en el asado, en la tomatera, en la espera del día en que gritar palabras xenófobas y patriotas sea bien visto. Todos somos chilenos y debemos enorgullecernos de aquello. Es como una virtud, una cualidad que nadie sabe muy bien para qué sirve.

Pocos conocen la verdadera razón por la que se celebra el 18 de septiembre. Algunos creen que fue el día en que nos independizamos, otros que es el día del huaso chileno, pero muy pocos saben que es la fecha en que se formó la primera Junta de Gobierno Nacional. Poco parece importar, porque lo relevante es seguir aullando, imitando a campesinos y demostrando la “identidad nacional” como si supiéramos realmente en qué consiste esta.

Durante estas fechas quienes tienen poder aprovechan la ignorancia popular para así resaltar lo importante de ser chileno, bailar cueca y, ojalá, vestirse de blanco azul y rojo en honor al pueblo, cuando lo cierto es que este muy poco tuvo que ver en la creación de nuestro emblema, canción y bandera nacional.

Pero eso no importa. Sigamos tomando y sintiéndonos patriotas, como si a lo largo de la historia mundial esto último haya traído algún resultado positivo. Como si la “Patria” fuera algo que nos pertenece a todos, y no una construcción de una elite con tal de hacer creer al “vulgo” que sus intereses también son los de ellos. Porque, ¿para qué otra cosa sirve ese concepto?

A lo mejor suene amargado, pero muchas veces hace bien un poco de amargura entre tanta felicidad bobalicona. Sobre todo cuando hay quienes encuentran que estas fechas pueden “unirnos”, despolitizando nuestras posturas y sometiéndonos a un sinfín de lugares comunes que suponen decir algo cuando realmente no significan nada.

Estos días son como un largo e interminable partido de la selección chilena. Todos sienten la licencia para ser estúpidos y enorgullecerse de pertenecer a una tierra sin dar razones realmente consistentes al respecto. Nadie rescata las verdaderas virtudes del lugar geográfico y cultural en el que vivimos, sino que repiten uno tras otro los contenidos de un relato nacionalista que inventaron los que tenían más fuerza para así apropiarse de los símbolos patrios.

Pero esto nadie lo dice. Ni siquiera los que parecen indignados todo el resto del  año. Los animalistas se quejan en contra del rodeo porque hay animales entre medio, no porque les preocupe la construcción patronal de dicho ritual bastante anacrónico. Critican solamente cosas que tienen que ver con sus intereses particulares y que los dejan como muy buenas personas ante el resto. No se someten a causas impopulares como preguntarse por la perversa lógica real de las Fiestas Patrias a nivel humano. Ya que lo humano les interesa bastante poco. Es más complejo.

Como complejo también es no entender que en estas ocasiones nos convertimos en en unos borregos. Toda nuestra rebeldía y crítica se ve subyugada ante las palabras que salen de nuestras bocas y que nos encontramos diciendo como si las sintiéramos; como si realmente fueran sentimientos racionalizados y no parte de un muy buen trabajo de adoctrinamiento ideológico. ¡Malditas Fiestas Patrias!

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