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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El aborto bajo la mirada del humanismo socialdemócrata y humanismo cristiano

El primero que destaca que el aborto es un tema de mujeres. Es absurdo ya que los temas de connotación social no son unisex y los niños, fueron engendrados también por un varón. Se dice que es un derecho de las mujeres. Un derecho a privar de la vida a una persona humana es exactamente lo opuesto a un derecho.

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Rodrigo Larraín es Académico Facultad de Educación, Universidad Central

El sueño del ex ministro Jorge Burgos de un posible gobierno en que convergieran partidos que profesaran los humanismos socialdemócrata y cristiano, para marcar una insalvable distancia con los militantes comunistas, se acaba de realizar en la Comisión de Salud del Senado, representantes de esas corrientes intelectuales que resaltan el valor de la persona humana, sea individual, sea colectivamente, que como buenos modernos rechazan lo irracional y lo que no tenga comprobación, con sólidos fundamentos éticos y con un acendrado pensamiento crítico, votaron por la despenalización –como llaman– del homicidio por aborto.

Los argumentos no han cambiado desde que el gobierno envió el proyecto al parlamento.

El primero que destaca que el aborto es un tema de mujeres. Es absurdo ya que los temas de connotación social no son unisex y los niños, fueron engendrados también por un varón. Se dice que es un derecho de las mujeres. Un derecho a privar de la vida a una persona humana es exactamente lo opuesto a un derecho.

Hay colisión de derechos cuando el embarazo pone en riesgo la salud o la vida de la madre, o que la continuación del embarazo no tiene razón de ser pues el feto es inviable y no sobrevivirá al parto. Estos son abortos terapéuticos, pero el aborto por violación, a pesar de lo horroroso para la mujer de por vida, es un crimen de un inocente que no fue nunca el agresor.

Se argumenta que no se obliga a las mujeres que quieran llevar adelante su embarazo, pues es sólo despenalización. En los países con aborto libre tampoco se obliga a abortar a quien no lo desea. Pésimo argumento, ya que la señal de que es posible el aborto, es mucho más poderosa que si no se quiere no se aborta, especialmente cuando este homicidio se ve como una acción de salud.

Se dice que lo aposición del aborto es por un asunto religioso y que las religiones no pueden imponer sus creencias a los demás.

La afirmación no se sostiene, no se ve que la Iglesia católica y las demás Iglesias Cristianas hayan podido imponer nada en estos tiempos, en que sufren insultos y denostaciones varias todos los días, al revés, la jerarquía católica ha sido bastante contemporizadora con el tema, pudiendo presionar públicamente a parlamentarios que son católicos inconsecuentes. Se trata de aprovechar la coyuntura para avivar el odivi ecclesiam. Por lo demás, la jerarquía católica parece haber dada por perdida la causa antiaborto.

La amabilidad para con las mujeres, los niños deseados y, el progreso y la bondad social en general de los abortistas, quedan desmentidos cuando se escapan exabruptos. Una conocida periodista declaraba que: “Pareciera que la gente que lucha con tanto bríos por un niño que está por nacer, no tienen la más mínima sensibilidad por esas lágrimas, por el sufrimiento de los niños que están en hogares del Sename. Pero no solo ahí, repartidos a los largo del país, en una masa que debiera impulsarnos a mejorarles la vida”.

Es decir, si hubiera más abortos habría menos niños que sufren en el Sename, curiosa manera de evitar el sufrimiento. La muerte como bendita solución. Tiene un parecido con las medidas pro aborto de Nueva York, en donde las cifras de años posteriores a su aprobación indicaban que la tasa de delincuencia de los negros disminuyó sensiblemente. Como los nazis, seres asociales no tienen derecho a vivir.

Volviendo al humanismo, recordemos a Heidegger que, al ser interrogado por el sentido del humanismo, respondió que de ninguna manera hay que devolverle sentido alguno, puesto que tampoco es necesario mantener dicho concepto, Construir un proyecto sobre la base de humanismos que no existen (y que quizás nunca existieron) queda desmentido por unos orgullosos defensores de la nueva utopía moderna, progresista y garantizadora de derechos: el aborto.

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