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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Scorpions en Chile: Una clase de rock de alto calibre

Anoche fue una gran noche. Íbamos a ver un concierto de rock y nos fuimos con una clase magistral en el cuerpo. La banda nos enseñó que el rock no siempre es sucio, desastroso y desgarbado. Anoche Scorpions demostró que el rock tiene clase, que puede ser resuelto con excelencia. Nos enseñaron que los años de circo no han sido en vano, que han sido la gran escuela para haber llegado a este nivel de calidad y pulcritud.

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Johanna Watson es Publicista, escritora especializada en rock y sus ramas. Investigadora de la historia de la música chilena.

Anoche asistí al concierto de los legendarios Scorpions. Nunca he sido seguidora acérrima de la banda, pero era inevitable no darse la oportunidad de disfrutar (quizás) de la última vez que los alemanes visitan nuestro país. Hay que decirlo, las bandas de antología ya están en la fase “gracias y adiós”.

Soy melómana y asidua a conciertos de rock, así que puedo decir con conocimiento de causa que lo de anoche fue una clase magistral de cómo se hace un rock show.

Lo que mostraron en términos audiovisuales fue notable: una inteligente puesta en escena acompañó cada canción, “contando un cuento” para cada tema, con estéticas diferentes, otorgando así un contexto, un ambiente, un concepto, tan bien logrado, que a ratos te atrapaba, al punto de que cuando lograbas despabilar del asunto, encontrabas dibujada en tus labios una embobada sonrisa.

Juegos de sombras, la bandera chilena mezclada con los miembros de la banda, gráficas sicodélicas, cámaras que rotaban mostrando diferentes ángulos de los músicos al compás de las canciones, entre otras atractivas imágenes, dejaron en claro que Scorpions no deja nada al azar. No señores, ellos no descuidan ningún detalle. Y se nota.

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Uno de los puntos más altos de este juego audiovisual fue la gráfica que acompañó a “We built this house” un tema de su último disco “Return to forever” (2015), porque esta vez en las proyecciones aparecieron las letras de la canción, dando paso a un karaoke en vivo y a gran escala. ¿Qué mejor? Una banda legendaria tocando para unas 15.000 personas apoyados por sus letras, siendo coreados de principio a fin.

Los Scorpions anoche tocaron de todo: temas nuevos, temas antiguos, y sus imperdibles clásicos: la rockera “Rock You Like a Hurricane” y las inolvidables “Wind of Change” y “Still Loving You”, que activaron ese sentimiento de nostalgia de todos quienes las recordamos como esos emblemáticos lentos que sonaban al final de las fiestas de antaño.

Otro momento memorable fue la interpretación de “Overkill”, un cover de Motörhead que logró encender con todo al público del Arena, pensando además que los acompañaba el baterista Mikkey Dee, miembro de Motörhead desde 1992 hasta el 2015, fecha de disolución de la banda debido a la muerte de Lemmy Kilmister, su vocalista y fundador.

Mikkey Dee se mandó además un “solo” de antología, llenando el recinto y ganándose el respeto de todos con los ritmos y compaces que alcanzó con su batería. Lo que sí me permito criticar es lo desaprovechado del momento del medley “Always somewhere – Eye of the storm y Send me an angel”, cuando toda la banda se reúne en el extremo del pasillo-escenario y Dee se acerca con un cajón peruano. Era sin duda un momento inolvidable, creo que muchos tenemos que haber pensado: “esto si que quiero verlo, los dotes de percusionista de Mikkey Dee”. Pero eso no pasó, tocó bastante bajo, (al menos desde la ubicación donde estuve casi no se escuchó) y tampoco hizo nada muy avezado. Se limitó a acompañar a la banda, bien bajo perfil.

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La sincronía que mostraron en general también fue de categoría. Se notaba lo estudiado que estaba absolutamente todo, lo alineados que están musicalmente, como saben utilizar sus espacios, el escenario, las innumerables poses que fueron adoptando durante todo el show, dando paso a “momentos kodak” por doquier.

Su vocalista Klaus Meine, también es otro monstruo que se gana todo el respeto y admiración. Es, para mi gusto, el responsable de coronar con la guinda de la torta en el sonido de Scorpions. Su voz (tenor dramático) inconfundible hace que todo tenga sentido. Todo. El esfuerzo que había significado estar ahí, se pagaba a cada segundo con la vibración emotiva de sus interpretaciones.

Anoche fue una gran noche. Íbamos a ver un concierto de rock y nos fuimos con una clase magistral en el cuerpo. La banda nos enseñó que el rock no siempre es sucio, desastroso y desgarbado. Anoche Scorpions demostró que el rock tiene clase, que puede ser resuelto con excelencia. Nos enseñaron que los años de circo no han sido en vano, que han sido la gran escuela para haber llegado a este nivel de calidad y pulcritud.

Fue un lujo lo que vivimos los que estuvimos anoche en el Arena. Que vivan los Scorpions, que vivan los momentos mágicos que nos regalan los grandes emblemas del rock.

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